Marcos 4,26-34 Era la semilla más pequeña, pero se hace más alta que las demás hortalizas
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega. Dijo también: ¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas. Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
El Reino empieza como una diminuta semilla
- Todos quieren triunfar y se afanan en la riqueza y el poder.
- Se olvidan de utilizar las cosas más simples como la humildad y el mutuo entendimiento.
- Debemos enfrascarnos en la paz y la justicia.
- Sin olvidar que la falsa prosperidad sólo conduce a la guerra, a la opresión y a la dominación.
- Por eso, el concepto de Reino es incompatible con la destrucción entre hermanos.
Hay que tener confianza. La semilla brotará y crecerá.
- Qué bello es poder leer en Santiago 1,21 “Acojan dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes”
- Entonces, al acoger la palabra la hacemos luz en nuestro camino (Salmo 119,105)
Hay tres parábolas en el capítulo 4 de Marcos
- La del Sembrador
- La de la semilla
- Y la del grano de mostaza.
- Las llamamos de contraste.
- Las tres están relacionadas entre sí por una imagen común –la semilla.
- Y sirven para ilustrar la misma realidad, la del reino de Dios
- Otro elemento común todas ellas nos proyectan no hacia el futuro, sino hacia el presente.
- El reino de Dios está aquí, aunque escondido (semilla enterrada) o como una presencia casi invisible (grano de mostaza)
Lo que hoy no se ve o es casi imperceptible, mañana crecerá y se hará bien visible (en esto precisamente consiste el contraste)
En el texto del Evangelio de hoy
- Distinguimos dos protagonistas:
- El hombre que siembra, y la semilla que crece.
- El hombre siembra confiando plenamente en que su trabajo no será infecundo.
- Lo que da sentido al trabajo del agricultor –tantas veces lleno de fatiga-
- Es la confianza en la fuerza de la semilla y en la bondad del terreno.
Qué cosas…
- Después de la siembra no se puede hacer otra cosa que esperar y mantener viva la confianza.
- Por otra parte está la semilla débil, pues es diminuta, y, al mismo tiempo, llena de vida, capaz de romper el terreno, salir a la luz del sol, y crecer.
La vulnerabilidad de la semilla es su potencia.
- Claro, no hemos nombrado el otro protagonista, el único verdadero protagonista: Dios.
- Es Dios que trabaja dejándonos también trabajar.
- No es que Dios lo haga todo, sino que nos permite hacer en beneficio propio.
- No olvidemos que la dirección de la parábola: después de la fatiga que comporta la siembra no hay nada más que hacer que mantener viva la esperanza y esperar.
Tranquilos estoy con Ustedes.
- Recordando aquello de Lucas 17,10 Cuando habremos hecho lo que teníamos que hacer, diremos: “Somos siervos inútiles”
¿A nosotros qué?
- Nos toca sembrar, anunciar, animar, con la confianza de que la semilla germinará, no tanto por la maestría del sembrador, sino por la fuerza de la semilla y el “impulso” que le da el que la hace crecer.
- Ese es Dios. Y eso se llama confianza.
- Nosotros trabajamos la tierra de forma humilde y grande.
- Humilde, pues el crecimiento no depende de nosotros.
- Grande, pues quien hace crecer la semilla cuenta con el trabajo del labrador, con nosotros.
Somos mediadores
- Muy necesarios. Hay que arreglar terreno, cuidarlo, sembrarlo, regarlo…
- Pues sin la siembra al semilla no puede crecer.
Todos somos el gran ministerio de sembrar, anunciar, animar a los hermanos.
- Para ello paciencia y confianza.
- Paciencia, pues el “tiempo” de Dios no es el nuestro, como tampoco coincide siempre el tiempo de los hermanos.
- Confianza en la semilla. La semilla que hemos de “enterrar” en el corazón de los hermanos para que fructifique –el Evangelio y los valores.
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Fosforera sanantoñera
Limpia los calamares, córtelos en ruedas y lave muy bien las vieras y las almejas. Reserve. El pulpo lo ablandas.
Ahora haz lo mismo con los camarones, eliminándoles la cáscara y las cabezas. Reserve las conchas para usarlas en el caldo.
En una olla grande pon el agua y agregue el pescado, las conchas de los camarones, la cebolla, el ajo, el pimentón, el ají dulce, el ajoporro y la auyama. Cocina el caldo.
Luego pasa todo por un colador, que quede sin el caldo. Colócalo en una olla adecuada a fuego medio.
Añade los camarones, los calamares, los mejillones, el pulpo, las vieiras y las almejas, revuelve todo y sazona con la sal y la pimienta al gusto. Deja cocinando por espacio de 15 minutos. Al final agregue el cilantro finamente picado.
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