15/11/04 |
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Por
ahora ni Productividad ni Progreso |
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Iván
Olaizola D’Alessandro |
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Cuando
vea luz esta columna se estará cumpliendo otro aniversario de la
Primera Promoción de Ingenieros Industriales de Venezuela, egresada
de la Universidad de Carabobo. En el viejo paraninfo de la Universidad
de Valencia, antigua sede de la Escuela de Derecho “Miguel José
Sanz”, el 15 de noviembre de 1963, recibíamos de manos del
Dr. Humberto Giugni rector Magnífico de la UC, la medalla y el
diploma de Ingeniero Industrial. Muchos años han pasado desde aquel
acontecimiento que marcó un hito en el desarrollo de la ingeniería
en el país. Tuvimos la oportunidad histórica de ser pioneros
de una profesión. De hacer y andar caminos y dejarlos listos para
que muchos otros colegas los transitaran.
Escasos meses tenía de haberse iniciado en el país el que sería el período democrático más largo de nuestra historia republicana, cuando ingresamos a la Facultad de Ingeniería, en octubre de 1958. Nuestros estudios universitarios los realizamos bajo el disfrute de unas libertades democráticas plenas aun cuando turbulentas. Los primeros tiempos de esa etapa estuvo convulsionada por la actuación de grupos militares de derecha y la presencia de grupos subversivos de izquierda apoyados por la naciente revolución castro-comunista, lo cual casi logra dar al traste con ese importante ensayo democrático. El presidente Betancourt pudo sortear todas esas calamidades, manteniendo el sistema y conduciendo el país a su primer cambio democrático de gobierno por la vía del voto popular. Justo en el último mes de esa campaña electoral, que ganara el Dr. Leoni, dejábamos las aulas universitarias de Bárbula y nos incorporábamos al mercado laboral. “Productividad y Progreso” fue el premonitor epónimo de nuestra promoción. En aquel entonces, al igual que todos los jóvenes venezolanos, universitarios o no, sentíamos que el futuro era nuestro. Un optimismo contagioso nos embargaba. Problemas había, y muchos, pero nuestra formación como ingenieros nos permitía resolverlos. El país avanzaba y los obstáculos se superaban. Nadie se iba. Gentes de todos partes hacían de esta tierra su tierra. Éramos un país de inmigrantes. Pero algo pasó. Y hoy cuando arribamos a un aniversario mas tenemos otro país. Venezuela atraviesa su peor crisis. No solo crisis económica y política, sino social y moral. Los valores se han trastocado. Nos enfrentamos diariamente a situaciones que van desde lo kafkaiano a lo bizarro. Un régimen muy diferente a los que disfrutamos cuando comenzábamos nuestro ejercicio profesional desgobierna al país. Un autócrata, caudillo de finales del siglo XIX, con propuestas ideológicas de los años sesenta y demostradamente obsoletas e ineficientes nos conduce hacia etapas nacional y universalmente superadas. Un solo hombre controla todos los poderes. El comandante de todo y de todos. Desempleo, inflación, inseguridad, división y corrupción son las virtudes mas destacas de esta administración. Un alto grado de desprecio por las profesiones y profesionales civiles en contraposición de una militarización casi total de todos los aspectos de la vida nacional. Nos hemos convertido en un país con un futuro incierto. Muchos venezolanos, de todas las edades, sexos, profesiones y condiciones han comenzado el éxodo más grande jamás vivido en nuestro país. Gracias a una tal revolución bonita nos hemos convertido en un país de emigrantes. Por eso este acostumbrado paraninfo de recordatorio tenía que ir más allá del simple recuerdo de la fecha aniversario, de la salutación a los compañeros de promoción, de recordatorio a los que ya se han ido y de la narración de las anécdotas y momentos felices. Después de lo vivido en estos últimos meses, donde se ha manipulado groseramente la voluntad popular tenía que ser un paraninfo de protesta, de reclamo, de llamado a no desmayar en la lucha para lograr superar esta difícil y oscura etapa e impedir que se nos arrebate lo que tanto nos ha costado. Debemos luchar para rescatar la democracia perdida. Pero a pesar de esto no puedo concluir sin hacerles llegar una palabra de felicitación y aliento a mis colegas, a nuestros padres y esposas y a nuestros hijos y nietos. Un agradecimiento a nuestros profesores, a los ausentes y presentes. Y un abrazo solidario a las viudas, hijos y nietos de los que ya se fueron. Seguro que tiempos mejores vendrán. Ningún hombre, en solitario, es capaz de destruir a todo un pueblo.
Iolaizola@cantv.net |
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