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06/11/04
Algunas Reflexiones después del 31
Iván Olaizola D’Alessandro
 
Aun cuando los resultados del proceso electoral realizado el pasado domingo 31 de octubre no depararon mayores sorpresas, es necesario hacer algunos comentarios sobre el particular. De antemano se esperaba que el oficialismo tuviera una importante victoria en gobernaciones y alcaldías. Lo señalaban algunas encuestas y los resultados del RR así como el mantener el mismo RE y las mismas reglas y normas del anterior proceso. Muchos hablaron del mapa de Venezuela cubierto de rojo, unos refiriéndose al color predominante de la revolución bonita y otros por segundas intenciones. Igualmente se estimaba una alta abstención debido a varios factores, entre ellos la abstención histórica de las elecciones regionales; la tesis abstencioncita asumida por algunos grupos de la oposición e igualmente de algunos pro-oficilistas por el dedismo militar usado en la escogencia de sus candidatos y, fundamentalmente, por la absoluta falta de credibilidad en el Consejo Nacional Electoral.

La alta abstención se cumplió, aun cuando un tanto por debajo de lo que se preveía. Muchos analistas piensan que fue debido al maquillaje numérico de los técnicos informáticos del CNE. El proceso se realizó con bastante normalidad y si usamos el lenguaje vicepresidencial sería con excesiva normalidad. Los resultados fueron un poco más allá de lo que en principio se había previsto y el rojo realmente copó todo el mapa patrio, pero el otro rojo, gracias al cielo, no se hizo presente. Se salvaron los dos extremos, el oriental gracias a la incapacidad manifiesta del revolucionario y a las remembranzas populares de un buen gobernante adeco y el occidental por la buena y valiente gestión de otro adeco o por lo menos exadeco. Y en cuanto a alcaldías y representación en los consejos legislativos regionales la cosa estuvo tal como el teniente coronel nos acostumbra mencionar, escuálida. Unos oposicionista perdedores hicieron gala de sus convicciones democráticas e inmediatamente que el psiquiatra rector anunció los resultados “extraoficiales” aceptaron su derrota y comenzaron a recoger sus corotos para entregar el ídem. Otros perdedores, no menos democráticos, pero incrédulos de lo que había sucedido, se resistieron un poco, pero a menos de 72 horas de la segunda batalla de Santa Inés, abdicaron en favor de los revolucionarios. 11 militares, un poeta, un animal (no, no es el que piensan, me refiero al gato monaguense), dos mujeres, un profesor, el papá, un ganadero, un médico y un político conforman el nuevo cuadro revolucionario en las gobernaciones. Y solo dos políticos civiles en las gobernaciones de la oposición. En las alrededor de 280 alcaldías revolucionarias debe haber un pasticho mas o menos similar. Pero todos bajo las estrictas órdenes del comandante en jefe, líder máximo del proceso, porque no deben olvidarlo, y si lo olvidan ay de ellos, llegaron allí gracias al portaaviones del comandante. No como parece que ocurrió con el portaaviones del “señor” pollo que sus aviones lo hundieron.

Pues bien ese es el panorama político que tenemos después del 31 de octubre. Con fraude o sin fraude, con maquinitas o manual, el teniente coronel se apoderó, se adueñó, de todos los espacios de poder. Ahora controla todo el poder ejecutivo en todas sus ramas, nacional, regional, municipal y próximamente local. Igualmente dependen de él “obedientes y no deliberantes” como le gusta decir a un buen amigo, la Asamblea, el TSJ, el CNE y el poder moral íntegro, es decir completo, total, no con la acepción moralista del término y nada que decir de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas, ahora no solo singularizadas sino disminuidas. Con esto en mente es que se supone que los dirigentes políticos, los diversos partidos políticos que todavía sobreviven, los que se metieron a políticos, lo dirigentes onegistas, los generales sin tropa y todo aquel y aquellas que marcharon, pitaron y cacerolearon deben tomar en consideración para efectuar un análisis descarnado, desnudo, desprejuiciado es decir serio, responsable e inteligente, político pues, de la situación. No simplemente buscar culpables y tratar de descabezar a nadie, que si en realidad ponemos en actividad a la guillotina hacemos quebrar a todas las ventas de sombreros en este país. Hay que hacer un diagnóstico profundo de la situación que se ha vivido en estos años. Es decir definir correctamente cual es el problema, pues como decimos los ingenieros, definiendo bien el problema es la única forma de lograr una buena solución al mismo. Esto debería ser una tarea no tan complicada si los actores del momento así lo entiende, dejando a un lado el exceso de pragmatismo, el empeño insano de querer convertir una derrota en triunfo pírrico, de culpar a otros es decir, si nuestros dirigentes dejan de comportarse y actuar estúpidamente y no seguir considerando estúpidos a los venezolanos. Pensamos que ello pueda ser posible al menos que queramos que los actos de la celebración de los doscientos años de nuestra independencia sean presididos por quien les conté.

Iolaizola@cantv.net

 

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