Como
todo mortal lleno de curiosidad y sintiendo la fuerza de los Medios de
Comunicación que promocionan lo producido en Hollywood, como es
el caso del Señor de los anillos y de la Pasión de Cristo,
me dispuse a ver con palomitas de maíz y chocolate la película
de Mel Gibson. Formalmente, como buen cristiano empecé a observarla
y en ese tiempo descubrí: |
- La fuerza del
latín como sinónimo de encuentro “misterioso”
de la humanidad para con Dios. Este latín era propio de los
invasores, idioma oficial del imperio, sin dejar a un lado que en
el tiempo de Jesús se hablaba hebreo y el arameo. Recordemos
que el letrero de la cruz estaba escrito en hebreo, griego y latín.
- La fuerza con
que Gibson asume el relato bíblico de la pasión de Cristo.
Es completamente fiel a los evangelios y no hay que olvidar que es
católico y practicante. Jamás un resentido de la vida,
más bien un agradecido por aquello del día en que le
desfiguraron el rostro y luego su recuperación.
- La figura descollante
de Jim Caviezel, quien de manera extraordinaria asume por completo
la trama de un Jesús “silencioso” pero ubicado
en la realidad de una soledad total y hasta muy conmovedora. Hablo
de un Caviezel que acepta hacer ese papel después de entrar
en el mundo de Dios a través del santo rosario, la confesión
y la misa diaria para recibir a Jesús Eucaristía.
- Sin culpar a
nadie, simplemente observé, a esa excelente intérprete
Maia Morgenstern en la Virgen María que por ninguna razón
de tristeza, rabia o recuerdo afectivo dejó a un lado a su
hijo. Supo traer a su recuerdo, según la trama, lo más
bello y grande de las vivencias con Jesús. Como el caso de
aquella caída del niño y ahora observa como sucumbe
con la cruz a cuestas o el cuadro muy familiar en el taller de carpintería
con la mesa y al lavarse las manos. Además, hay un momento
de mucha reflexión, cuando ella tumbada a una pared, en el
silencio doloroso del drama, se pregunta ¿cuándo, dónde
y cómo supo escoger Jesús este camino? Me parece el
centro y el descubrimiento total de la Virgen en la aceptación
libre de Jesús para con la voluntad del Padre. Que grande estuvo
Maia, como santa madre y corredentora ha estado la Virgen en el plan
de la salvación y redención de la humanidad.
- La presencia
del demonio en los momentos más difíciles para Jesús:
huerto de los olivos, la traición de Judas, la flagelación…
Es una presencia de influencia maléfica, seduciendo y gozando
con el dolor, la traición y la inhumanidad de las personas
que golpean y juegan con la vida de Jesús. Se nota como un
ser envuelto y tapado, de culebra que silenciosamente se arrastra,
de cuervo que pica, de carcajada agresiva y burlona.
- La cruda realidad
del doloroso tratamiento que recibe Jesús por parte de amigos,
soldados, pueblo. Aquí debo decir que es muy duro observar,
crudamente, como el ensañamiento desmedido frente a un ser
indefenso. Toda esa sangre, todos esos golpes, toda esa crueldad no
ataca a nadie, pienso que nos muestran la verdad de lo que sucedió.
Esa crueldad se puede observar cuando Pilatos ordena al jefe de la
guardia para que castigue a Jesús pero que no lo maten. Este
jefe se descuida y llega cuando Jesús está ya a punto
de morir en manos de un desmedido castigo.
- Es una película
que nos dosifica o nos va dando a conocer en los pasos de la pasión
escenas de la vida de Jesús: su infancia, sus palabras y dichos,
la última cena, el lavatorio de los pies, el perdón
de la mujer adultera. Aquí hay algo que me llamó mucha
la atención en plena escena de la crucifixión nos llevan
a la última cena (Jueves santo) y veo un claro mensaje de compartir
el pan y la sangre. La alegría y la tristeza, la sonrisa y
la lágrima. Eso para mí es la santa misa y aquí
no tiene mayor explicación.
|
Para
finalizar, si es que se puede llegar a dejar de pensar en lo que se ha
visto, puedo decir: todos los personajes, incluyendo a Gibson, y excluyendo
a la Virgen, viven su papel para hacer posible la muerte de Cristo. Una
muerte planificada de noche y llevada a cabo en pleno día con un
acento dramático frente a una tierra que se conmueve frente al
dolor de un inocente. Desde Judas, Sanedrín, los discípulos
que huyen, la burla de Herodes, la brutalidad de los soldados romanos,
el temor de Pilatos y la presencia del demonio que empuja. |