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Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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En Adviento esperamos a Jesús con alegría

El que no espera desespera y la esperanza es lo último que se pierde. Por eso, Santiago nos estimula, para este Tercer Domingo de Adviento, “Tengan paciencia también ustedes, manténganse firmes, porque la venida del Señor está cerca”

La cercanía de Dios para con nosotros es un regalo que no merecemos, pero él así lo quiere. Y esa cercanía viene dada por el amor que Dios nos guarda, para que en su infinita misericordia, esconda nuestros pecados para destruirlos y hacer renacer en cada uno una nueva vida. Bien lo afirma Isaías 35, 1-6.10 donde nos dice que Dios viene en persona para salvarnos. Es Dios quien viene adornado con lo mejor de la naturaleza: la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. De ahí que tenemos que estar dispuestos con fortaleza para dejar de vacilar. Por eso, como hijos agradecidos, junto al Salmo 145 gritamos: “Ven, Señor, a salvarnos” Señor no tenemos problemas en recibir este bello regalo.

Ante este regalo de amor hay que ser firmes. Una firmeza enmarcada en la paciencia. Al mejor estilo del campesino que con ardor y esperanza prepara la tierra, siembra la semilla, la cuida y sabe recibir la lluvia que le dará fruto. En cada campesino una labor de todos los días y en cada día trabajo y más trabajo. Por eso, al esperar al Señor debemos esforzarnos como campesinos que no desmayan.

Es, entonces, San Mateo en 11,2-11 que resulta una pregunta “ ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Pregunta que viene de los labios de Juan que se encuentra en la cárcel. Recordemos que fue enviado por Herodes porque Juan le había criticado la vida de pareja que llevaba con la mujer ajena. Jesús le responde con obras: “ los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio” Ante estas obras Jesús pide que no haya escándalo. Y de inmediato Jesús hace una aproximación a la persona de Juan para que con decisión afirme: “más que profeta. Él es de quien está escrito: Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti” Y para completar lo llama grande.

En este Adviento hay una alegría inmensa por la llegada de Jesús, pues más que hablar, son sus obras las que lo preceden. Entonces amar es ayudar. Amar es compartir. Amar es perdonar. Amar es Navidad. Una Navidad que viene bañada de esa alegría que tiene un mejor nombre: Servicio. Bien definido por la Virgen María, recordemos la visita a su prima Isabel a la cual sirve con la alegría de escuchar el mejor de los piropos: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” Es, por lo tanto, el evangelio la Buena Noticia en la alegría de la salvación; más aún, la llegada de nuestro Redentor en persona, de Jesús, nuestro Salvador. El mismo nombre de Jesús (en hebreo Yeshúa), significa “Yahvé salva”

En este tercer recorrido de adviento o semana de la alegría se abre ante nosotros, desde el 16 de diciembre algo muy venezolano, que celebramos de madrugada, 5 de la mañana, las tradicionales misas de aguinaldos. Las cuales van preparando con entusiasmo la canastilla para la llegada del Niño Dios. Allí los fieles por sectores, por grupos de apostolado van organizando los cantos de aguinaldos o villancicos, representaciones en vivo del pesebre o belén, las comida típicas (empanadas, pastelitos, chocolate, café con leche, chinguirito, mistela, calentado…) y todo un folclore religioso – tradicional que van despertando esa alegría por la llegada del salvador del mundo.

Una alegría muy importante y condimento esencial para toda fiesta. Son muchos los motivos para estar alegres, pero la más grande, la más cierta, la más llena de amor es la llegada de nuestro Redentor. Bien lo decía Santa Teresa de Jesús: “ un santo triste es un triste santo” Y crítica de aquel filósofo ateo de fines del siglo e inicios del XX, Nietzsche, quien acusaba a los cristianos de haber perdido ya su rostro de resucitados. Y decía: “¿Qué han hecho, los cristianos, del gozo que les dieron hace dos mil años?” Ataque bien merecido cuando escondemos esa alegría, que hoy todos sentimos, ante la llegada del salvador.

Hay que pedirle a Dios con insistencia que haga nacer en nosotros una alegría, de tal manera, que más que carcajadas, sintamos el gozo que produce el amor. Quien ama sonríe y quien sonríe sirve con esa disponibilidad que jamás tendrá un amargado o casca rabias.

“Si algo le pido a Dios, todos los días, es la alegría, pues un cristiano triste es un triste cristiano”

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Adviento: tiempo para despertar

Duérmete mi niño que tengo que hacer…
Nos cantaban cuando pequeños.
Ahora que estamos grandes nos dicen: El que se queda dormido pierde.

 

Estamos a las puertas de otro de los tiempos maravillosos por los cuales la Iglesia nos hace caminar para avanzar hacia Dios: El Adviento. Tiempo de mucha gracia en la espera del Señor que nacerá entre nosotros. Y para ello nos unimos a las voces del salmo 121 para entonar: ¡Que alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor! Pues aunque nos revistamos del color morado, penitencia, es un tiempo alegre que prepara y nos conduce a una alegría mayor.

Lamentablemente, somos muchos, los que no sabemos esperar y por eso caemos en la desesperación. Pero la Iglesia nos presenta el Adviento Hermoso tiempo de la mayor esperanza donde el despertar interior se abre para escuchar, sentir y vivir la mejor noticia: El niño Dios que viene en camino.

  1. Despertemos que llega Cristo el salvador.
  2. Dejemos a un lado las tinieblas para vivir en la claridad del nuevo día.
  3. Busquemos la luz para iluminar nuestras vidas y salir al encuentro del salvador del mundo.
  4. Es Dios, el Emmanuel, el Dios con nosotros que coloca su tienda entre nosotros para mostrarnos su amor.

Para despertar hace falta:

    • Buscar a Dios en todo momento.
    • Saber que Dios viene y está en camino.
    • Tomar conciencia de lo que nos separa de Dios.
    • Recurrir al Sacramento de la Confesión.
    • Incentivar nuestras obras de misericordia.
    • Hacer de cada domingo el verdadero Día del Señor.
    • Animando a la familia en la confección del Pesebre y el adorno a la casa.
    • Pensando cuál sería el mejor regalo para mi hermano, amigo…
    • Vivir y motivar las misas de Aguinaldos como canastilla al Niño Dios y ofrenda por el perdón de los pecados.
    • Hacer en familia, todos los sábados, el Santo Rosario con compartir en cada una de las casas.

En cada domingo encontraremos abundante material para reflexionar y avanzar. Por ejemplo, este primer domingo de adviento, 28 de noviembre, el Señor reúne a todas las naciones en la paz eterna del reino de Dios (Isaías 2,1-5) Pues nuestro Dios será árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. Pues para él nada es imposible y en su luz seguimos mejores caminos. Pero también, San Pablo en su carta a los romanos 13,11-14 nos grita que la salvación está cerca, por eso hay que despertar dejando a un lado las obras de las tinieblas. Para que el Evangelio según San Mateo 24,37-44 nos invite a estar en vela, no porque se va a ir el fluido eléctrico, sino porque vendrá el Señor y es recomendable estar bien despiertos.

Este Adviento debe ser diferente, pues requiere de una respuesta sincera, pero generosa. Sincera para que nos desprendamos de todo lo que nos hace daño y nos contamina. Ya que es la hora de Dios y no simples cuatro semanas para comprar los ingredientes para las hallacas. Se hace necesario que sea una actitud permanente. Un estilo de vida de mucha cristiandad que busque liberar, centrar y saber hacia donde se camina.

Pero también una respuesta generosa. Tan generosa que nos sintamos hermanos, pero hermanos de verdad. Que no esperemos la muerte para querernos y decirnos cosas bonitas. Generosidad para saber que hay otros que sufren y necesitan de mi ayuda. Debemos, entonces, buscarlos y promocionarlos. No es el regalo lo que necesitan, pues cualquiera da una moneda o envuelve un obsequio. Es amor para con el prójimo, que hoy son ellos, pero mañana puedo ser yo, puedes ser tú.

En Adviento sale Dios a buscarnos. Por eso hay que estar despiertos para tener conciencia de lo que pasa alrededor. No dormirse para estar en la prudencia. Es estar con los zapatos puestos pues hay que marchar. Así lo hizo San Agustín quien leyendo a Romanos 13,11-14 “la noche va muy avanzada y está cerca el día: dejemos, pues, las obras propias de la oscuridad y revistámonos de una coraza de luz…” dejó todo y se convirtió.

 

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Desde el Evangelio para la caridad

2 Corintios 9, 7 “Dios ama al que da con alegría”

El amor son obras y no buenas razones es el refrán que nos impulsa a centrarnos en el evangelio de nuestro Señor Jesucristo que nos invita a la solidaridad, es decir, a saber que hay un prójimo que necesita de mí y de ti.

En un mundo globalizante es necesario que lleguemos con amor a todos. No puede ser importante aquello y lo otro lo dejemos a la vera del camino. Por eso para una persona que lea el evangelio la solidaridad le saldrá al paso.

Somos muchos que le tenemos miedo a la caridad. Y hablamos de limosnas, ayudas para unos y negación para otros. No solo se trata de ayudas humanitarias. Es que hay que ayudar aunque haya caído en desuso.

El Papa Benedicto XVI nos grita “Dios es amor” pues sabe que en estos tiempos se tiene miedo a la caridad y se le ha devaluado, como si tuvieran complejos de inferioridad y no les gusta llamar las cosas por su nombre. Por eso no hay que olvidar que la caridad es la cumbre del cristiano, es lo más grande.

Cabe insistir que las dos palabras caridad y Evangelio se fundan, porque ya el evangelio es solidaridad, en otra palabra, Jesucristo se hizo carne en el gran amor de la salvación. Esa carne se hizo uno de nosotros para hacerse Buena Noticia, se vuelve Evangelio. Sin dejar a un lado que el Reino de Dios no es algo material, el Reino es una persona, es el Señor Jesús. Ahí estamos todos y todos cabemos.

Esa caridad aplicada en cada persona tiene una lucha entre el bien y el mal. Por eso la necesidad de la vigilancia, de la moralidad y de ese principio del santo temor de Dios. Pues son muchos los que desean hacer el bien y otro grupo que se goza con el mal. De ahí la constante conversión, donde no hay culpables, sino soluciones.

Entonces caemos en la justicia que va muy unida a la caridad. Pues cuando hay justicia llega la paz, por eso es que no se puede construir la paz en el odio o la venganza. Y desde aquí, vamos comprendiendo, esa dimensión inmensa de la caridad que nos abre los ojos como un faro ante el navegante perdido en el mar. Es propicio afirmar, en este punto, que jamás, pero nunca se podrá a amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al prójimo a quien sí vemos.

Hacer la caridad no es un mero asistencialismo donde se colocan paños de agua tibia, pero la inflamación de la pobreza crecer como al espuma. Los que critican la caridad, de seguro, nunca han dado medio para ayudar a otros, pero si abren la boca para criticar. Esta caridad tan necesaria para poder ver a Dios en la verdad del día, nos invita a realizarla en el espíritu del amor.

No se trata, entonces, de dar o no dar; de abrir o cerrar la mano ante el que necesita. Es acompañar porque hay mayor alegría en dar que en recibir. Claro hay que hacer actos, mover gente, programar encuentros, buscar los recursos. Pero nunca confundir caridad con apariencia. Somos amantes de Dios que nos organizamos en la fe para servir con amor.

Para mí, como sacerdote, no me parece bien que una comunidad parroquial no viva en la caridad. Es decir, sirviendo y dando el mejor esfuerzo para acompañar a los pobres. De ahí, que todos los católicos, debiéramos enamorarnos en una sana y efectiva educación en las dimensiones sociales del amor, mostrar que uno no puede encerrarse a vivir su cristianismo de una manera individualista.

Esta caridad aprendida, amada y nunca olvidada. Es, en el fondo, un amor que no cambia, que no desmaya, que no rehúye, por el contrario, crece. Es una caridad que nos empuja a ser, delante del plan de Dios, que frente a la creación seamos administradores, frente a Dios seamos hijos, y frente a al prójimo seamos hermanos. No es posible que en le mundo haya un sentido a dominar, explotar y por eso, caemos en la separación, enfrentamiento, tortura y la eficacia para el mal que para el bien.

Más solidarios, más llenos de amor. Y esto no es simple slogan, modernismo o plataforma mentirosa que busca confundir. Nada de eso. Pues la acción del cristiano se inicia en la oración. Que no es otra cosa que escuchar a Dios. Pues cuando Dios visita al hombre lo hace para traerle sus dones y su palabra. Es la oración necesaria para saber lo que Dios quiere. Ese saber implica que de mucha importancia que lo que salva al hombre no es la multiplicidad de las obras, sino la palabra de Dios escuchada con amor y vivida con fidelidad. Hay que comenzar por la oración su acción en la vida. Y así, esta sea provechosa, y se obra del Espíritu en ese accionar en bien de los hombres.

Por tanto, cada persona que lea y reflexione el Evangelio no puede, por ningún concepto, quedarse con los brazos cruzados delante del que necesita o solicite una ayuda. Ese Evangelio nos interpela e incluso, nos ordena, con enorme autoridad, a ser generosos y desprendidos delante de las necesidades del prójimo que es tan hijo de Dios como cualquiera de nosotros.

No es el próximo.

Sino que el prójimo me señala, siempre,

el buen rumbo hacia Dios.

mrivassnchez@gmail.com

 

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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“Viviendo todo falta, muriendo todo sobra”

(Lope de Vega)

Hoy me tocó a mí. Mañana te tocará a ti.

 

Dios jamás nos dijo que no moriríamos. Lo que nos ofreció es que nunca nos abandonaría. Por eso andamos por la vida “pagando” la estadía, es decir, padecemos los rigores de la pobreza, la soledad, el sufrimiento, al enfermedad y la muerte. Por eso, n o podemos olvidar que, cada uno de nosotros, vivimos normalmente un determinado número de años, para que un día determinado descubren que en nuestro organismo existe un cáncer y desde ahí nuestro cuerpo, tanto que le cuidamos, comienza a debilitarse. O lo que es más brutal, creyendo que estamos sanos un ataque al corazón o un accidente acaba con nuestras fuerzas.

Entonces, todos moriremos. Nadie absolutamente escapará de la muerte. Es la realidad más irrefutable del mundo. Desde que somos concebidos en el vientre de nuestra madre, somos por definición, mortales. La muerte es el trance definitivo de la vida. Ante ella cobra todo su realismo la debilidad e impotencia del hombre. Es un momento sin trampa.

Esto produce mucho dolor a la familia y a la comunidad cristiana. Nos enfrenta ante el sentido de la vida y de todo, causa un dolor agudo ante la separación y el aniquilamiento. Con respeto, tenemos que decir con mucho dolor, que aquella persona parte de nuestras vidas, del que tantos recuerdos tenemos, que entrelazó su vida con la nuestra, es ahora un objeto, una cosa que hay que quitar de en medio, porque a la muerte sigue la descomposición. Hay que enterrarlo y despedirnos para siempre. Esto es desgarrador, pero no se puede evitar.

Pero nuestro Dios, rico en misericordia y lleno de bondad, no podía habernos dejado en completas tinieblas acerca de un asunto tan inquietante e importante. Y nos envió a Su Hijo Unigénito, su Segunda Persona Divina, como Luz del Mundo. En Jesucristo Nuestro Señor todas las tinieblas quedan disipadas. Su infinita sabiduría nos ilumina "Yo soy la Luz del Mundo. Quien me sigue no andará en tinieblas"

Toda la Sagrada Escritura nos enseña, pero especialmente el Nuevo Testamento nos descubre el sentido de la vida y de la muerte y nos hace ver lo que Dios tiene preparado para nosotros en la eternidad. Lo primero, es que Dios, el eterno por antonomasia haya querido compartir nuestra naturaleza humana hasta el grado de sufrir El también la muerte. Jesucristo no vino a suprimir la muerte sino a morir por nosotros. "Se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz" (Filipenses 2,8) El misterio de la Cruz nos enseña hasta qué punto el pecado es enemigo de la humanidad ya que se ensañó hasta en la humanidad santísima del Verbo Encarnado.

"El que cree en mí, aunque muera vivirá: y  todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?" (Juan 11, 25) Así, el cristiano sabe que la muerte no solamente no es el fin, sino que por el contrario es el principio de la verdadera vida, la vida eterna. El cristiano iluminado por la fe, ve pues la muerte con ojos muy distintos de los del mundo. Si sabemos lo que nos espera una vez transpuesto el umbral de la muerte, puede ésta llegar a hacerse deseable. El mismo San Pablo, enamorado del Señor, se queja "del cuerpo de pecado" pidiendo ser liberado ya de él. "Para mí la vida es Cristo y la muerte ganancia" (Filipenses 1,21) "Cuando se manifieste el que es nuestra vida, Cristo, ustedes también estarán en gloria y vendrán a la luz con El" (Col.3, 4)

Pero somos tan carnales , tan terrenales, que nos aferramos a esta vida. Pero despreciamos los momentos importantes de la vida y dejamos a un lado los encuentros familiares. Para que todos los afanes estén centrados para obtener de la vida lo mejor para nosotros y acomodarnos en la tierra lo mejor que podamos.

Por eso, el día de todos los difuntos debía de ser un despertar para valorar la vida y comprender el secreto de la muerte. Valorarla para respetarnos y amarnos más pero en vida. Comprender el secreto de la muerte para no quedarnos ella, sino que aceptándola prepararla con la vida y una vida de dignidad, agradecimiento y mucho amor para los seres queridos pero en vida y no después de la muerte.

Nuestra vida tiene que ser un entorno de familia y un encuentro con Dios familiar. Hay que vivir con los pies bien asentados en la tierra, pero con el anhelo de obtener al fin de nuestros días, la corona de gloria eterna. Aunque somos muchos los que andamos perdidos, muertos en medio del pecado y la destrucción personal y familiar.

Vale la pena encender la esperanza. Donde quien muere está confiado en el Señor. "En tus manos encomiendo mi espíritu" (Lucas 23, 26) Bien lo proclama la Iglesia en esa oración que hace y celebra en la fe en un Dios que salva. El hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz. La muerte corporal será vencida.

"Dios, Padre Todopoderoso, apoyados en nuestra fe, que proclama la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que concedas a nuestro hermano N. que así como ha participado ya de la muerte de Cristo, llegue también a participar de la alegría de su gloriosa resurrección" (Oración Colecta de la Misa de Difuntos)

“No es una vida breve o una vida larga.

Sino que es un tiempo para amar, para compartir

Se hace necesario que cada uno de nosotros sea una bendición para los demás”

 

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Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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La Santa Eucaristía

" H agan esto en memoria mía"
( Lucas 22,19)

 

L a Eucaristía es el Sacramento que contiene verdaderamente el Cuerpo y Sangre de Jesucristo, juntamente con su Alma y Divinidad, toda la Persona de Cristo vivo y glorioso, bajo las apariencias de pan y vino.

Somos católicos y como tal, creemos que Jesucristo está personalmente presente en el altar siempre que haya una hostia consagrada en el sagrario. Que Jesucristo en cada misa se hace presente para que se nos entregue cada vez que recibimos la Santa Comunión.

La Eucaristía es uno de los siete sacramentos instituidos por Cristo para que participemos de la vida de Dios. Es el mayor de todos los sacramentos, porque contiene a Cristo mismo, el Autor Divino de los Sacramentos. Habrá que recordar que la palabra “Eucaristía” significa “Acción de gracias” y para agradecerle a Dios, sería bueno que les escribiéramos a los niños que se están preparando para recibir la Sagrada Comunión.

Cuando hablamos de Eucaristía nos referimos a la Santa Misa. Antes de comenzar la pasión Cristo se reúne con sus discípulos en la última cena para instituir el sacramento de la Eucaristía. Ahí convirtió el pan y vino en su mismo cuerpo vivo, y se lo dio a comer; hizo participes de su sacerdocio a los apóstoles y les mandó que hicieran lo mismo en memoria suya.

La Santa Misa es la renovación del sacrificio reconciliador del Señor Jesús. Por eso asistir los domingos a misa no es una mera obligación que está escrito en el tercer mandamiento “Santificar las fiestas” sino un acto de amor

Es un acto de amor que debe brotar naturalmente de cada cristiano, como respuesta agradecida ante el inmenso don que significa que Dios se haga presente en la Eucaristía. Entonces es el sacramento del cuerpo y la sangre de Jesucristo bajo las especies de pan y vino. Por medio de la consagración, el sacerdote convierte realmente en su cuerpo y sangre el pan y vino ofrecido en el altar.

Cuando vamos a misa adoramos a Dios, le agradecemos por todo, pedimos perdón y le recordamos que queremos seguir siendo sus hijos y por tanto necesitamos de su ayuda. Es Dios mismo quien nos alimenta, por eso llamamos comunión al momento de recibirlo. De ahí que se le llame a la misa banquete sagrado La Comunión es recibir a Jesucristo sacramentado en la Eucaristía ; de manera que, al comulgar, entra en nosotros mismos Jesucristo vivo, verdadero Dios y verdadero hombre, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad.

La Eucaristía es la fuente y cumbre de la vida de la iglesia, y también lo es de nuestra vida en Dios. Si queremos vivir en Dios necesitamos recibirlo. Para ello cada niño, cada persona tiene que prepararse. Ya que se prepara para recibir la Sagrada Hostia , que no es cualquier cosa, sino es una Persona Divina, es Jesús vivo y verdadero. Recordemos que para comulgar hay que estar en gracia de Dios, guardar el ayuno eucarístico (Una hora antes) y saber a quién va a recibir.

La Eucaristía exige que la familia del niño renueve su fe antes que se llegue a la primera comunión. Esto lo llamamos catequesis de adultos. Tiempo para recordar, madurar y renovar el cristianismo desde el corazón. Se busca que papá, mamá se encuentren con Jesucristo y dando ejemplo a sus hijos pueda también nacer en el hogar. Esta Comunión se debe recibir cuando se comienza a tener uso de razón, lo cual se supone a partir de los siete años. Sin olvidar que cada niño se debe preparar concientemente acerca del sacramento de la penitencia.

No podemos olvidar que la Eucaristía , la Santa Misa es comida que nos recuerda la Última Cena, que celebra nuestra fraternidad en Cristo y anticipa ya el banquete mesiánico del Reino de los Cielos. Además, Jesús se da en la Eucaristía como el Pan de Vida que alimenta a los cristianos. Por eso cuando termina la misa y sobra pan consagrado se coloca en el Sagrario y allí se guarda reverentemente. La Eucaristía en el Sagrario es un signo por el cual Nuestro Señor está constantemente presente en medio de su pueblo y es alimento espiritual para enfermos y moribundos. De ahí el agradecimiento, adoración y devoción a la real presencia de Cristo reservado en el Santísimo Sacramento.

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Padre Marcelo Rivas Sánchez

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¡Gloria al bravo pueblo!

Letra de Vicente Salias

Música de Juan José Landaeta

Sonó nuestro himno y los venezolanos siguieron sus pasos. Se escuchó el clarín de la llamada para dar una decisión y todos han respondido. Hoy, para no olvidar, se vive uno de los mejores momentos. Momentos que desearía congelar por el bien de los más pequeños, ya que un país se ha puesto de pie y empieza a detener un avance muy peligroso para la democracia.

Nadie eligió a un presidente para que implementara un comunismo en una lucha de ricos y pobres; jamás le dimos permiso para decretar la guerra a muerte contra los que no piensen como él. Nunca, pero nunca se le autorizó para que regalara nuestros bienes mientras que muchos aquí los necesitamos. Por eso hoy se ha detenido el miedo y se ha quitado la cobardía de muchos que no lo creían. Empezamos a borrar una Venezuela enfrentada, ofensiva y desafiante frente a los demás Países y Organismos mundiales.

Ese himno tan mal usado y trajinado hoy ha sonado con tal fuerza que todos, sin excepción, hemos sentido su llamada y les hemos obedecido. Desde hoy las cosas comienzan a cambiar. Es un cambio anunciado, necesario y muy útil para que volvamos a la unidad de Venezuela que empezaba caerse a pedazos dentro de un enfrentamiento conducido e inyectado con odios por brillar afuera y ser oscuridad dentro.

A Ustedes Parlamentarios les corresponde responder con pulcritud tanta confianza. No es que sean mesías o salvadores, sino que desde esos circuitos, de donde la gente les conoce y espera, vendrán las mejores oraciones, pero también los grandes reclamos, si no cumplen con lo debido delante de la verdad y la justicia. Ser hoy parlamentario es una necesidad delante de tantas complacencias que hemos visto desde el lugar donde se hacen las leyes. Por eso es que Venezuela está urgida de parlamentarios con capacidad, dotados de seriedad y con esa libertad de acción para que sepan rendir cuentas a la ciudadanía que les eligió.

Sonó nuestro himno nacional dando al traste a tanta inmoralidad y corrupción que destruye los valores familiares y ciudadanos. Sonó y seguirá sonando para decirnos y a la vez recordarnos que no es suficiente ir a votar, sino que hay que saber por quien se vota y cuales cualidades tiene el elegido. Desde hoy comienza la cuenta regresiva para quienes abusaron del poder y se adueñaron del país. Ha llegado el momento más esperado y que tenía en ascuas a muchos.

Ha amanecido un horizonte de esperanza donde a todos nos corresponde, no tanto celebrarla en una borrachera de falsa alegría, sino vivirlo, defenderlo y canalizar todas las fuerzas para volver a ser la Venezuela del progreso, de la unidad, del empuje y de forma muy especial, aquella Venezuela donde cabemos todos y todos somos importantes y lugar privilegiado para hacer realidad la mejor ley para la vida.

Se hará realidad, a partir de este momento, que la Asamblea Nacional “en mayúsculas” se lanza a cumplir su deber. Ya no más leyes por decreto donde una persona define y se da el vuelto. A partir de este momento a controlar, a hacer realidad tantas obras paralizadas, a meter en cintura tanta corrupción. Después de tanta tempestad vendrá la calma y de seguro, todo se pondrá en su justo deber.

mrivassnchez@gmail.com

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Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Con decisión y sin miedo

“Aunque los miedos son libres. Paralizan y perturban”

 

Con la visita del Papa Juan Pablo II se nos decía: “despierta y reacciona” ¡Es el momento! Hoy lo tendremos que recordar y aplicar para la situación que nos toca vivir en referencia a las elecciones parlamentarias de este 26 de septiembre.

Pues cada decisión que tomamos en la vida implica optar, decidir por algo y renunciar a otra. No hay que permitir que nos ataque la duda. Mucho menos que no aprovechemos este gran momento de opinar y elegir. Es el momento y no se puede despreciar, mucho menos dejarlo pasar como un domingo en la playa. No es la hora de sacarnos los trapos al sol, sino salirle al sol para dar nuestra opinión y saber decidir. De alguna manera nuestros obispos lo decían: “ Los venezolanos estamos necesitados en estos momentos de un clima social y político que favorezca la serenidad espiritual necesaria para encarar las próximas elecciones parlamentarias del 26 de septiembre”

Frente a una decisión hay una realidad. No podemos tapar el sol con un dedo. La realidad nos habla de un deterioro moral donde se ha perdido el respeto, la solidaridad y la justicia. Por eso, hacer el mejor esfuerzo para salir a votar es un acto, más que cívico, es un movimiento positivo para profundizar en la democracia y ganar espacios de participación. Entonces, no votar es dejar a un lado un derecho, una responsabilidad que mañana será reclamado cuando algunas leyes sean contrarias a lo moral y comunitario.

Hay muchos miedos que nos detienen. E incluso nos paralizan de tal manera, que nos quedamos criticando sin asumir posturas serias en busca de soluciones y salidas positivas que ayuden a avanzar. Frente al miedo que detiene las mejores ideas surgen muchas preguntas: ¿Por qué a veces pesa todo? ¿Por qué hay días en que los minutos se hacen eternos? ¿Por qué en ocasiones me siento solo, aun rodeado de gente? ¿Por qué muerde la duda, o la nostalgia? ¿Por qué a veces me siento incomunicado? ¿Por qué cuesta tanto pedir ayuda? ¿Por qué, a veces, no me aguanto ni a mí mismo? Esto nos revuelve, nos somete y nos ataca con tal fuerza que intenta quitar la paz y la decisión. Es aquí, donde la casta debe salirnos, para iniciar un regreso y pronto.

Es el momento de la calma. De comprender que después de la tempestad viene la tranquilidad. Que aunque por aquí llueve en otras partes no escampa. Sabemos que nos movemos entre trampas y que el recuerdo del engaño nos persigue. Claro vivir con miedo es angustiante y casi asfixia. Es por eso, que debemos intentar apaciguarnos, escuchar y llegar a una serenidad para que nos venga la ansiada calma que ayudará a decidir.

Debemos salir y al hacerlo miramos con la frente en alto. Unos para ejercer el voto libre y consciente; otros para superar la rabia; algunos para recapitular y reconocer que hay que hacerlo pensando en Venezuela y no en un partidismo electorero. Todos debemos salir. Nadie se debe quedar. Jamás renunciar a un derecho. Claro hay noticias que paralizan y meten miedo, pero aunque nos estremecen, debemos continuar. Sabiendo que falta la paz, el pan, la educación, el acceso a la salud… Y aún así, hay que proseguir, incluso en permanente tensión cuando se vive desde enfrentamientos estériles, rencores, descalificaciones. Vidas en permanente zozobra cuando calla el amor y habla el egoísmo. Es la hora, pues, de salir, desperezarse y volver a retomar un rumbo perdido y casi lejano que se nos escapaba de las manos.

No te detengas. Sal al encuentro de la mejor decisión. Es el tiempo y la hora en que Venezuela te llama y te acompaña. Nadie te podrá detener pues mirando a tus hijos nos corresponde decidir. Adelante. Nada nos detendrá. Ya que sería un pecado no intentarlo. Sería una tremendura no ver esta realidad. Y una nota muy oscura en la mejor oportunidad para opinar y dar a conocer mi decisión.

“Opina, aunque muchos cierren las puertas

al diálogo y a las soluciones”

mrivassnchez@gmail.com


Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Participar y Discernir este 26 de septiembre

“Opinar es tan importante que se hace obligación moral”

Todos, sin distinciones, hombres y mujeres de buena voluntad, tienen la obligación de participar en las elecciones parlamentarias. Pues debemos defender la participación en una auténtica democracia donde la política es una actividad importante y necesaria. Hablo de una política como la búsqueda al bien común donde hay un respeto por la vida, con un cariño para con el matrimonio, para con la familia y apoyo a la libertad religiosa.

Estamos delante de un momento extraordinario para discernir delante de la verdad, donde Dios es testigo, para sufragar sin apasionamientos, haciendo uso de la recta razón y dando lo mejor parar nuestro país. Es importante tener conocimiento del plan sensato que ofrece cada candidato en los distintos circuitos. Sin olvidar las grandes diferencias regionales, la inseguridad donde la delincuencia se ha adueñado de las calles produciendo una violencia social, el irrespeto a la vida humana, la pobreza, el boquete en la educación, la corrupción, el daño al medio ambiente, la incapacidad de algunas instituciones del Estado, sin dejar de nombrar a la inestabilidad jurídica y el desorden moral.

Como cristianos estamos llamados a participar sin dejar a un lado, que es una magnifica oportunidad, para buscar un cambio en un voto razonado y responsable. Sin olvidar que la tarea principal de la política es el orden justo de la sociedad y del Estado, bien expresado por el Papa Benedicto XVI “en Dios es amor” Entonces, en cada uno está la mejor decisión y al no ejercerlo se decreta indiferencia que mantendrá en complicidad silencios y miedos.

Nadie debe quedar por fuera. Nadie puede escurrir el bulto buscando culpables para no opinar. Todo lo contrario, hay que pedirle a Dios el regalo de la sabiduría para que ilumine nuestros pasos hacia una participación libre e ilumine a los Parlamentarios que serán electos para que sepan discernir entre el bien y el mal. Es importante la participación electoral, porque votar es derecho elemental de cada ciudadano. Por eso nadie se debe quedar en casa como mero observador. Claro, debo decirlo, hoy en día se vive una realidad en esa gran desconfianza en las instituciones y en los procesos electorales ; se vive un enfrentamiento donde se le mete miedo a los contrarios; se compran conciencias e incluso se persigue a los electores para que no hagan lo contrario.

Esta hermosa oportunidad debe ser asumida como un proceso democrático que enorgullece a todos donde el respeto, la colaboración, la armonía y la paz social sea el mejor de los regalos. Un regalo que urge para el bien de todos. Por eso no se puede ser buen cristiano, si no se es un buen ciudadano. Pues todos estamos implicados y todos merecemos vivir una democracia más auténtica y participativa. Ya que el voto personal, libre, razonado y secreto es insustituible y es un deber moral de todo ciudadano.

Hay que saber discernir. En cada uno de los candidatos hay una gran responsabilidad en la elaboración de leyes más justas y actualizadas. Representan al pueblo y como tal estarán siempre a favor de ellos. De ahí como sacerdote, debo hacer conciencia en los fieles de sus derechos y deberes ciudadanos. Pero también, como pastor, debo ser factor de unidad y de comunión, de reconciliación y de paz. Porque ningún partido representa a la Iglesia y los católicos pueden militar o dar su voto libremente al parlamentario o partido que mejor responda a sus convicciones personales, con tal de que sean compatibles con la ley moral natural y que sirvan sinceramente al bien común de la sociedad.

Todos a votar. En cada uno debe reinar la libertad. Nada de comprar o vender el voto. El voto no debe ser obtenido mediante sobornos o amenaza de desquites. Todo lo que constituya una forma fraudulenta de obtener el voto, es deshonesto y constituye una falta moral grave, pues se manipula a la persona, hiriendo su dignidad, tanto más cuando se especula con la pobreza o la ignorancia de la gente sencilla.

Sin miedo y con decisión. Jamás con dudas. Nunca irresponsablemente. Si todos buscamos el bien común y cumplimos con nuestro deber personal, todo el pueblo habrá resultado ganador. Tenemos la oportunidad de ejercer nuestro derecho y nuestro deber como ciudadanos libres de votar por quien pueda ser el mejor parlamentario. La participación con el voto es una efectiva contribución para una vida más democrática. Eso sí, al final del proceso electoral, todos, candidatos y electores, debemos dejar atrás los apasionamientos y rivalidades de las campañas, sumándonos constructivamente para conseguir una sociedad más justa y solidaria.

 

Que Dios nos ayude y la Virgen Santísima del Valle junto a San Antonio de Padua nos acompañe.

 

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Para tiempos difíciles.

 

Somos muchos los que pensamos que Dios nos ha castigado por lo que sucede en Venezuela; otros piensan que el infierno se mudó al lugar que pisamos; algunos, más que quejarnos, creen que debemos hacer algo y rápido. Entonces, para este tiempo, más que ángeles, hacen falta hombres, mujeres de carne y hueso que en conciencia emprendan un viaje sin retorno. Es un viaje real, sin nada que esconder. Con capacidad de saber oír, pero sin detenerse con distracciones por un caminar de diversiones.

Hombres, mujeres que sepan dar sin esperar recibir. Que vayan a lo roto para componerlo; a lo dividido para unirlo sin, jamás pensar, que se es mesías o cosa parecida, pues de eso hemos bebido bastante. Hombres y mujeres como cualquiera, pero que han sabido ponerse del lado de quienes están más rotos por dentro y por fuera. De Ellos, se les ve poco y su accionar es determinante. De Ellos se espera mucho, pues son muchos los que están dañados. Claro, no son simples mecánicos que necesitan comer hoy y repetir mañana. Ellos son personas llenas de fe y de Dios que los impulsa, que les anima a dar esperanzas a una sociedad carcomida por la envidia, el enfrentamiento y la rabia.

Sabemos que estamos trastornados por tantos engaños, demasiadas mentiras y muchas desilusiones. Es una suma de insatisfacciones que necesitan ser arrojadas, sanadas y devueltas al precipicio del olvido donde más nunca regresen. Ellos nos irán indicando el camino. Sin obligarnos, sin comprar conciencias, sin amenazas y dando pie a la libertad que nos han quitado por estar de “creyones” Por eso, nos salen al paso para gritarnos: ¡El tiempo se acorta! ¡La hora ha llegado! ¡Es el momento!

Nos encontramos con un difícil momento que produce desesperación por las dimensiones de un mal que desborda. En Ellos la necesidad de terminar con aquella idea la de un Dios bondadoso, que protege a los buenos y castiga a los malos. Idea que nos ha paralizado y no nos ha dejado actuar conforme a la verdad de lo que está sucediendo. Aquí no estoy negando la presencia de Dios, sino que todo se lo dejamos a Dios y por eso, pensamos que estamos empavados, con la cruz a la espalda y que ya nada se puede hacer. En Ellos la conciencia de que no todo está perdido. Que podemos encontrar la luz al final del túnel. Que no hay mayor oscuridad cuando está a punto de amanecer.

Son como faros que irradian luz para iluminar caminos de soluciones. Claro, no puedo negar, que hay mom entos que estamos hartos, en que no podemos más, en que queremos decir todo lo que habitualmente callamos ; queremos decirlo, aunque no tengamos razón, aunque estemos mal; a veces desesperados por la ausencia de justicia, por la lentitud con que cambian las cosas (o no cambian); en que nos estrellamos contra muros de piedra (otras personas); en que queremos gritar, de pura contrariedad, cansancio o rabia que se nos sale por los poros. Es aquí donde esa luz, que viene, de Ellos, nos invitan a seguir. Salir adelante , no tirar la toalla. Porque al final las tormentas dan paso a tiempos tranquilos. Porque, pese a la lentitud, las cosas se mueven, y los muros siempre tienen alguna rendija.

Claro, son muchos, los que desean que nos mantengamos silenciosos, inútiles, agazapados, incluso, detenidos con miedo y sin ideas productivas. Entonces, habrá que seguir, seguir los estudios o el trabajo, con los proyectos, aunque no parezcan conducir a ningún sitio. Seguir es la consigna de quienes saben de caminos y gozan con las mejores luchas. Seguir a pesar del cansancio ante la espera que no llega, pero que, en medio de todo, también Dios nos acompaña.

 

Seguir para saber detenernos.

Seguir aceptando el error como oportunidad de cambio.

Seguir haciendo el mejor esfuerzo para avanzar.

Seguir planteando los problemas para no venirse abajo.

Seguir para aprender a sonreír aunque sintamos dolor.

En medio de estas angustias que nos tiran al piso, nos revuelcan y nos dejan rodear en la porquería de una politiquería rancia, sucia y trasnochada. Es la hora de emprender, junto a Ellos, nuevos caminos. Levantando la mirada por encima de lo que nos pesa. Incluso, llorar sin complejos, para evitar infartos y así tener la fuerza para, secar el rostro y con la frente en alto, aceptar lo difícil del camino. En Ellos confianza pues son enviados por Dios, que es confianza total y eterna.

 

Se acercan gracias a Ellos, momentos de luz y de esperanza

para encontrar claridad de salidas.

Una salida muy unida al salmo 42

“¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué estás gimiendo?

Espera en Dios…”

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Después del filme la Última Cima

“Ser sacerdote es un regalo de Dios.

Criticarlos en una tarea habitual.

Reconocerle sus méritos es ser un come santos”

 

Cualquiera podría decir que es la única película que habla bien de los curas. Que hoy más que nunca nos hacía falta una película así para salir de tantas críticas y despellejo que nos tiran por todos lados. Pues sepan que de pecados y errores sabemos y mucho los sacerdotes. Pero, una cosa, es cierta, a la hora de criticarlos se hace de forma despiadada y sin contemplaciones. Del árbol caído todos quieren hacer leña.

Todo sucede en la vida del Padre Pablo Domínguez Prieto, joven sacerdote que falleció en un accidente de montaña en el Moncayo, en febrero del año pasado a los 42 años. Nacido en la capital española en 1966, ordenado sacerdote a los 24 años. Doctor en Filosofía y en Teología, publicó 7 libros y decenas de artículos, impartió más de 50 conferencias. Era un buen alpinista y escalador. Coronó todas las cimas españolas superiores a 2.000 metros y otras superiores en los Alpes y los Andes. Cuando podía, celebraba misa en la cumbre. Decano de la facultad de Teología San Dámaso de Madrid. En él destacaba la alegría y buen humor, su optimismo, incluso en los momentos más dramáticos, porque confiaba totalmente en su gran amor: Dios... 'que no es un amigo cualquiera, sino que es un Padre Todopoderoso', dicho con sus palabras" Un enamorado de Dios, de la Iglesia, claro y un embebido por las bellezas de las montañas pues allí estaba Dios de un modo más íntimo.

Este filme nace de una corta conversación del cineasta Juan Manuel Cotelo con el Padre Pablo. Bien pudo decir el Director: "Pablo es la demostración de que cualquier persona puede tener una vida fértil. Porque sus virtudes son accesibles a cualquiera" Es por eso que se saca una hermosa enseñanza que hay que escuchar a la gente y que el servicio que podamos hacer con una atenta escucha y una sonrisa son muy necesarias para la vida. Claro el director de la película al principio se negó a realizar este atrevimiento, pero cuando empecé a conocer personas que le habían conocido fue cambiando de opinión.

Son muchas las películas que destruyen a los sacerdotes, incluso se aprovechan de situaciones dudosas para motivar al odio y a la crítica despiadada contra el sacerdocio. Pero con la película “la última cima” se descubre un acenso a querer tocar a Dios, allá en lo más alto de un cielo que no está tan lejos, sino que se acerca con vidas tan sencillas que se quedan contemplando las maravillas de las alturas. En eso consiste la vocación, que es una llamada de Dios para la humanidad en el servicio llevando a los hombres a Dios. Por eso cada sacerdote es de Dios que reparte a Dios a todos sin distinciones.

En la “última cima” queda a un lado sus muchos meritos educativos y títulos, para darle más importancia a su humildad, su alegría, su generosidad, su amor a Dios, su castidad, su desprendimiento de todo lo material..." Dios llama a quien quiere y cada uno responde a Dios como puede. Pues no llama a los mejores, sino que nos va haciendo mejores en el servicio y el amor.

El Padre Pablo en medio de sus muchas subidas siempre se comunicaba con su familia. Aquel día, minutos antes de morir, llamó a su familia y les dijo: "He llegado a la cima" Una cima que siempre esperó coronar. Una cima que le hacía dejar todo y continuar el acenso. Una cima que supo enfrentar con decisión y ánimo de esperanza del encuentro definitivo con el Señor que le llamó al sacerdocio.

No defiendo, en estos momentos, lo indefendible. Sino que destaco que hay hombres a lo escondido que ascienden sin mucho ruido a las manos de Dios. Tampoco escondo los muchos pecados de sacerdotes, pero sí, debo decirles que son muy pocos los que destacan la vida de un sacerdote normal. Y que son muchos los que destapan las cañerías cuando un sacerdote se equivoca. Más que invitarlos a ver la película. Les invito a mirar con ojos de bondad al sacerdote que sirve pastoralmente en su comunidad. Les invito a responder a los muchos problemas con la amistad y el cariño que la soledad, la desilusión y el coraje arrebata en los momentos difíciles por los que pasan los sacerdotes.

Ánimo sacerdotes, Dios nos llamó y él nunca nos abandonará. En la película se rompen mitos y modelos destructivos, para hacer muy fresca la imagen cierta del sacerdote. Pues es muy llamativo que el filme haya tenido coincidencia con la clausura del Año Jubilar Sacerdotal que el Papa celebró en Roma, acompañado por más de 15.000 sacerdotes católicos, llegados de todas partes del mundo. Allí estaban los sacerdotes Jorge y Raúl de nuestra Arquidiócesis.

Quiera Dios que se despierten muchas vocaciones y demasiados como el Padre Pablo sigan el camino que adorna Dios con su bondad y su acompañamiento.

mrivassnchez@gmail.com

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Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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TODOS SOMOS IGLESIA

La novedad no es tanto la Iglesia como institución, sino que todos los bautizados se comprometan a extender y vivir el Reino de Dios. Eso si que es novedad y garantizaría que a los más lejanos les llegará el anuncio. Es decir, nacería lo que hemos olvidado o por lo menos engavetado, una Iglesia en Misión. Entonces se entendería la pastoral no como un simple hacer por hacer, sino como dar al mundo lo que recibimos de Jesús, que no es otro que el Buen Pastor. Conoce y llama a sus ovejas por su nombre y le conocen. (Juan 13,35)

Desde un largo andar hemos llegado al encuentro de los Obispos en Brasil, Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida, mayo 2007 para que allí tomáramos conciencia de que el 43% de los feligreses del mundo viven en América Latina. Esta Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción. Bien lo decía el Papa Benedicto XVI al inaugurar la Conferencia Episcopal en Aparecida: “La auténtica riqueza de América Latina consiste en la fe en Dios Amor” Además, nos reconocemos pobres, mendicantes de la misericordia de Dios, inspirados en la Resurrección. Por eso tiene sentido la Misión Continental, como exigencia de ese encuentro de obispos en Aparecida, que no se limita a un simple programa o proyecto de esquemas en papeles. Es una misión del compartir esa rica experiencia del encuentro con Cristo, bien insistida y dada a conocer por el Padre Jesús Erdozaín responsable de la Espiritualidad para el Proyecto de Pastoral Comunitaria por un Mundo Mejor. Entonces, hay que salir, dar a conocer y formar ese gran anhelo de una comunidad de comunidades. (Hechos 1,8)

El Papa ante 150.000 peregrinos que llenaban la explanada del Santuario de Nuestra Señora de Aparecida, el Papa convocó al continente a lanzar un nueva evangelización. Quería el Papa que todos comprendiéramos que la Iglesia se sienta discípula y misionera de ese Amor: misionera solamente en cuanto discípula, es decir, capaz de dejarse atraer siempre, con renovado embeleso, por Dios que nos amó y nos ama primero. Palabras muy serias, profundas y aleccionadoras para unos cuantos que nos hemos quedado, contemplando con los brazos cruzados, sin hacer nada por los otros. (Hechos 1,11) Al no hacer nada por los demás que nos esperan, estamos dejando abierta la puerta para que haya una expansión agresiva de algunas sectas fundamentalistas. Todo porque hemos perdido aquel primer amor de Dios que muere en la cruz. Esto no está lejos de nosotros pues seguimos siendo el Continente de la esperanza. Por eso a ser discípulos y misioneros valientes y eficaces. Valiente para soportar el rigor del camino y eficaces para vivir y dar testimonio de ese amor de Dios en cada uno de nosotros.

Es una Iglesia que tiene que vivir en misión. Una obligación que en Pentecostés donde el Espíritu Santo entrega sus dones y carismas dando su presencia y vitalidad. A esto se une una gran verdad Dios nos acompaña dentro de una comunidad, pues Dios no nos quiso salvar en islas, aislados, sino en racimo, como auténtico pueblo. Ante esta verdad pletórica del amor de Dios se nos impone una renovación parroquial dentro de una estructura de servicios que se lanzan a la búsqueda de los más lejanos. Bien, tendríamos que decir, el modelo de Iglesia en pastoral de Aparecida es Discípula – Misionera Comunitaria.

Al llegar, como amigos, a los más lejanos encontramos: prostitución infantil, embarazo precoz, drogadicción, alcoholismo, secuestros, delincuencia, ancianos, indigentes, campesinos, niños de la calle, vagos… que son rostros de excluidos que necesitan de nuestra evangelización. Ante esto y mucho más que nos escandaliza y nos avergüenza la Diócesis se organiza en un proyecto renovando y organizando programas para llegar a ellos. En cada Diócesis se encuentra el lugar privilegiado para la comunión. Por eso requiere de la ayuda y la unidad de todos en participación y responsabilidad.

Esta Iglesia necesita partir por una toma de conciencia frente a esta verdad “Iglesia discípula y misionera en comunidad”, para organizarse por etapas mirando la iniciación cristiana que incluya el Kerigma para vivir una digna preparación a la Pascua. Antes esto se necesita catequistas permanentes de fuerza espiritual y de amor que enseñe ese amor de Dios a todos dentro de un catecumenado digno de hijos de Dios. Sin olvidar la Eucaristía, fuente y cumbre; la Palabra de Dios que nos abre a la solidaridad; con capacidad para saber ofrecer y hacer nacer vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Todo dedicado al servicio a la vida y así, la Iglesia sea casa de los pobres, con laicos protagónicos.

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Sin avergonzarnos de ser Católicos

 

Somos demasiados que creemos que el catolicismo es un templo o la figura del sacerdote para quedamos con un rito que a la larga cansa y desgasta. Catolicismo deriva del griego katholikós y significa “el que constituye un todo” Se representa a través del Papa, que simboliza la unidad de la Iglesia, sucesor de Pedro, primer obispo de Roma. Pero esto requiere mucho más y el ofrecimiento de todo el ser agradecido a Dios, quien en Jesucristo (segunda persona de la Trinidad) llama e instituye apóstoles para llevar a los más lejanos la fuerza de la salvación en la Buena Noticia de la Resurrección. Esa Iglesia naciente animada por el Espíritu Santo se ve confortada con el Vaticano II quien abre sus ventanas para oxigenar y en cambios importantes para dirigirse a los Laicos para un mayor compromiso y una mejor acción a favor de todos.

Hoy en día pasamos por un mal momento. Momento de tormentos producidos por la humanidad débil y pecadores de quienes llevamos adelante la Iglesia. Esto nos dice que el catolicismo es llevado por humanos y por tanto por pecadores. Son muchos los que nos descalifican e incluso condenan a unos por otros. Jesucristo nos había advertido que son muchos los enemigos. Claro la verdad es verdad. No quiero con esto ocultar el pecado o la equivocación. Pero sí advertir que hay personas que “de depreciado” buscan destruir, silenciar, se burlen de nosotros, nos ofendan y nos amenacen con llevarnos a los tribunales civiles. Bien le escribe Pablo a Timoteo para decirle: "Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a perfección tu ministerio" (2 Tim 4,2-5)

El Papa Benedicto XVI reflexiona y nos dice: "El mundo no comprende al cristiano, no comprende a los ministros del Evangelio. En parte porque de hecho no conoce a Dios, y en parte porque no quiere conocer a Dios, para que no lo perturbe su voluntad, y por eso no quiere escuchar a sus ministros; eso podría ponerlo en crisis" (3-V-09) Pero, comprendamos que la Iglesia no es el enemigo a vencer, ya que solo pedimos libertad para exponer el Evangelio, para ofrecer a Jesucristo como único camino de verdad, de libertad y de vida plena. Sabiendo que esto no es tarea exclusiva de la jerarquía de la Iglesia, sino de todo el pueblo de Dios, todos testigos del Evangelio.

Esto es aprovechado por los mal llamados “evangélicos” que su verdadero nombre es protestantes, ya que protestan por los otros y ellos se creen salvados. Ellos se rigen por sus propios acuerdos y tradiciones, incluso deformando la Santa Biblia. Sin olvidar su excesivo proselitismo en domicilios, plazas y sitios públicos para criticarnos como si todos fuéramos borrachos y pecadores destructores. Nos llaman idólatras a tal punto que destruyen imágenes religiosas o las critican despiadadamente. Pero ocultan sus graves problemas donde miles de sectas tienen sus propias creencias, con subdivisiones internas que los lleva a fundar más y más sectas que separan, dividen y relegan a quienes no estén con ellos. Esto bien visto por el gobierno apoyado en aquello de libertad de cultos, olvidando que esto trae desequilibrios familiar, destrucción de lo autóctono con desprecio a valores y realidades venezolanas.

El Vaticano II nos señala que “la verdad no se impone de otra manera que por la fuerza de la misma verdad” (Declaración Dignitatis humanae, 1), y que “nadie debe ser forzado a abrazar la fe contra su voluntad” (Ib, 10) Aquí, entre nosotros, hay convivencia pacífica, tolerancia serena, respeto a la libertad religiosa de unos y otros. Sólo que no aceptamos la ofensas y eso de que ellos y solamente ellos se salvarán. Pero he sabido de maestros, educadores e incluso Directores de escuelas o liceos que abusan obligando a los alumnos a aceptar tales sectas e incluso negando los servicios religiosos católicos en la institución. A esto se debe imponer la comunidad y jamás despreciar a Dios que nos bendice y nos alimenta.

Ese catolicismo no se defiende con palabras que producen heridas, se vive y se lleva en el testimonio cotidiano. Por eso hay necesidad de educarnos para que no sólo haya tolerancia a la diversidad religiosa, sino que nos amemos como hermanos, siguiendo el precepto evangélico de amar a los demás, a pesar de que sean de diferente religión, e incluso enemigos. Que haya siempre el respeto para conocernos y así orar y meditar juntos la Palabra de Dios que nos invita a trabajar por la paz y la reconciliación en un país dividido.

El respeto al artículo 59 de la Constitución garantiza la libertad de culto y religión. Siempre y cuando que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres y al orden público. Por eso los Legisladores y las Autoridades tienen que hacer que se respete y sin olvidar que los padres tienen derecho a que sus hijos reciban la educación religiosa que esté de acuerdo con sus convicciones. Sin que nadie imponga y mucho menos se les desprecie o se le critique por tal práctica religiosa.

Hoy somos 1.166 millones, casi un 12% que hace nueve años (Anuario estadístico de la Iglesia 2010) Obispos de 4.541 en 2000 a 5.002 en 2008, con un aumento del 10,15%. La población sacerdotal, tanto diocesana como religiosa, muestra un ligero crecimiento a lo largo de estos nueve años (con un aumento del 0,98% a nivel mundial), pasando de 405.178 en 2000 a 409.166 en 2008. Las religiosas son casi el doble que los sacerdotes y 14 veces los religiosos, pero actualmente están disminuyendo. Han pasado de 800.000 en 2000 a 740.000 en 2008. Seminaristas de 110.583 en 2000 a más de 117.024 en 2008.

Que todos nos esforcemos por cumplir el deseo de Jesucristo de mantenernos unidos, dentro de la legítima pluralidad en lo que es esencial. Pidamos al Espíritu Santo que nos conceda su gracia para superar toda división entre nosotros, pues nuestras divisiones son un impedimento para evangelizar a tanta gente que no tiene fe.

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Abriendo Senderos…

Señor Jesús, no hay caminos en mi vida,

apenas senderos que al caminarlos se cierran…

No hay recetas en el campo pastoral. Se está con Dios o se está contra Dios. Sin Dios nada, con Dios todo. Por eso muchos senderos donde Dios nos va colocando. Los hay que se encuentran torcidos, análogos que están llenos de muchas encrucijadas. Al avanzar descubrimos que esos senderos no tienen brújula, ni indicadores que señalen donde está el norte. Son muchas las veces en que nos encontramos perdidos, desfallecidos, incluso, confundidos como detenidos en plena senda sin fuerzas, sin ganas, completamente inertes.

No es el sendero que detiene sino la falta de dirección. Eso nos pasa cuando dejamos que nuestras únicas fuerzas y apetencias sean las herramientas que nos señalen esa búsqueda de una posible dirección. Por eso el cansancio, el desinterés y el desánimo que a diario nos golpea.

Correr y correr. Hacer por hacer son repeticiones de una misma tarea que se convierte en droga para un sendero donde se ha dejado todo y a nadie hemos convertido. Rodeado de una dimensión que a la larga se convierte en ritualismo, repetición hasta llegar a un comportamiento que se vuelve necesario. De ahí un sendero sin dirección, sin ánimo para terminar cansado, derrotado y sin ánimos para continuar.

Es Dios quien debe motivar y acompañar a través de los senderos de la vida. No son las apetencias personales, los premios a recibir o los pagos por lo realizado. Todo cristiano está llamado a abrir senderos donde caminen todos. Donde todos sean importantes. Donde muchos hagan poco y no pocos lo hagan todo. Es un sendero abierto desde la cruz y ampliado en la resurrección. Sendero que contagia y motiva a muchos y abraza a demasiados para que nos sintamos cada día más hermanos y familia.

Debemos saber, para no olvidar, que Dios nos llama a abrir senderos. Conociendo la meta que es la eternidad. Vivida y disfrutada aquí en convicción de amor, de perdón y de mucha solidaridad. Sendero que se centra en la oración, bebe de la Palabra y se nutre de la Eucaristía. Sin olvidar que Jesús es camino, verdad y vida (Juan 14,6) Por eso, en el sendero está Dios y al encontrarlo se vive en él para siempre.

En ese sendero transitado por Dios ocurre lo más simpático de la vida. De repente, sin buscarlo, sin esperarlo aparece una amistad única e increíble que alimenta y favorece el camino. Dios que abraza lo cotidiano y lo llena de extraordinario para que nos salte al oído el salmo 139,7-9 “ ¿A dónde me alejaré de tu aliento? ¿Dónde huiré de tu presencia? Si escalo el cielo, allí estás tú, si me acuesto en el abismo, ahí estás. Si me traslado al ruedo de la aurora, o me instalo en el confín del mar…” Reconozco que muchas veces nos cuesta darnos cuenta, pues muchas veces necesitamos sentir mucho, vivir mucho, experimentando algo nuevo. Por eso hay que disparar la oración para entender la voz de Dios y disponerse a dar una respuesta. Respuesta envuelta en aquella mujer humilde que supo decir “Sí” al Señor de la vida. María, la Virgen quien se alegró en el Señor y proclamó la grandeza del Señor. (Lucas 1,46)

Entonces, un sendero escogido, que no es capricho por recorrerlo; no es una dura subida empinada que abruma y sofoca; No es desprecio a la vida y entrega en soledad a un duro trabajo. Es y debe ser presencia de Dios en cada uno de los esfuerzos; alegría de servicio en la entrega generosa y es apertura de corazón para sanar tantas heridas abiertas por el egoísmo y la indiferencia.

Es la hora de empezar. Mañana será tarde.

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Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Una Parroquia después de sus fiestas patronales

“Con gratitud a los jóvenes del Municipio Mejía”

San Antonio de Padua, antiguamente llamado Golfo de las Perlas y nacido en lo que hoy se llama “La Peña” de las manos de Capuchinos Aragoneses en 1691 se ha movido bajo el signo de un hermoso lema “En busca de los más lejanos…” para dar paso a sus fiestas Patronales 2010. Ya San Antonio tiene una riqueza acuñada en sus muchos años de tradición de mucho sazón, alegría y demasiado entusiasmo. De ello han sido testigos sacerdotes que desde el año 1910 han llevado adelante el trabajo parroquial tales como Cruz Antonio Silva, Fraile Arcángel de Valdandez, Pbro. Ramón Juan Querol, Pbro. Enrique Brekelmans, Pbro. Tomás Márquez, Pbro. Andrés Márquez, Pbro. Bernardo de Hoyos, Pbro. Manuel Bonzas, Pbro. Juan Senderos, Pbro. José Madroso, Pbro. Claudio Briso Montiano, Pbro. Ricardo Atanes Grande, Pbro. Manuel González, Pbro. Reinaldo Heredia, Pbro. Antonio Hernández, Pbro. Honorio de Villaseco, Pbro. Celso de Cícero, Fray Cesáreo de Armelladaz. Sin olvidar Gabriel Henao (1971), Daniel Fernández (1987), Carlos Mendoza (1993), Sebastián Rivas (2002), Antonio Molina (2006) y hoy, yo, quien disfruta de todo lo que ellos sembraron.

Realizadas sus fiestas y haber recorrido caminos, de encuentro con su gente, la Santa Imagen de San Antonio de Padua, vale la pena contarles lo que significó estas Fiestas Patronales.

1. Queriendo todo, se obtiene todo.

Dios no nos llamó por simple voz y hágase. Dios llama en plena libertad de respuesta. Nadie nace entubado, mucho menos con un destino ya fijado. “Hijo de tigre nace rayado” o “genio y figura hasta la sepultura” Nada de eso. Es el amor ejercido por el bien de otros que provoca respuestas.

 

Entonces:

Querer, es la palabra y la acción.

Querer a Dios y hacerlo vida en la oración.

Querer a las personas y servirles con amabilidad y respeto.

Querer a la Iglesia es saber que todos somos importantes.

Querer es la manera de obtener lo mejor de los demás.

 

Por querer y no por otra cosa, se iniciaron unas fiestas que ya nadie las detiene. Hablamos de las fiestas del corazón, de la fe y del encuentro entre hermanos que se necesitan porque se quieren. Ya que hablar de aquellas fiestas con olor Whisky Blended de Luxe añejado y suculento, donde cada quien hacía gala de las mejor borrachera y despertaba aromas sensuales para disfrutar y derramar no será posible por la situación y el contraste tan marcado de pobreza.

 

Es, un recorrido mirando el mañana, más que “cuanto hay para eso” O tal vez, sacando cuentas de un pasado oscuro donde libar para intentar “una canita al aire” nos resultó muy costoso en el orden moral y que para este momento todavía recojamos sus frutos.

2. En busca de los más lejanos

No son los lejanos a los que le falta Dios, sino a nosotros “Citadinos” que hemos engavetado el cristianismo y lo sacamos en cada tristeza como si fuera trofeo. Es a nosotros los que nos falta fijarnos en ellos para poder alcanzar la maduración de la fe. Ya que es cierto que ellos son rudimentarios e incluso hasta toscos, pero en medio de toda esa cristiandad tan tradicional están mejores comunicados con Dios que nosotros. Pues andamos tan ocupados para la vida y entregados para el velorio, el entierro, la misa de los 9 días.

 

Ellos nos evangelizan y deben ser tomados en cuenta para el gran reto de la Iglesia. Un reto de encuentro “verdadero y sincero” con Cristo para alimentar y darle vida a lo espiritual.

 

3. Encuentro con San Antonio de Padua

Un San Antonio fraile franciscano, doctor de la Iglesia y defensor de la verdad. Santo de todo el mundo. Guardián de mujeres estériles, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros. Se le invoca por los objetos perdidos y para pedir un buen esposo (a)

 

Un San Antonio que nos visita y nos recuerda lo grande del amor y la paz; la solidaridad y en el encuentro; del perdón y la capacidad de la fraternidad como regalo de Dios y expresión de una sana convivencia.

 

Es un encuentro para renovarse en el mejor cristianismo. Un cristianismo de acción en la vivencia de los sacramentos. Unos sacramentos para la vida en ese encuentro con Cristo salvador que nos espera y no se cansa de llamarnos a esa vida plena en el Espíritu Santo.

 

4. Para llegar a los más pobres

Todos somos Iglesia y desde el bautismo estamos llamados a servir, pero, de un modo especial, a aquellos que más lo pueden necesitar. Ojalá lleguemos a ser voz de los que no tienen voz, y con mayor vocación a los niños, esperanza de nuestra Iglesia. De ahí que nos dediquemos, después de estas fiestas patronales a realizar “de una vez por todas” la constitución de nuestra escuela parroquial para atender a niños pobres y acompañarlos en ese reencuentro con Dios y con la familia.

 

Señor, Dios Todopoderoso, nuestra comunidad tiene muchas necesidades, materiales, pero también espirituales; te pedimos por intercesión de San Antonio de Padua que escuches nuestras oraciones y respondas a nuestros pedidos, todo esto te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

mrivassnchez@gmail.com

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Padre Marcelo Rivas Sánchez

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San Antonio de Padua

"El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar,

creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree"

(San Antonio)

 

Fraile franciscano, Doctor de la Iglesia (1195 – 1231) Antonio significa “Defensor de la verdad” Nació en Portugal y adquiere el nombre de la ciudad italiana de Padua donde murió y se le venera con mucho amor. León XIII lo llamó "el santo de todo el mundo", porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes. Patrón de mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros. Se le invoca por los objetos perdidos y para pedir un buen esposo/a. Vino al mundo en el año 1195 y se llamó Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nombre que cambió por el de Antonio al ingresar en la orden de Frailes Menores. El 13 de junio de 1231, en la habitación particular del capellán de las Clarisas Pobres de Arcella recibió los últimos sacramentos. Entonó un canto a la Stma. Virgen y sonriendo dijo: "Veo venir a Nuestro Señor" y murió. Era el 13 de junio de 1231. La gente recorría las calles diciendo: "¡Ha muerto un santo! ¡Ha muerto un santo! Al morir tenía tan sólo treinta y cinco años de edad.

Reflexionar sobre la devoción antoniana es pensar de inmediato en las fiestas de San Antonio del Golfo, lamentablemente más en el bonche que en la verdadera devoción, pero una trae a la otra. En esa fiesta que no siempre es pura feria, hay muchísima gente de fe y esperanza que coloca a San Antonio como modelo y amigo para alcanzar a Dios. Ha sido para muchos, compañía y ayuda en momentos muy difíciles. Han pasado 779 años desde la muerte de San Antonio, pero la devoción a este discípulo predilecto de San Francisco de Asís no ha menguado nunca. Pío XII en 1946 lo proclamó «Doctor evangélico», pero para sus devotos él es considerado ante todo como el amigo de Dios y de los pobres.

Vale la pena en este día mirar con agradecimiento a la religiosidad popular que desprende luz, aroma y prestancia hacia Dios como fuente y regalo de hombres y mujeres que se han entregado de corazón a Dios en cada uno de los hermanos. Esos devotos llegan ante la imagen de San Antonio con fe depositando su oración y su ofrenda llena de esperanza. Llevando de regreso en su corazón su bendición y el pan fuente de vida, amistad y de alimento del camino de la vida. Desde aquí le invitamos, a la Santa Misa a realizarse este 13 de mayo a las 9 de la mañana y la hermosa procesión a las 6 de la tarde con acompañamiento de faroles encendidos. También, es muy importante resaltar el valor de la gratuidad, de abrirse a los demás, de la espontaneidad. Su devoción y amor está enmarcada en la imagen del Santo que ofrece el pan a los más necesitados . El ‘pan de San Antonio' es una señal de solidaridad y de compartir con el pobre. Todos ya están claros que el mal se combate con el bien y hay mayor alegría en dar que en recibir, por eso nos preparamos para ejecutar la obra social un refugio para niños y niñas en situaciones difíciles.

No es creer por creer porque no hay para donde agarrar. Nada de eso. Es una fe y una devoción de vida cristiana alimentada por los sacramentos, vivida y asumida desde la misión de una Iglesia que no se cansa de tocar puertas. Por eso estamos conformados en Centros Pastorales y Sectoriales para vivir el regalo de la vida y colocarlo al servicio de todos. Entonces, esta fiesta sigue iluminando nuestro camino. Un camino de encuentro, de amistad, de servicio y de ese ir conociendo más a Dios para amarnos más. Es, pues, San Antonio, hombre del Evangelio y de la caridad que nos invita a prepararnos con la alegre novena y así descubrir, esa gran posibilidad, de renovar nuestra fe centrada en la conversión. Acción que nos hará descubrir al otro que se encuentra lejano y necesita de nuestra ayuda.

Oremos a San Antonio

Dios todopoderoso eterno, que diste a tu pueblo un predicador insigne del Evangelio, un glorioso de los milagros, padre de los pobres y consuelo de los afligidos, San Antonio de Padua. Concédenos, por su intercesión, que seamos fieles y que contemos con tu ayuda en todas las adversidades.

Al recibir esta ayuda con alegría te agradecemos y renovando nuestra fe, haz que nos amemos todos como hermanos, que en Venezuela haya paz y no odios para poder vivir más cristianamente.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.

 

En San Antonio un buen amigo.

Para San Antonio nuestro amor.

Desde San Antonio abrazo sincero.

Para todos un San Antonio de fe y perdón.

 

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Conociendo a Aparecida para reaccionar como iglesia de misión.

“En nuestros trabajos, realizados en ambiente de ferviente oración, fraternidad y comunión afectiva, hemos buscado dar continuidad al camino de renovación recorrido por la Iglesia católica desde el Concilio Vaticano II y en las anteriores cuatro Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe”

(Del 13 al 27 de mayo de 2007)

 

Los obispos desde el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida en Brasil, en respuesta a los signos del tiempo y con la urgida necesidad de renovarse concluían lo que para muchos, será el despertar de una Iglesia que dormía en la mirada de un Dios que se perdía en las alturas, de ahí que hagan un llamado a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para darle un nuevo impulso y vigor a nuestra misión en y desde América Latina y el Caribe.

1. Jesús Camino, Verdad y Vida “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6) Había necesidad de renovar la fe en medio de los acontecimientos del mundo, por eso con gozo llamamos a todos a sentir, con gratitud, la redención de Cristo para ser libres de pecado y poder vivir en justicia y fraternidad. En Jesús lo podemos lograr.

2. Llamados al seguimiento de Jesús “Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él” (Jn 1,39) Jesús llama a un encuentro personal. Llamados a ser sus discípulos. Es una llamada libre para convivir con Él y enviarnos a continuar su misión (cfr. Mc 3,14-15) Necesitamos convertirnos, saber escuchar al Espíritu, caminar en la Bienaventuranzas, sin temor a la cruz. Es una llamada a ser discípulos-misioneros nos exige una decisión clara por Jesús y su Evangelio.

3. El discipulado misionero en la pastoral de la Iglesia “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,19) Constatamos cómo el camino del discipulado misionero es fuente de renovación de nuestra pastoral en el Continente y nuevo punto de partida para la Nueva Evangelización de nuestros pueblos

3.1. Una Iglesia que se hace discípula. Alimentados de la Palabra de Dios y donde todos necesitamos formación.

3.2. Una Iglesia formadora de discípulos y discípulas. Con responsabilidad y amor.

4. Discipulado misionero al servicio de la vida “Yo he venido para tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10) Para servir con la fuerza del Espíritu Santo para ser testigos.

4.1. En fidelidad al mandato misionero. Jesús invita a todos a participar de su misión. ¡Que nadie se quede de brazos cruzados! Ser misionero es ser anunciador de Jesucristo con creatividad y audacia en todos los lugares donde el Evangelio no ha sido suficientemente anunciado o acogido, en especial, en los ambientes difíciles y olvidados y más allá de nuestras fronteras.

4.2. Como fermento en la masa. Seamos misioneros del Evangelio no sólo con la palabra sino sobre todo con nuestra propia vida, entregándola en el servicio, inclusive hasta el martirio. Servidores de la mesa compartida. Las agudas diferencias entre ricos y pobres nos invitan a trabajar con mayor empeño en ser discípulos que saben compartir la mesa de la vida, mesa de todos los hijos e hijas del Padre, mesa abierta, incluyente, en la que no falte nadie. Por eso reafirmamos nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres.

5. Hacia un continente de la vida, del amor y de la paz “En esto todos conocerán que son discípulos míos” (Jn 13,35) Nosotros, participantes en la V Conferencia General en Aparecida, y junto con toda la Iglesia “comunidad de amor”, queremos abrazar a todo el continente para transmitirles el amor de Dios y el nuestro.

Para finalizar , en el vigor del Espíritu Santo, convocamos a todos nuestros hermanos y hermanas, para que, unidos, con entusiasmo realicemos la Gran Misión Continental . Será un nuevo Pentecostés que nos impulse a ir, de manera especial, en búsqueda de los católicos alejados y de los que poco o nada conocen a Jesucristo, para que formemos con alegría la comunidad de amor de amor de nuestro Padre Dios. Misión que debe llegar a todos, ser permanente y profunda.

 

Todo para ser una Iglesia:

Viva, fiel y creíble que se alimenta en la Palabra de Dios y en la Eucaristía.

Vivir nuestro ser cristiano con alegría y convicción como discípulos-misioneros de Jesucristo.

Formar comunidades vivas que alimenten la fe e impulsen la acción misionera.

Valorar las diversas organizaciones eclesiales en espíritu de comunión.

Promover un laicado maduro, corresponsable con la misión de anunciar y hacer visible el Reino de Dios.

Impulsar la participación activa de la mujer en la sociedad y en la Iglesia.

Mantener con renovado esfuerzo nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres.

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Siempre Pentecostés

Me dijeron que había miedo.

Por miedo no salí al encuentro.

Hoy solitario espero otro tren.

Quizás pase de nuevo.

Aquellos discípulos estaban con mucho miedo. Escondidos, aislados, asustados temblaban de frío. Pero como luz que calienta y da fuerzas se pusieron de pie y con sencillez de hombres dieron un paso al frente. Dejando que esa luz los iluminara pudieron encender mil fogatas para darse luz y contagiar a quienes tristes vagaban.

No era fanatismo que levanta velas y al poco rato se detiene. No era simple ilusión del que sueña despierto para levantarse desilusionado. Era llama ardiente que penetra hasta el tuétano de los huesos y da tal fuerza que ya nadie lo interrumpe.

Alegría, fuerza, llama que en el pecho no cabía. Necesitaba salir, gritar, informar para despertar emociones con carismas y dones. De su llegada la fuerza. De su emoción el gozo para ver todo con ojos nuevos y mente despejada. Era Dios. Era su Espíritu que se había ofrecido ante la necesaria partida. Para que cada uno fuera casa de alegría al sentir como llamas encendidas una fuerza distinta – extraordinaria. “Aparecieron lenguas como fuego, repartidas y posadas sobre cada uno de ellos” (Hechos 2,3) Ya no había soledad, ni miedo… Fuerza era lo que había de un Espíritu amoroso y tierno que encendía realidades y quitaba el frío.

Al descender su Espíritu todo lo seco se cubrió de lozanía; la soledad en compañía; lo oscuro en luz del día para que lo que era débil se volviera fortaleza de compañía. “Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, según el Espíritu les permitía expresarse” (Hechos 2,4) De ahí el empuje, la resolución a avanzar y actuar en el mundo. Ya no se miran las caídas es hora de levantarse. Volvía la primavera y en racimos comimos esperanzas para saber que el solitario tenía quien le escuchase. Todo por puro amor que no necesita nada a cambio. Abrazos, manos abiertas, risas y mil contentos. En todo actuaba el Espíritu Santo.

Nacía una nueva vida y la Iglesia del Dios en el amor. Sin dudas, sin amarguras, sin falsos recuerdos que atormentan y detienen la vida. Así comienza una nueva fe que ya no tenía las preguntas que a ratos nos asaltan. Era ese Dios con nosotros que se instalaba con toda su fuerza, con todo su amor. Vivir así era saber que Dios permanece, es estable, empuja y da fortaleza a la hora del desánimo y de la lucha. No se podía decir que no. No se podía retroceder. Esa fuerza encendía cada vez más la lacerada vida. Era una nueva fe que regaba encuentro, amistad, compañía dando derecho a proseguir. Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si se mantienen en mi Palabra serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad y la verdad les hará libres» (Jn 8,31-32) Esa verdad cautivó, emocionó e hizo posible el arranque definitivo.

Siempre Pentecostés. Pues no era un dormido recién levantado, ni un trasnochado que hablaba sin parar. Era Dios resucitado que cumplía su palabra ante la vida ofrecida y como está vivo la sigue ofreciendo hoy. Aquellos temerosos apóstoles lo supieron escuchar para que al instante fueran transportados a otros lugares, a otros sueños, a otros horizontes. En sus oídos las mejores palabras escuchadas. Palabras que encendieron la vida, que les dio figura a su futuro y partió sus vidas en dos momentos. Ayer de miedos. Hoy de fortalezas. Aquellas palabras habían sido bien escuchadas pues hablaban de vida, de la de todos, para lanzarnos a vivir en un mundo cansado de muerte y de desilusión.

Ya no es el encierro que les atajaba, sino una paz extraña para muchos, pero cautivadora para los apóstoles. “Estando cerradas por miedo a los judíos las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La paz con ustedes” (Jn 20,19) Era una paz sorprendente que busca respuesta sin pensar en la ausencia de problemas o conflictos. Era una paz que los sacó del frío encierro parecido al de los cementerios para lanzarlos a la lucha de lo que es justo, verdadero y duradero. Empezaban a ver el mal tal como era y vencerlo a fuerza del bien. Había reconocido lo grande y lo inmenso de Dios y ahora no querían dejarlo. En ellos un No rotundo al miedo y un Sí profundo a la unidad en aquella naciente Iglesia llena de esperanza.

“Nos toca ahora vivir, construir, anunciar y proclamar la verdad de Dios.

Del Dios de la vida que hemos sabido escuchar.

Y ahora nos toca a lugares lejanos hacer llegar.

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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En busca de la fe de los más lejanos

“Todos, de alguna manera, buscan a Dios y lo quieren conocer”

 

Desde que el Señor Dios, a través del Arzobispo metropolitano, me llamó a trabajar pastoralmente en San Antonio de Padua en San Antonio del Golfo, Municipio Mejía (24 enero), he ido descubriendo que los caminos de Dios son maravillosos, pues nos hacen ver en cada una de las personas “más lejanas” una dimensión de la fe completamente diferente. No porque estén perdidas, sino porque es uno quien se encuentra alejado y no se había topado con ellos.

En este encuentro se descubre: mucha sencillez, inocencia y ganas de conocer a Dios. A pesar de las muchas dificultades . Espirituales y materiales, todos, de alguna manera, buscan a Dios y lo quieren conocer. Y al exigirme esta necesidad uno queda como en silencio, por no decir con temor a no darles lo que ellos ya viven en sus corazones. Ya que Dios vive en esas humildes personas con capacidad de una experiencia que se siente en sus palabras y vivencias cotidianas.

Ellos, los que yo creía lejanos, me hablan y me enseñan a Dios que los acompaña y les sale al paso desde lo más sencillo: pidiendo la lluvia para sus cosechas o buscando la ayuda para sofocar el fuego que consume sus sembradíos de caña. En ellos un Dios que con pocas palabras describe el ritmo de los días. Días muy duros sin agua, sin acompañamiento y muchos menos con el calor de quienes una vez le pidieron el voto para estar donde hoy se encuentran. Y de una forma muy preocupante sus hijos que necesitan, hoy por hoy, una asistencia que les haga rechazar la invasión de la trasculturización para despreciar lo auténtico y propio de cada zona.

En ellos una fe que es una lucha, pues se encuentran invadidos por sectas que secuestran a familias para sacarlas del círculo del ambiente comunitario para prácticamente enfrentarlas con aquello, “de que nosotros estamos salvados y ustedes condenados” Como si Dios divide y escoge, negando así su gran misericordia y camino de redención. Dios ha venido a salvar lo que estaba perdido y no ha condenar (Marcos 2,13-17) Por lo tanto es una fe que se mueve, se agita y lucha con la tentación de estos timadores de oficio que pagados avivan un enfrentamiento religioso donde, de seguro, Dios se encuentra lejano y muy molesto.

Es una gente muy humilde, pero sumamente respetuosa. En ellos la sinceridad, la confianza y ese deseo por participar: Caituco, Chaguarama, Limonal, Paradero, el Zamuro, la Soledad, Tarabacoa, la Ensenada, la Alegría, el Pozo, Pericantar, Cachicatos y la Peña. En cada uno la presencia de Dios que se siente y es fácil de captar. Un Dios que en sus faenas, su familia, sus muchos problemas se le reconoce y se hace oración. Quizás no conozcan mucho de teología o de esas oraciones sofisticadas que muchos citadinos hemos memorizado y nos jactamos de pronunciarlas en voz alta como elegante léxico católico. En ellos una sonrisa que vale más que muchos padrenuestros repetidos y no sentidos; en ellos mano franca y callosa de mayor calidad que muchos cumplimientos a misas de difuntos donde se miente y se cumple; de hablar muy poco frente a tantos escándalos de groserías e insultos.

Es una fe, más que diferente, llena de ese olor de monte, flores, leña que distingue en cada paso, un acercamiento hacia Dios que no necesita de invitación previa. En ellos una inmensa riqueza acerca de una vida eterna. Dios es su fuente de esperanza. Por eso el tener para ellos no es lo esencial, Ellos quieren vivir y servir. Claro ese creer los hace críticos delante de sus inmensos problemas: el agua. Vital para su desarrollo. Un desarrollo que pasa no por simples ofrecimientos, sino por una efectiva cercanía, no en tiempos de elecciones, sino en una verdadera promoción humana, el apoyo a la organización de las comunidades pero sin colores y mucho menos sin exigencias de partidismo para que se pueda hacer realidad la fraternidad y lograr un desarrollo comunitario.

Entonces se hace necesario que brote, lo que Aparecida exige: la Misión Continental. De una Iglesia en permanente misión para llegar a todos sin excluir a nadie y donde todos son importantes. Hay que salir no tanto a evangelizar, sino a aprender de ellos en su fina sencillez y forma espontánea de encontrarse con Dios en lo cotidiano. Entonces pasaríamos de evangelizadores a evangelizados. Figura muy bella en toda la Iglesia primitiva donde compartían, se ayudaban, leían la Palabra de Dios y se abrazaban en la fuerza de la Resurrección.

En esa misión, tan necesario y urgida, en una invitación a todos a colocarnos en permanente misión para abrirnos al impulso del Espíritu Santo para motivar a todos a un proceso de conversión. Nadie da lo que no tiene. Es necesaria porque se aprovecha la alegre experiencia del discipulado, en el encuentro con Cristo y promueve la formación. Urgida porque son muchos, donde me incluyo, que seguimos un ritualismo, despreciando a personas que viven a Dios con mayor vivencia que la nuestra.

Ellos, los que creemos más lejanos, nos están hablado y enseñando el camino de una fe más auténtica. De una fe que experimenta cercanía y no mero cumplimiento. Pues somos para Cristo y el pueblo, de ahí que salgamos para formarnos y encontrarnos. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad.

“¿Quieres ser auténtico creyente? Hay que conocer a esta gente que nos muestra el verdadero Dios de la vida”

 

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Padre Marcelo Rivas Sánchez

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En busca del que está vivo

En tiempos de tanta amenazas y donde la violencia juega garrote, como decían nuestros viejos, vale la pena hablar de la vida. Una vida que debe ser respetada y apreciada por todos. Pues, no puede ser que, en estos momentos haya un desprecio por la vida propia y la ajena. Aunque lo que más duele es que desde “arriba” se esté invitando a la guerrilla, a barrer, a eliminar, a enfrentar, a tantas intimidaciones que no caben en la mente de un venezolano.

Buscar y buscar es una necesidad. Al levantarnos empezamos a buscar. El niño el abrazo de la madre; el joven la mirada de unos padres comprensivos y guías; el hombre a la constitución de un hogar en la lucha por un trabajo digno. Y todos buscamos vivir, pero en la sana paz del regalo de Dios. Hoy, todos debíamos estar buscando, en este tiempo de Pascua, al que está vivo. Lo buscamos porque lo necesitamos en medio de tantos enfrentamientos y chantajes. Lo buscamos porque hay sed de muchas respuestas de una sociedad que necesita la paz y el amor de la vida.

Buscar al que está vivo hace referencia a Dios, en Cristo Jesús que vence el escándalo de la cruz y triunfa en la Resurrección. Entonces el Dios vivo nos sale al encuentro en cada una de nuestras acciones. Las cuales están enmarcadas en un sacrificio diario en estudios, trabajos, relaciones. Por eso, con afán, le buscamos para creer de verdad y despertar de un sueño que nos ha regalado la indiferencia. De ahí que le pidamos la fuerza necesaria para vencer esta debilidad para que aparezca el anhelo de la vida, que no se agota con la muerte.

Entonces, no buscarlo entre sepulcros. Aquellos discípulos abatidos por la cruz andaban cabizbajos, tristes y tienen que salir la voz de Dios para que en Lucas 24,5 para gritarles: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?” Esto pasa con nosotros y por eso es muy difícil encontrar al Dios vivo. Por ejemplo, son muchos los que se unen en el ámbito familiar solamente para la hora de la muerte de un familiar. De resto siempre con las excusas: no tengo tiempo, no hay dinero, la enfermedad, el compromiso, la lluvia… Todo para concentrarse en esa hora final como abejas al panal. En la muerte no hay excusas a cómo de lugar llegamos e incluso pedimos que no lo entierren hasta que veamos su cuerpo.

Es una terrible cultura a la muerte que nos paraliza y nos sepulta para que vivamos por vivir. Tan simples, tan superficiales, alimentando mentirosas relaciones de un mero cumplimiento donde se cumple y se miente. A esto se une el desprecio por la vida dejando a un lado o para luego la Navidad, el Año Nuevo, el cumpleaños e incluso matando tradiciones muy propias del calor familiar. Sin dejar a un lado la terrible situación de la inseguridad y la mortandad diaria donde la muerte es sembrada sin escrúpulos por muertos internos que en nada valoran la vida regalo de Dios.

Ese demonio de la muerte carga y arrastra a muchos al precipicio de una desolada población que se mata así misma para agradar una forma negativa de vida. Es necesario, de manera urgente, salir de esos lugares de tinieblas y de profundo vacío. De inmediato hay que buscar a Dios entre los vivos, ya que se encuentra entre nosotros hasta el final del mundo (Mateo 28,20)

Vivir es la consigna ante una indiferencia comunitaria.

Los que viven necesitan amor y ese amor tiene que nacer de la familia, del vecindario, de la escuela, del lugar de trabajo, de todos. Es un amor que brota de los más sencillos. De los que saben perdonar y son capaces de contagiar y superan los sepulcros que andan desatados como sonámbulos que no se quieren detener.

Invitamos a todos a vivir y hacerlo plenamente en Cristo Jesús que si conoce la muerte y la supera con la alegría de la Resurrección. Los que así viven se abrazan, celebran en la verdad el regalo de Dios, que no es otra cosa que una vida que busca con afán al dueño y Señor de la vida.

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Padre Marcelo Rivas Sánchez

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19 de abril de 1810

Por un Bicentenario más cristiano y más unido.

La Patria es un don que hemos recibido, la Nación una tarea que nos convoca y compromete nuestro esfuerzo. Asumir esta misión con espíritu fraterno y solidario es el mejor modo de celebrar el Bicentenario de nuestra Patria.

 

Nuestra historia es más que fechas, son realidades de una Nación que se mueve, respira, crece y se agiganta en medio de los vaivenes de ese latir en su pleno corazón por desarrollarse. Un jueves santo, allá en Caracas, se da inicio a un parto, que desde el Cabildo dejan a un lado a Vicente Emparan como gobernador y capitán general. Todo esto se fue gestando en la conspiración de Gual y España en 1797, la expedición libertadora de Francisco de Miranda en 1806 y la conspiración de los Mantuanos en 1808. Debemos recordar que a Manuel Gual y José María España les motivaba restituir al pueblo americano su libertad. Entre los puntos fundamentales de este programa figuraba la instauración en los departamentos de Venezuela de un nuevo gobierno; y la proclamación de los derechos del hombre (igualdad, fraternidad, libertad y propiedad). Todo termina en un baño de sangre para sacudir la tranquilidad de aquella vida colonial. Francisco de Miranda desde Nueva York emprende una expedición libertadora y los Mantuanos intentaron tomar el poder desde adentro. Todo esto ayuda, sacude y mueve los deseos de una nación con sueños de libertad.

Todo estaba servido y todos soñaban. Notables, intelectuales, el clero, soldados y una inmensa mayoría de pueblo acuden a la plaza mayor para que Francisco Salias llevara de vuelta al Cabildo al Gobernador Emparan, quien desde el balcón pregunta al pueblo: ¡desean que siga mandando! Con la respuesta negativa pedida por el Padre José Cortés Madariaga, Vicente Emparan responde: ¡Pues yo tampoco quiero mando! Allí se estableció la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII. Se redacta el acta para establecer un nuevo gobierno. Al frente José de Llamozas y Martín Tovar y Ponte asumen el poder. Desde ese día se fue tarareando lo que hoy se conoce como el himno nacional de Venezuela. "Unida por lazos, que el cielo forjó, la América toda, existe en Nación y si el Despotismo levanta la voz seguid el ejemplo, que Caracas dio" Esto, que era un sueño nos llevó a la declaración del 5 de julio donde queda definitivamente Venezuela en libertad.

En el Segundo Centenario del Nacimiento de nuestro País vale la pena recordar, con emoción y gratitud, de los que esos fundadores formularon en el Acta Solemne de Independencia:

“Nosotros, los representantes de las Provincias Unidas de Venezuela, poniendo por testigo al Ser Supremo de la justicia de nuestro proceder y de la rectitud de nuestras intenciones, implorando sus divinos y celestiales auxilios, y ratificándole en el momento en que nacemos a la dignidad, que su Providencia nos restituye, el deseo de vivir y morir libre: creyendo y defendiendo la Santa y Católica y Apostólica religión de Jesucristo, como el primero de nuestros deberes; Nosotros, pues, a nombre y con la voluntad y autoridad, que tenemos del virtuoso Pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al Mundo, que las Provincias Unidas son y deben ser de hoy más de hecho y de derecho Estados libres, Soberanos e independientes, y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España…, y que como tal Estado libre e Independiente, tiene un pleno poder para darse la formas de gobierno, que sea conforme a la voluntad general de sus Pueblos…y…todos los demás actos, que hacen y ejecutan las Naciones libres e independientes…”

En estos Doscientos años de aquel hermosísimo acto debemos hacer oración por esta Patria tan bendecida por Dios:

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

Nos sentimos heridos y agobiados.

Precisamos tu alivio y fortaleza.

Queremos ser Nación.

Una nación cuya identidad sea la pasión de la verdad y el compromiso por el bien común.

Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los más pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz.

Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda.

Tú nos convocas. Aquí estamos Señor, cercanos a María, que desde el Valle nos dice: ¡Venezuela! ¡Unida que canta y avanza!

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén.

Quiera Dios que todos, en este momento tan significativo, tomemos conciencia de lo que esto significa y nos encaminemos en la búsqueda de esa añorada paz que tanto esperamos.

“Una Patria desunida va a la ruina.

Una Patria sin hombres libres vive sometida.

Una Patria sin esfuerzos comunitarios es soledad perdida.

Por eso, desde hoy y para siempre, la unión es la consigna”

mrivassnchez@gmail.com

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Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Una Pascua más que festiva

La pascua es la cima del Año Litúrgico. Es el triunfo de Cristo de la garras de la muerte. Pero originariamente era una fiesta semítica del retorno primaveral de la vegetación, común a todas las civilizaciones primitivas. Su nombre viene de pasah, "pasar" (cf. Éx 12, 23), aludiendo a que el Señor pasa sin herir con sus plagas delante de las casas marcadas con la sangre del cordero inmolado por los hebreos. Luego se entiende como el paso del pueblo saliendo de la esclavitud de Egipto que marcha hacia el país de la promesa.

Es una alegría porque Dios interviene en la historia de la humanidad para salvarla, aquí observamos una clara anticipación de la figura del Salvador, del Mesías que viene a rescatar a los hombres y a reconstruir el pueblo, instaurando el Pueblo de Dios. Es así como en el Nuevo Testamento en San Pablo (1 Corintios 5,7) se nos dice que Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado.

Para nosotros, los católicos, la pascua es la fiesta principal, corazón y punto alto del calendario litúrgico, la llamada "Fiesta de Fiestas" Es una celebración de 50 días. Comienza el Domingo de Resurrección y termina en Pentecostés. Los primeros ocho días de la pascua constituyen la octava y se celebran como solemnidades del Señor. En el día 40 de la pascua se celebra la ascensión del Señor y los 9 días de la ascensión Pentecostés (la novena original) son días de intensa preparación para la venida del Espíritu Santo.

Habrá que destacar que en las comunidades más pobres se revisten de las mejores galas para celebrarla. Flores, música, coros y la alegría de sus fieles celebran con mucho gozo el triunfo de Jesús de la muerte. Bien saben los feligreses que ese domingo de Resurrección concluye el drama de la pasión y se despierta una alegría inmensa ya que el hijo de Dios rescata a una humanidad que había caído en el pecado.

Pero no podemos quedarnos en una celebración de ritos alegres, sino que hay que pasar a la verdadera alegría. La alegría del servicio generoso a los más lejanos. Bien lo indicó Aparecida al invitarnos a una misión permanente “Misión Continental” Que no es sino la necesidad que tenemos de salir en la búsqueda oportuna y alegre del que se encuentra alejado, indiferente o simplemente de brazos cruzados ante la salvación de Cristo Jesús.

Es todo un movimiento a despertar. A salir del letargo y tranquilidad que reposan muchos de nosotros que hemos caído en el conformismo. Por tanto, es tiempo de misión. Es tiempo de encuentro dejando lo cómodo de las bancas del templo y ubicarnos en los caminos y veredas para encontrarnos con los otros.

Entonces, nos corresponde incorporarnos con mente nueva y corazón alegre para un servicio generoso. En esta fiesta mayor la cual la llamaba León I (Festum festorum) debe hacernos despertar a una nueva forma de vivencia del cristianismo. Es un cristianismo que nos enseña que la salvación es comunidad y no la soledad de unos meros cumplimientos que al final nos dejan sin nada y sin vivencia. Veamos a la Santísima Virgen María, quien en medio de aquel dolor tan inmenso, sabe sacar una alegría diferente y diciente. Madre del Resucitado, mujer de entereza y de mucha fortaleza que nunca dejó de esperar en Dios. Ella nos llena de una verdadera alegría pascual, pues jamás se resigno a perder y mucho menos a quedarse estancada frente a la muerte. Ese guardar todo en su corazón le hizo perseverante y capaz de entender en aquel momento la vida y no darle rienda suelta a la muerte.

Somos muchos los que vivimos en la cultura de la muerte. Si, una cultura endulzada con el chocolate festivo que acompaña los velorios y acrecienta la tristeza. Somos muchos los que nos hemos quedado en la misa de difuntos e incluso en el cementerio celebrando nacimiento de Cristo y fin de años. Me refiero a que son muchos los que amanecen esos días en los cementerios con sus difuntos. Para que hoy les grite San Pablo: “Si Cristo no hubiese resucitado vana y tonta sería nuestra fe” (1 Corintios 15,14)

Hay que despertar y motivarnos desde nuestras parroquias para organizarnos como comunidades de misión. Hay muchas bancas vacías en nuestros templos, pero más vacías hay vidas a lo largo y ancho de nuestros sectores parroquiales. A esas vidas hay que llegar con ojos de misericordia y con amor de hermanos. Necesitamos, entonces, una alegría pascual que supere la tristeza de la muerte y nos encamine a una vida más útil dentro de nuestra Iglesia.

Cristo había de resucitar de entre los muertos. Ese fue el ofrecimiento y ese día se dio. Cristo muere y vence a la muerte. Nos toca a nosotros vencer esas prácticas funerarias y salirle a la vida. Aquel día primero (domingo) María Magdalena encontró la cueva abierta y Jesús que le decía: “No busquen entre los muertos al que está vivo” (Juan 24,5) De ahí que tengamos que vivir con alegría pascual. Ya no hay fracaso. Pues nada nos puede quitar la alegría: ni el pecado, ni el sufrimiento, ni la muerte. Ya Jesús pagó por todos. Pero sentimos tantas tentaciones de resistir. Somos muy débiles y sucumbimos a la menor tristeza. Despertemos es la hora. La noche se acerca y las sombras nos quieren vencer.

Dile no a…

Una pascua sin alegría.

Una pascua sin morir al pecado y nacer a una nueva vida.

Una pascua sin confesión y arrepentimiento.

Una pascua sin comunión. Encuentro con Dios Eucaristía.

 

Creer en Dios es creer que Él es capaz de hacernos felices.

Ya que la felicidad está en querer resucitar con Cristo.

 

Pues un corazón alegre sabe que la resurrección

le saca de las sombras y lo siembra en la claridad de la misión.

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Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Necesitamos de la Misericordia de Dios

 

El miedo siempre estará entre nosotros, pero jamás el miedo podrá detenernos y jamás paralizarnos. Hoy en día hay muchas necesidades y entre ellas debe estar en primer orden la misericordia de Dios. Hay que saber leer los signos de los tiempos, descubrir la voz y acción de Dios y responder con obediencia a lo que El revela para atraer Su misericordia a nuestras vidas. Sin olvidar que el Señor está a la puerta y la toca para que al abrirla le encontremos. Dejemos que Pablo nos hable en la primera de Tesalónica 5 “En lo que se refiere al tiempo y al momento hermanos, no tenemos necesidad de que les escriba. Ustedes mismos saben perfectamente que el día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche”

Nadie puede olvidar que Dios actúa con gran amor, pues él es amor muy rico en misericordia que se hace lento a la cólera y maravilloso en darnos su paz y perdón. Para poder captar esto necesitamos convertirnos y de inmediato ser generosos y misericordiosos con los demás. Bien lo sabemos leer y meditar en Mateo 25,35 “tuve hambre y me dieron de comer; sed y me dieron de beber; forastero y me recibieron…” Entonces decir que amamos a Dios y no lo reconocemos en los otros somos unos mentirosos y esa mentira será nuestro verdadero juicio. Este mensaje lo recibió aquella religiosa polaca de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia Santa María Faustina: “Hija mía, habla al mundo entero de mi insondable Misericordia” Ya que el Señor viene y es un Rey de Misericordia.

Esta Misericordia que necesitamos es el llamado a un regreso. A una conversión. A un sanar el corazón herido por la envidia, la rabia, la división. Aquel ciego que gritaba al paso de Jesús “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!” (Mt 18, 38) Era una persona que no veía pero confiaba en Cristo y por eso no se cansó de gritar y de esta manera apareció la verdadera luz que sanaría su ceguera y alumbraría su vida por siempre. Desde aquí podría decir que la Misericordia es la respuesta de Dios que viene en auxilio de sus criaturas llenas de muchas debilidades. No la merecemos y Dios la regala en nombre de su amor y gran bondad. Jamás Dios desprecia al pecador. Siempre aborrece el pecado, pero recibe con misericordia al pecador que arrepentido regresa a la casa del Padre Dios. Este amor con el cual Dios ama al hombre se define como Misericordia. La misericordia no es precisamente compasión o perdón, estos son más bien los efectos de la misericordia.

Entonces, en esta cuaresma hay dos direcciones: La dirección hacia Dios para contemplar su grandeza de amor. La dirección hacia el hombre para unirse y lograr, en nombre de Dios, servirlo y abrazarlo. Aunque el pecado nos engaña y nos hace caer la misericordia de Dios sale al encuentro del pecador para descubrirle su amor y su necesidad de la una paz que se ha perdido por el capricho de huir de las manos de la verdad. Esto lo sabía David y pudo gritar: “estoy en gran angustia. Pero, caiga yo en mano de Yahvé, que es grande su misericordia, y no caiga en manos de los hombres” (1 Cr 21,13) Dios, por tanto, no se esconde, sale al encuentro de cada uno. A pesar de esa diabólica cultura de la muerte que azota a muchos y los hace caer en las garras del león rugiente que busca a quien devorar. Pero se agrava por las crisis de fe, esperanza y caridad, por las guerras mundiales, por el terrorismo, la autonomía y rebeldía contra Dios, del hombre querer ser como Dios, en era de violencia y destrucción familiar, de aborto, drogas, pobreza, desastres naturales, inmoralidades sexuales y de todo tipo. Ante esto tendremos que exclamar: ¡Ten Misericordia Señor, de nosotros y del mundo entero!

Esta mala conducta muy contraria a lo que Dios quiere, nos hace pensar que Dios se apartara, pero Él no se esconde y nos recuerda su infinita misericordia, que se hace mas accesible a la medida en que mas la necesitamos. “La miseria humana no es un obstáculo para Mi misericordia…” (D. 1182) Todos necesitamos pedir y recibir perdón. Pero para que esto se haga realidad el pecador tiene que acercarse a Dios. La humanidad tiene que volver y hacer posible tener contacto con el Señor del perdón y la misericordia. Se hace necesario que todos se vuelvan con confianza a Dios. Y al hacerlo brotará desde dentro, desde lo más íntimo del ser humano una frase que se hará vida y abundancia: Jesús en ti confío. Para ello mucha confianza para que encontremos refugio y así alcancemos misericordia. Esta confianza se hace oración y súplica que nunca debe desfallecer pues en la constancia está el triunfo de los que avanzamos viviendo conforme a la voluntad de Dios.

Bien tendría que decir y repetir siempre.

“Señor, aunque no te merezca, necesito de tu misericordia”

 

mrivassnchez@gmail.com

 

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Un San José que nos habla.

 

Ayer observé a un San José durmiendo, pero que a la vez estaba despierto. Pues cuando el ángel le habló enseguida atendió. Esto me ha sugerido que aunque dormido hoy, en su víspera San José nos habla.

El texto del diálogo de José con el ángel está en Mateo 2,13ss. Recordémoslo: "...Así que partieron los Magos, he aquí que un ángel del Señor se apareció en sueños a José diciéndole: levántate, toma contigo al Niño y su Madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al Niño para acabar con él. Él, levantándose, tomó consigo al Niño y su Madre, de noche, y se refugió en Egipto; y allí estuvo hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo dicho por el Señor por boca del profeta: 'De Egipto llamé a mi Hijo...'"

Dios habla mientras haya alguien que le escuche. Pues Dios reconoce los diálogos y sabe dejarse oír. En esa profundidad el alma de cualquier hombre se puede encontrar con Dios. Desde ella Dios nos habla a cada uno y se nos muestra cercano. Pero, muchas veces, nos dejamos invadir por el ruido y un cierto desprecio por la voz del Señor. De ahí que se nos pida una vigilancia constante para no perder sonido a Dios. Observemos a San Francisco de Asís que llegó a aquel viejo y destartalado templo de San Damián para que el viejo crucifijo recobrara vida y le dijera: “reconstruye a mi Iglesia” Hay en cada voz de Dios un mandato que siempre estará a nuestro alcance realizarlo. Lo que pasa es que andamos en otras cosas o llenamos nuestra alma de muchos cachivaches que construyen muros que impiden que Dios nos salga al paso.

Ese José que duerme, pero que al mismo tiempo se incorpora para escuchar y obedecer, sabe perfectamente que el ruido de las preocupaciones cotidianas nos quita la fuerza de la obediencia y lo grande de la humildad para poder escuchar. La Cuaresma es un tiempo especialmente adecuado para que nos apartemos de los apremios cotidianos, y dirijamos nuevamente nuestros pasos por los caminos del interior. Observemos que aunque dormido está presto a levantarse y hacer caso. No es una obediencia ciega o de un tonto que no tiene nada que hacer. Nada de eso. Lo que hace es cumplir la voluntad de Dios. De ahí que haya podido entender a la Virgen en ese momento tan difícil de la Anunciación. En José está la gran voz que nos habla para decirnos que hay disposición y apertura a la escucha atenta. Se deja conducir, aunque la dirección no sea la que él quiere.

Esa escucha atenta de San José comenzó cuando el ángel le comunicó el secreto de la maternidad de divina de María. Supo escuchar porque era un hombre de Dios, sencillo y sobre todo justo. Además, esa voz de Dios a través de los ángeles se va a continuar a lo largo y ancho de su historia y se realiza porque Dios quiere que comprenda que no está sólo. Por eso parte y asiste al empadronamiento, aunque no le acogieron, ni ellos, ni los suyos (Juan 1,11) Bien lo vemos en silencio delante del pesebre lugar para comer animales. Para luego salir en forma apurada hacia Egipto. Sin casa, sin patria, sin amigos, sin familia. Simple refugiado extranjero.

En esa escucha le toca vivir la perdida del niño (Lucas 2,46). Fueron tres días de búsqueda, preocupación y de sufrimientos en imaginarse lo peor. No era otra cosa que destellos de la cruz que les esperaba. En nosotros todo lo contrario, siempre alejando la cruz. Siempre renegando, vacilando e incluso culpando a los otros, incluso a Dios.

A todo esto se unen aquellos ancianos (Simeón y Ana) quienes confirman lo que ya vienen contemplando en el silencio de sus corazones. José junto a María recodarán aquellas palabras de su hijo: “Debo ocuparme de las cosas de mi padre” (Lucas 2, 19) Sin saberlo, sin imaginarlo José moriría sin haber visto manifestarse esa gloria que en el niño se escondía.

En José un silencio y una escucha. Un silencio porque había comprendido lo grande del Niño y lo hermoso de su madre que guardaba todo en su corazón. En sus silencios quedó toda su esperanza y realización en el deber cumplido. En cada silencio se sepultaron las aspiraciones de un padre que espera lo mejor de sus hijos. Y una escucha porque, a pesar de no entender mucho, llenó d esperanza su corazón para no desfallecer de miedo o de tristeza. Escucha para no buscar lo suyo, sino dejar que el plan de Dios continuara su camino y su reinado. Por eso, su muerte, no fue una pérdida, sino un encuentro con un Dios al cual había obedecido. Esto significa que José se había descubierto en una realidad que no la había comprendido.

José, el gran José de la escucha atenta que despierta, para más nunca quedarse dormido, nos enseña que toda renuncia y todo abandono nos hace descubrir algo grande que se desarrolla en cada uno. Es lo que llamamos misión y para cada uno es una obligación de llevarla feliz termino. Por eso el peregrinaje de José fue hacia la eternidad es donde comprende todo. Pues solamente en la presencia de Dios aclaramos nuestra misión y la comprendemos. Todo lo que va a Dios no baja baldío. Y al suceder ya no es nuestra voluntad la que predomina, sino la del Padre Dios a la que Jesús se sometió y José aceptó en nombre del amor y la esperanza.

José, entonces, avanza y al hacerse peregrino inaugura una nueva forma de vida donde hay señales a las que nos e puede renunciar. Acepta a María la Virgen como la Madre del Emmanuel, Dios con nosotros; anda y te inscribes en el censo aunque María este embarazada; entiende esta pobreza en el nacimiento de Jesús; huye, vete de aquí porque la vida del Niño corre peligro y trata de entender porque a su corta edad el pequeño se tiene que encargar de las cosas del Padre Dios. Todos de alguna manera somos forasteros, peregrinos y huéspedes ya que nuestra verdadera morada está en el cielo. Somos pues convocados y llamados a proseguir el camino sin dejarnos invadir por los afanes del mundo. Claro, tenemos situaciones muy duras donde dejamos todo y no recibimos nada: Donde nos salen con cuatro piedras en las manos y `pareciera que todo el esfuerzo se pierde en traiciones, incomprensiones, tristezas, enfermedades y lo triste de la muerte que arrastra y se lleva todo. Es muy necesario que aprendamos a mirar al cielo para que podamos entender, en el paso de cada día, que Dios no s ha castigado y mucho menos abandonado.

Gracias San José, en tu silencio hemos encontrado la mejor bulla:

Un Dios que sale a nuestro encuentro y nos habla siempre.

 

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Hay que ser luz sin luz

En esta Venezuela de sorpresas y situaciones difíciles vivimos, nos movemos y existimos. Por eso cada uno debe ser protagonista y no simple espectador. Cuestión que me hace recordar aquella fabula donde a la casa llega aquella trampa para cazar ratones y ante la alarma el ratón le cuenta a la vaca y esta le responde: no es mi problema, ya que la trampa caza ratones y yo soy vaca. Luego el ratón va donde el cochino y le comunica lo mismo que la vaca. Yo soy cochino y esa trampa caza es ratones. Pasados los días la trampa fue colocada y un anoche se escuchó el ruido mortal. La señora de la caza se levantó a revisar la trampa y al hacerlo en ella había caído una culebra que aprisionada por la cola y llena de dolor mordió a la señora y esta murió. Para el velorio de la señora ofrecieron de comida la rica carne del cochino y para los nueve días una suculenta parrilla. Cochino y vaca habían desestimado la alarma que había encendido el ratón.

Muchas veces nos pesa demasiado las responsabilidades y nos quedamos dándole vueltas a las situaciones y nunca buscamos darle soluciones. Por eso la situación cada día se agrava. Y se hace necesario que saquemos una vela de esperanza que alumbre buenas y mejores ideas. Lo que pasa es que esa vela se impone para que sufran los más pobres y se abuse de los llamados “cortes programados”

Entonces, la palabra que nos hace gritar: “que hay que ser luz sin luz” en referencia a nuestra realidad hay un llamado: “¡Venezuela, conviértete!” donde esa ausencia de luz hace aparecer más violencia, mayor inseguridad en un país de oscurana en las mentes, en las acciones y en las comunidades. Todo esto nos trae desesperanza, corrupción y mucho miedo. Es una especie de miedo que nos hace conformistas para seguir paso a paso a pleno sol en una fila interminable para buscar algún producto de cesta básica. O una manera de quedarnos refugiados en el aguardiente para no pensar tanto y tratar de celebrar aunque al otro día la cuestión se agrave más. O aceptar vivir sin el fluido eléctrico que de forma abusiva queda a discreción de aquellos que en el fondo son culpables.

Sería muy fácil culpar o maldecir, pero no podemos disculpar a primera a quienes son culpables y mucho menos reconocer que fueron incapaces teniendo tantos recursos. Por eso, aquí no intento condenar, más bien crear conciencia donde debe aparecer un sentido comunitario y una acción mancomunada para buscar soluciones. Aquí me refiero a un sentido serio de racionamiento ya que la crisis está aquí y cada día se agrava más. Sin olvidar que en cada oscuridad desaparece la verdad y cada quien se la resuelve a su manera. Es por eso, que se impone, se necesita acciones comunitarias donde todos son importantes y piezas esenciales para llegar a soluciones concretas donde se dañe a menos.

¿Qué hacer ante esta preocupante realidad? Y es aquí, donde Dios sale al encuentro de cada uno de nosotros para decirnos con palabra del profeta Joel “Todavía es tiempo. Conviértanse a mí de todo corazón... Vuélvanse al Señor su Dios, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia, y se conmueve ante la desgracia" (2,12-13) Es una llamada a la conversión. No a la aceptación sumisa de una situación que nos abruma y abusa de nuestra dignidad de personas. Es una conversión para despertar no para cruzarnos de brazos. Es una conversión para abrirnos y no para cerrarnos en enfrentamientos y peleas. Dios nos llama a la conversión, esto significa que cada uno debe dirigir su vida hacia el amor y la misericordia. Una conversión que busca no tanto condenar, mucho menos atacar, sino en dejar claro que la solución no está fuera de nosotros. La solución estará siempre dentro de cada uno.

Al darnos cuenta que “hay que ser luz sin luz” necesitamos llenarnos de humildad y sencillez. Claro esto no quiere decir que hay que olvidar que por desidia toda esta crisis tiene nombre y apellido. Por eso se hace necesario revisar nuestras actitudes. Eso sí, sin hacer daño a nadie, compartiendo con los más pobres. De ahí que la conversión es muy personal que, de seguro, tendrá mucha influencia en lo comunitario.

Es, entonces, el momento de ir descubriendo lo que es importante y así poder valorar lo que tenemos y lo que estamos perdiendo. Para ello hay que hacer un mejor esfuerzo y nunca jamás cruzarnos de brazos como si lo que sucede nos resbala y poco nos importa. Por eso si es posible una luz nueva y distinta. Es el momento de comprender que esa luz puede venir a través de cada uno. Hay que pedirle a Dios que nos haga brillar con una luz que alumbre a muchos y así podamos dentro de esta Venezuela tan rota, tan extraña para hacerla más vivible y más llena de posibilidades.

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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No hay paz sin justicia y sin perdón.

 

Debemos, insisto, debemos de una vez por todas buscar y vivir en paz. Nadie puede hacerse el extraño ante este llamado. Debemos sin vacilaciones pedirle a Dios la paz y que nos de un corazón grande para amar y fuerte para perdonar dentro de un mundo más justo y solidario.

Yo se que desde arriba, de quienes tienen el deber de vivir y darnos la paz, gritan consignas de guerra e invitan al enfrentamiento. Eso es muy triste y lleva el tinte diabólico, pues en ellos está el desafío, la rabia y la división. Hay necesidad de escucharnos unos a los otros. Hacer esto sería ya un signo de paz pues empezaríamos a quitar toda sospecha de oscuridad y de incomprensión. Habrá que tener muy en cuenta que las oscuridades no se disipan con las armas, mucho menos con los insultos y los gritos para imponer a la fuerza las cosas. Esa oscuridad que nos envuelve se iría eliminando encendiendo lámparas de luz. Dios no lo dice: hay que vencer el mal con el bien (Romanos 12,21) Ya que el mal jamás se supera con el mal. Quien así obra en vez de vencer el mal, se deja vencer por el mal.

Gandhi delante de aquella golpiza y tirado en la estación del tren pudo haber buscado venganza, o haberse escondido en su casa, todo lo contrario, decidió enfrentar la maldad con el bien, pues sabía perfectamente que la paz es el resultado de una larga y dura búsqueda, que se gana cuando el bien derrota al mal. Se constata que entre nosotros hay un gran círculo vicioso del mal por el mal. “Me las haces me las pagas” Ese mal proceder nos envuelve a todos ya que no es una fuerza anónima, sino que pasa por la libertad humana. Somos nosotros que le permitimos actuar. Por eso tiene un rostro y un nombre. Observemos como hemos botado los valores familiares y comunitarios para darles importancia a lo politiquero e incluso al seguimiento ciego a personas que dicen ser líderes.

Tenemos que decir, jamás dejarlo para luego y mucho menos para mañana. La tarea es hoy, ya que la exigencia se nos viene dada desde el amor, para continuar en el amor y es orientada por el amor. Esto es muy claro para el cristiano, consciente de que la participación en el único Cuerpo místico de Cristo instaura una relación particular no sólo con el Señor, sino también con los hermanos. La lógica del amor cristiano, que en el Evangelio es como el corazón palpitante del bien moral, llevado a sus últimas consecuencias, llega hasta el amor por los enemigos: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber” (Romanos 12,20) Todo es, entonces, amor que obliga y no acepta medias tintas. De ahí la importancia que todos volvamos a la vivencia de los valores morales recibidos como don de Dios. Que es compromiso constante y responsable para que se respete y promueva la vida de las personas y los pueblos. Sin ese respeto nunca habrá paz, pues se estaría violando su dignidad en ataque directo a la justicia y aparecerá como león rugiente la violencia en enfrentamiento y violencia, que es el no querer perdonar.

Para conseguir el bien de la paz es preciso afirmar con lúcida convicción que la violencia es un mal inaceptable y que nunca soluciona los problemas. Pues la violencia es una mentira, ya que va contra la verdad de la fe y sobre la verdad de toda la humanidad. Para nadie es un secreto, que en estos últimos años (11) se ha vivido una especie de enfrentamiento donde “uno apoyado por algunos” son los mejores, los más competentes y los “otros” son los culpables, los que dañan y no merecen ninguna clase de perdón y mucho menos una segunda oportunidad. Para nada el bien común ha estado presente. No me importa lo comunitario, sino lo valedero es lo político, lo que pienso lo hago y que se cumpla. Olvidando que para promover la paz, venciendo al mal con el bien, hay que tener muy en cuenta el bien común y sus consecuencias sociales y políticas.

Esta necesidad de paz exige, por tanto, respeto y promoción de la persona y de sus derechos fundamentales. Esto al realizarlo encontrará en cada pueblo, hogar y persona un desarrollo. Por eso sin la paz aparece como una mancha muy dura y triste la pobreza que a la larga se convierte en miseria. Una miseria que avisada por la Madre Teresa de Calcuta nos decía que en ella estaba toda la mayor tristeza, pues desarrollaría el enfrentamiento contra la misma humanidad.

Esa paz nos llama a todos, nos invita a incorporarnos y nos pide el mejor esfuerzo. Donde estaría el amor como fuerza que es capaz de llevar a la perfección personal y social, y así, lograr avanzar hacia el bien y la paz.

Dios, Señor de la historia, danos la fuerza para ser portadores de la paz en una vida justa muy llena del perdón.

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Cuaresma tiempo para el espíritu

Para muchos la palabra Cuaresma no le dice nada e incluso le deja un mal sabor que amarga y trastoca su real sentido. Entonces, Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. Dura 40 días, comenzando el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor. Su color litúrgico es el morado que hace referencia al luto y a la penitencia. Por tanto, es un tiempo de mucha reflexión, de gran penitencia, de alegre conversión espiritual. Es, pues, el tiempo que prepara el encuentro con Jesús vivo y resucitado.

La Cuaresma es, en el fondo, una invitación a un cambio de vida. Cambio que nos habla de abandonar al hombre viejo y hacer nacer el hombre nuevo. Habrá que recordar que vivimos sumergidos en una sociedad llena de tentaciones, dificultades y con una tendencia al pecado. Es allí donde cada uno de nosotros tiene que aplicar la novedad. Renovarse es la consigna más fuerte de la Cuaresma. Entonces, cambiamos cuando nos damos cuenta que nuestros pasos están chocando con los de los otros: envidias, peleas, enfrentamientos, rivalidades, infidelidades, robos, mentiras… Que son formas de ofender y dañar el plan de fraternidad que quiere Dios para con todos.

El mismo Jesús nos enseña que la vida es regalo y lucha. Es Dios quien nos concede esta vida. Y es lucha porque las fuerzas del mal están presentes. Al igual como existieron en Jesús en esos cuarenta días en el desierto. Tentado por el diablo. Así nosotros tentados, tocados y manipulados por esa fuerza diabólica que nos empuja a la destrucción. De ahí, que veamos a la Cuaresma como un gran retiro colectivo y desde ese reflexionar ir quitando lo malo, lo que estorba y hace daño para la vida en comunidad. Digo comunidad porque no podemos estar aislados o separados, todo lo contrario, es en comunidad donde nos descubrimos parte de los otros y se hace necesario adecuar nuestra conducta a favor de los otros. Mi libertad termina donde comienza la del otro.

Debemos purificarnos e intentar vivir una penitencia. Su significado viene de la palabra griega metanoia que en la Biblia significa la conversión del pecador. Cada uno debe hacer un movimiento a reparar el pecado cometido, es decir, volver a Dios después de haber estado alejado. Nunca es tarde cuando la dicha es buena. Volver es hacer algo a favor de uno en relación a Dios y a la comunidad. Esa purificación en ese camino a Dios tiene sus expresiones sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración y la limosna.

El ayuno consiste en hacer una sola comida al día, aunque se puede comer algo menos de lo acostumbrado por la mañana y la noche. Pero también es dejar a un lado toda acción que vaya en contra de Dios y de la humanidad. Ayuno de egoísmo, de rabias, discusiones, peleas, envidias…

La oración que es dejar que Dios nos hable. No consiste en palabras largas fuertes, sino entrar en el silencio para escuchar a Dios. Es una oración que debe ser realizada con dos realidades. La del Evangelio para escuchar la voz de Dios y con lo cotidiano para escuchar a la comunidad, a los hermanos.

Limosna para entenderla habrá que leer a 1 Corintios 1,9 donde Dios se nos presenta como fiel y que nos llama a la solidaridad. No es un dar por dar como saliendo del paso. San Ignacio de Loyola solía decir: “el amor ha de ponerse mas en las obras que en las palabras” Ya que hacer el bien no hace ruido y jamás escandaliza. Por eso la limosna, en este tiempo, se debe intensificar, pues son muchos los que sufren y padecen los rigores de la pobreza.

En este tiempo fuerte se nos abre el corazón para darle respuesta, no a mil preguntas, sino a aquella que se refiere directamente a cada persona en relación con Dios y con los otros. Es un negarse a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, dándole oportunidad al espíritu para que se detenga y sea alcanzado por Dios. Pues, recordemos, que vivimos en un incesante afán donde nos consume el trajín y nos tragan los nervios. Es, entonces, un buen tiempo donde todos debemos alcanzar esa paz tan deseada. Ya que sin paz jamás sentiremos a Dios y mucho menos queridos, protegidos y ese pisar en duro para que aparezca la autoestima y así podamos salir adelante.

No es cuestión de un tiempo que obliga, limita y castiga. Nada de eso. Es un buen tiempo para disponer la vida y sea tocada por Dios. No es que porque sea cuaresma o viernes hay que hacer penitencia cumplir y ya. No y no. Pues eso sería mecánico y repetitivo. Por eso en la Cuaresma hay un inicio, miércoles de ceniza, y un final, jueves santo antes de la misa de la cena del Señor. En ese espacio se nos quiere decir a gritos suaves que hay que mejorar. Dejando esa mala vida y empezando de nuevo. Es, pues, una invitación a ese retiro para descubrir en meditación la necesidad de la conversión. Que es la mejor forma de reconciliarnos con Dios y desde ahí, después de una buena confesión de los pecados, es decir, en gracia (sin conciencia de pecado mortal), hemos de proponernos cambiar desde dentro (en actitudes) todo aquello que no agrada a Dios.

Les recomiendo, de todo corazón, acudir al Sacramento de la Reconciliación (Sacramento de la Penitencia o Confesión) y hacer una buena confesión: clara, concisa, concreta y completa. No guardar rencores y perdonar a quien le haya ofendido. Practicar las obras de misericordia. Unas espirituales: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia las adversidades y flaquezas del prójimo y rogar a Dios por los vivos y los muertos. Las corporales: visitar al enfermo, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, socorrer al cautivo, vestir al desnudo, dar posada al peregrino y enterrar a los muertos.

Como lema para esta Cuaresma le diremos a Dios:

“Señor, tómame como soy y hazme como tu quieras”

 

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

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Juventud valiente y ejemplar tesoro.

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

Para escribir a la juventud a la cual, muchos de nosotros, la tenemos acumulada, es algo precioso por los recuerdos que de ella tenemos y es, placentero por la fuerza que, en estos momentos le imprimen a la vida. Me apoyo en Rubén Darío ese gran poeta Nicaragüense, 18 de enero de1867 y muere en su hogar, en León, el 6 de febrero 1916. En su poema canción de otoño en primavera.

Vale la pena hacer un poco de historia y recordar a la Batalla de la Victoria, ganada ejemplarmente en 1814 por José Félix Ribas con jóvenes del Seminario y de la Universidad de Caracas. Ayer, aquellos jóvenes se cubren de gloria desde las 8 de la mañana hasta altas horas de la noche resisten y recibiendo ayuda de Vicente Campo Elías obtuvieran el merecido triunfo. Allí quedó más que fusiles y pólvora la fuerza de quienes amaban de verdad a la patria.

Hoy, mejor que ayer, nuestra juventud, aparece y realiza, por esencia a su realidad, acciones brillantes, que solamente el tiempo podrá dejar escrita en sus páginas de la verdad. Esta juventud ha empezado a adquirir un rol protagónico en muchos espacios, y básicamente en el campo social, pues han despertado sueños, ilusiones y una esperanza que se agiganta en su dinamismo y fuerza juvenil. Ellos, que lo ofrecen todo nos están diciendo que ser joven no es un momento o determinada edad, sino que es la fuerza de vivir en la verdad y hacer que tomemos conciencia de ella.

Hoy son el motor y la bujía que enciende, no de cauchos quemados o vidrieras rotas, sino de la fuerza que no se detiene para buscar la verdad y la añorada libertad. Son los jóvenes, el impulso bien guardado en sus energías que las han demostrado cuando caminan, gritan y muestran sus fuerzas en la gran cantidad de creatividades frente a las adversidades que les ha tocado vivir.

Ya han dejado de ser simples jóvenes que se han quedado en divertirse y encerrados en sus estudios. Ya son protagonistas de una nueva historia venezolana donde su fuerza y empuje se siente y se aplaude. Ellos están haciendo camino en un andar de justicia en esa búsqueda de la verdad. Una verdad que se hace compromiso por una Venezuela que les necesita.

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

 

Es la verdad que vivimos a diario y que muchos no hemos sabido valorar. Una verdad, en cada uno de los jóvenes, que puede ser un peligro, dentro de la violencia política que se agita y los puede envolver. Lo digo porque vivimos momentos muy difíciles donde hay muchas heridas que no han sido curadas y a ellos les podemos contaminar nuestra propia tragedia para que sean las principales víctimas de nuestros enfrentamientos y rivalidades. Cuestión muy peligrosa ya que podemos generar mucha desconfianza e incluso la violencia que tanto le tenemos miedo. Además, existe una corriente, muy fuerte, donde se cree que solamente los adultos (adultocentrismo) son las personas que están "preparadas" para dirigir la sociedad y que son el modelo de desarrollo social. Cosa, que no podemos despreciar por su experiencia y trayectoria, pero esos adultos han entrado en crisis, basta observarla cantidad de ejemplos de autoritarismo, corrupción que se han inventado en los últimos años, es por eso que los referentes o modelos que tenían las y los jóvenes ahora no existen, porque carecen de autoridad moral y coherencia, ahora para los jóvenes no interesa el floro, o el rollo importa más el testimonio. “Obras son amores y no buenas razones” o “Dime como lo haces y te diré quién eres”

Ellos, hoy más que nunca, necesitan una familia estable y amorosa. Un padre de ejemplo y una madre de empuje. Que los dos se amarren a los nuevos tiempos, sin olvidar los valores y su autoridad. Ellos necesitan maestros, más que dadores de saberes, sean acompañantes para una vida, regalo de Dios y abrazo familiar, para que no sea un tener, sino un ser. Esa juventud nos está gritando más que coraje, autenticidad en un mundo donde todo se compra y muchos se venden.

 

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

 

Ellos necesitan a personas de fiar, es decir, gente de conciencia original que no sean dobles y mucho menos vendibles e injustos. Esa juventud que aplaudimos, felicitamos y animamos es y será la que nos grita al tiempo que la vida vale y ese esfuerzo hay que hacerlo. Ellos, para este momento, son jóvenes adultos, con una clara madurez donde su estilo de vida se crece en cada acontecimiento. Esa juventud, tan diferente a las de otras generaciones, aparece no con la fuerza de la violencia, sino con el protagonismo de algo que va más allá de simples palabras. Es un accionar muy propio de ellos, donde los “grandes” juegan su papel, pero no son despreciados.

En ellos hay una sociedad nueva que busca construir otra sociedad mejor. Es decir, que no se conforman con lo que hacen, quieren seguir, incluso dejando a un lado muchas cosas que son de su agrado. Esto lo he notado en los ambientes parroquiales de los grupos juveniles donde hay un despertar bellísimo para el bien común donde todos tienen cabida y nadie es despreciado. Es aquí donde he visto una fuerza muy especial en ellos. Lo dan todo sin esperar nada a cambio. Ellos van creando espacios para la construcción de la democracia con una visión, bien clara, hacia los excluidos y marginados de la sociedad.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

mrivassnchez@gmail.com

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Padre Marcelo Rivas Sánchez

Una Iglesia con los mejores sueños.

 

Todos tenemos sueños, metas y camino por recorrer. Les escribo desde San Antonio del Golfo, por cierto, preparando, desde ya, la Semana Santa en vivo, con la fuerza de la juventud y el talento de los que saben sacar adelante a su pueblo y su gente.

Somos animadores para el bien o para el mal. Así, lo definía el maestro a sus alumnos. Cada uno tiene dos animales dentro y el que alimente más ese dominará. Si alimentas el bueno habrá mucha bondad, pero si alimentas al malo, de seguro, habrá mucha maldad y demasiada tristeza.

La Iglesia la formamos todos y todos tenemos que tomar partido, pues de nosotros depende su alegría o tristeza. Desde hace mucho tiempo estamos detrás del Proyecto de Renovación Pastoral, lo que ubicamos con las siglas PDRE que nos dice “ Proyecto Diocesano de Renovación y Evangelización” y su propósito es agruparnos, formarnos e iniciar un camino en comunidad.

Entonces, es un proyecto de espiritualidad en la línea del Vaticano II; de los documentos latinoamericanos y del Concilio Plenario de Venezuela. Que busca la participación de todos. Abarca a todos los niveles de la Arquidiócesis dentro de una globalidad.

Quiere renovarnos y hacer que nos organicemos comunitariamente en una mirada muy especial a los más pobres. De ahí, que quiere valorar a todos y así hacer realidad ese deseo de vivir la unión y la santidad. Ya que está inspirado en los ojos de la misericordia del buen Pastor, para salir en busca del que está más lejos o perdido. Al hacerlo produce la unidad.

Es un proyecto que utiliza el método prospectivo que confronta el ideal de iglesia (punto de llegada) con la realidad del pueblo (punto de partida) para realizar un diagnóstico y establecer un itinerario de formación que permita que la realidad diagnosticada se acerque al ideal. Y esto no son largas y confundidas palabras, sino que es un camino por el cual avanzamos todos.

Tenemos en nuestras manos un gran regalo de Dios que es la renovación. Nadie puede sentirse extraño, pues de ella depende nuestra alegría y nuestro avance. Se hace necesario, entonces, renovar las parroquias mediante pequeñas comunidades donde los laicos asumen grandes retos y responsabilidades.

No es un secreto que nos hace falta mucha unidad en referencia a criterios pastorales, andamos dispersos y se nota ausencia de planes. Por eso, es urgido y muy necesario despertar y abrir luces de esperanzas en un Proyecto de Renovación. Esto no quiere decir que se tenga que destruir lo que existe , sino orientar todo hacia lo que se quiere lograr, hacia la meta. Dando responsabilidad, confianza a un numero mayor de personas.

Hay que iniciar, desde ya, una sensibilización, es decir, que los laicos y agentes conozcan el proyecto y lo sientan como una necesidad. Se enamoren y lo lleven en su corazón. Solamente así habrá un sincero discernimiento donde es Dios quien lo quiere y nosotros lo hacemos realidad. Todos animadores. Todos participando.

Hay unos pasos muy necesarios: formar el Equipo Diocesano de Animación Pastoral (EDAP) que presidido por el obispo, el Vicario de Pastoral y los Arciprestes, quienes son los responsables de la convocación, animación, consulta, redacción definitiva y publicación de los modelos, además de promover la espiritualidad de comunión. Para que de inmediato aparezca en cada comunidad parroquial los Equipos Parroquiales de Animación Pastoral. (EPAP) Además, elaborar modelos: el de la Realidad describiendo el problema fundamental de la pastoral arquidiocesana en su primera hipótesis. Esto se consigue partiendo de las insatisfacciones presentes. Para luego, definir la Iglesia que queremos, este es el Modelo Ideal. Sin olvidar el Diagnostico y el Modelo Operativo, que no es otra cosa que elaborar que hacer el camino d ela evangelización. Sin olvidar la sectorización, con los mensajeros, la carta a los cristianos con las celebraciones de multitudes para sentirse parte del proceso de renovación.

Animo y confianza en el Señor, pues se atrevió a llamarnos y de seguro, nos acompaña en este fascinante camino de encuentro, confianza y de encuentro con los más lejanos.

mrivassnchez@gmail.com

Dime que te cuento y te diré que aprendes

Padre Marcelo Rivas Sánchez

Año Nuevo. Todo Nuevo.

 

Amigos todos, Dios nos ha regalado un Nuevo Año, demos gracias a su amor y animémonos a continuar el camino.

Pero sería muy triste iniciarlo como otro año más o pensando que será tan simple como el año que pasó. Nada de eso, pensar así es un gran error, pues cada uno tiene una magnífica oportunidad para construirse y construir junto a la familia.

Debemos pensar que es un regalo muy grande para echarlo a perder. Cuando sonaban las doce campanadas se nos entregó un papel en blanco con los meses días, horas y segundos del año que comenzaba. Teníamos en nuestras manos el mejor momento para iniciar con buen pie, algo que se nos puede ir como agua entre los dedos.

No sé, pero este Año es nuevo y todo será nuevo. Debemos sentir ese anhelo de cambiar, de seguir y dejando atrás todos los obstáculos proseguir el camino. Si en este momento sientes el deseo profundo de mejora, de cambiar es una gracia y una enorme bendición. Por lo tanto, no dejes que este deseo se escape.

Creo que no se puede quedar este año en una canción que deja: “una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra” Es un año que, desde el mismo comienzo, debe estar lleno de la bendición de Dios y del amor por la familia donde deben estar fundamentados todos los mejores esfuerzos. Por eso el comienzo de un año es la oportunidad para reunir las fuerzas y toda la ilusión para comenzar el mejor año de la vida, porque el que se proponga convertir éste en su mejor año, lo puede lograr.

Por eso no puede quedarse en el balde de agua lanzado al carro viejo para venderlo por el doble; o las doce uvas que atragantadas se van metiendo; o las lentejas para hacer rendir las compras de la dieta y mucho menos, la ropa interior para que no nos caiga la mala. Es y debe ser un año para convertirnos, sin olvidar que la vida es demasiado breve y el tiempo no espera a nadie. Debemos hacer más que un propósito, debemos dar el primer paso y con esto estaremos acortando las grandes distancias.

Necesitamos, con urgencia, hacer que todo sea nuevo. Por eso hay que repetir: desde hoy todo será diferente. Todo será distinto. Del hogar voy a arrancar el egoísmo que tanto mal hace. Estrenaré un nuevo amor y trato para con mi familia. Seré, desde hoy, un mejor padre, madre y un mejor hijo . Seré también distinto en mi trabajo, no porque vaya a cambiar de trabajo, sino de un mejor trato para con todos.

En este nuevo año todo será nuevo porque Dios nació para darme felicidad y hacer que reconozca que debo mejorar y salir adelante. Son muchos que ven su vida con sombras de tristeza y no hacen nada, por el contrario se acostumbran y se van degenerando más y más. Siempre afirman que tiene mala suerte, que así nacieron “Genio y figura hasta la sepultura” Hoy, y no mañana, es el momento para salir adelante y hacer como hizo Hernán Cortés que al llegar a México quemó las naves para no regresar. Entonces, es la hora de volver a empezar, pues este año salido del amor de Dios es un regalo y como todo regalo hay que disfrutarlo y cuidarlo.

Ha llegado un nuevo año y cuando decimos que todo será nuevo, estamos afirmando que no me quedaré con los brazos cruzados para ir aprendiendo del pasado, disfrutar el presente y construir un futuro mejor.

Dios, fuente y origen de todo bien, acompáñanos y bendícenos en este nuevo año que, de seguro, será todo nuevo. Junto a la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra que nos acompaña en unión de todos los santos. Amén.

mrivassnchez@gmail.com

 

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