DIOSBENDICE

Cuaresma... Ristos para bautizo de adultos




Primer domingo de Cuaresma
1. Los responsables, Catequistas de Adultos, previamente hacen una reunión con los padres, adultos y padrinos para ir creando un ambiente y presentar la agenda de encuentros y reflexiones.
2. Después de la homilía el catequista presenta a los candidatos:
Reverendo Padre, próximas ya las solemnidades pascuales, los catecúmenos aquí presentes, confiados en la gracia divina y ayudados con las oraciones y el ejemplo de la comunidad, piden humildemente que, después de la debida preparación y de la celebración de los escrutinios, les admitan a participar en los sacramentos del Bautismo y a la Confirmación.

Sacerdote: Acérquense los que han de ser elegidos, acompañados por sus padrinos (madrinas).
Sacerdote: Padrinos están dispuestos a acompañar y animar a sus ahijados
Padrinos: Si estamos dispuestos.
Sacerdote: Pregunta a la Asamblea: Están alegres de que estos hijos nuestros sean presentados.
Asamblea: si estamos alegres y aplauden.
Sacerdote: A los catecúmenos. ¿Quieren ser iniciados en los sacramentos de Cristo, Bautismo y Confirmación? Catecúmenos: Si queremos.
Sacerdote: Digan sus nombres.
Catecúmenos: acompañados de sus padrinos dicen sus nombres y van a la mesa a inscribirse.
Se hace un canto:
Al final todos decimos: gracias Señor, gracias.

Segundo domingo de Cuaresma (nada)
Tercer domingo de Cuaresma. (Primer escrutinio)
Después de la homilía se acercan los elegidos y se colocan delante del sacerdote.
Sacerdote: los invita a arrodillarse e invita a la comunidad a orar en silencio.
Sacerdote: Queridos elegidos inclinen la mirada y oren. Padrinos toquen el hombro de sus ahijados. Oremos por estos elegidos, a los que distinguió la Iglesia confiadamente después de un camino ya largo, para que, acabada la preparación, en las fiestas pascuales encuentren a Cristo en sus sacramentos.
Lector:
• Para que mediten en su corazón las palabras divinas y las saboreen más profundamente cada día, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que conozcan a Cristo, que vino a salvar lo que había perecido, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que confiesen con humildad de corazón que son pecadores, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que rechacen sinceramente en sus costumbres todo lo que desagrada a Cristo y le es contrario, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que el Espíritu Santo, que escruta los corazones de todos los hombres, fortalezca su debilidad, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que enseñados por el mismo Espíritu aprendan lo que es de Dios y lo que le agrada, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que también sus familias pongan en Cristo su esperanza, y encuentren en él la paz y la santidad, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que nosotros mismos nos preparemos a las fiestas pascuales corrigiendo nuestros pensamientos, levantando el corazón y practicando con caridad las obras de misericordia, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que en el mundo entero se fortalezca lo débil, se restaure lo ruinoso, se encuentre lo perdido y se rescate lo encontrado, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.

Sacerdote: Con las manos juntas: Oremos. Oh Dios, que nos enviaste como Salvador a tu Hijo, concédenos que estos catecúmenos, que desean sacar agua viva como la Samaritana, convertidos como ella con la palabra del Señor, se confiesen cargados de pecados y debilidades. No permitas, te suplicamos, que con vana confianza en sí mismos, sean engañados por la potestad diabólica, mas líbralos del espíritu pérfido, para que, reconociendo sus maldades, merezcan ser purificados interiormente para comenzar el camino de la salvación. Por Jesucristo nuestro Señor. Todos: Amén.
Sacerdote: impone las manos en silencio a cada uno.
Sacerdote: con las manos extendidas sobre los elegidos, el celebrante prosigue: Señor Jesús, tú eres la fuente a la que acuden estos sedientos y el maestro al que buscan. Ante ti, que eres el único santo, no se atreven a, proclamarse inocentes. Confiadamente abren sus corazones, confiesan su suciedad, descubren sus llagas ocultas. Líbrales, pues, bondadosamente de sus flaquezas, cura su enfermedad, apaga su sed, y otórgales la paz. Por la virtud de tu nombre, que invocamos con fe, séles propicio y sálvalos. Domina al espíritu maligno, derrotado cuando resucitaste. Por el Espíritu Santo muestra el camino a tus elegidos para que caminando hacia el Padre, le adore en la verdad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Jueves 12 de marzo. Primera entrega. El Símbolo (El Credo)
Después de la homilía, el sacerdote llama a los elegidos que son acompañados por sus padrinos, colocados delante del sacerdote. Antes el catequista les ha enseñado y memorizado el credo. El Catequista elabora por escrito el credo para entregarlo a cada uno cuando están delante del sacerdote.
Sacerdote: Queridos hermanos, escuchen las palabras de la fe, por la cual recibirán la justificación. Las palabras son pocas, pero contienen grandes misterios. Recíbanlas y guárdenlas con sencillez de corazón.
Sacerdote: Inicia el credo y los elegidos lo acompañan.
Sacerdote: invita a los fieles a orar con estas o parecidas palabras: Oremos por nuestros elegidos, para que Dios nuestro Señor les ilumine interiormente, les abra con amor las puertas de la Iglesia, y así encuentren en el bautismo el perdón de sus pecados y la incorporación plena a Cristo, nuestro Señor. (Todos oran en silencio)
Sacerdote: con las manos extendidas sobre los elegidos, dice: Te suplicamos, Señor, fuente de luz y de verdad, que tu eterna y justísima piedad. Descienda sobre estos siervos tuyos N. y N.: purifícalos y santifícalos; dales la verdadera ciencia, firme esperanza y santa doctrina, para que se hagan dignos de acercarse a la gracia del Bautismo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Cuarto domingo de cuaresma. Segundo escrutinio.
Sacerdote: llama a los elegidos en compañía de sus padrinos. Estos se arrodillan y los padrinos tocan su hombro. Todos en silencio.
Sacerdote: Oremos por estos elegidos, a los que llamó el Señor para que permanezcan santos en él y den testimonio vigoroso de las palabras de vida eterna.
Lector: • Para que ellos, fiándose de la verdad de Cristo, consigan la libertad de la mente y del corazón y la conserven para siempre, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que, contemplando la sabiduría de la cruz, puedan gloriarse en Dios, que confunde la sabiduría de este mundo, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que, liberados con la virtud del Espíritu Santo, pasen del temor a la confianza, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que, transformados en hombres espirituales, traten de gustar lo que es justo y santo, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que todos los que sufren persecución por el nombre de Cristo, sean ayudados por el mismo Cristo, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.
• Para que las familias y los pueblos, que encuentran trabas para abrazar la fe, alcancen la libertad de creer en el Evangelio, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que nosotros, experimentados en el conocimiento del mundo, permanezcamos fieles al espíritu evangélico, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que el mundo entero, amado por el Padre, pueda acercarse en la Iglesia a la plena libertad espiritual, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
Sacerdote: dice con las manos juntas: Oremos. Padre clementísimo, que concediste al ciego de nacimiento que creyera en tu Hijo, y que por esta fe alcanzara la luz de tu reino, haz que tus elegidos, aquí presentes, se vean libres de los engaños que les ciegan, y concédeles que, firmemente arraigados en la verdad, se transformen en hijos de la luz, y así pervivan por los siglos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Quinto domingo de Cuaresma. Tercer escrutinio.
Sacerdote: Llama a los elegidos que vienen junto a sus padrinos. Elegidos de rodillas. Los padrinos tocan sus hombros. Sacerdote: Oremos por estos siervos a los que Dios ha elegido, para que, unidos a la muerte y resurrección de Cristo, puedan superar con la gracia de los sacramentos la amarga condición mortal.
Lector: • Para que se fortalezcan con la fe contra cualquier clase de engaños del mundo, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que se muestren agradecidos a la elección divina por la que pasaron de ignorar la esperanza de la vida eterna a emprender el camino de la salvación, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que con el ejemplo y la intercesión de los catecúmenos que derramaron su sangre por Cristo, se animen a esperar la vida eterna, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que todos se aparten con aversión del pecado, que despoja de la vida, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor. • Para que los que se afligen con la muerte de los suyos, encuentren en Cristo el consuelo, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.
• Para que nosotros mismos, al celebrar una vez más las solemnidades pascuales, nos afirmemos en la esperanza de resucitar con Cristo, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
• Para que el mundo entero, creado por designio amoroso de Dios, alcance nueva vida con el progreso en la fe y en la caridad, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.
Sacerdote: dice con las manos juntas: Oremos. Oh Padre de la vida eterna, que no eres Dios de muertos sino de vivos, y que enviaste a tu Hijo como mensajero de la vida, para arrancar a los hombres del reino de la muerte y conducirlos a la resurrección, te rogamos que libres a estos elegidos de la potestad del espíritu maligno, que arrastra a la muerte, para que puedan recibir la nueva vida de Cristo resucitado y dar testimonio de ella. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
Sacerdote: impone las manos. Después, con las manos extendidas sobre los elegidos, el celebrante prosigue: Señor Jesús,
que, resucitando a Lázaro de la muerte, significaste que venías para que los hombres tuvieran vida abundante, libra de la muerte a éstos, que anhelan la vida de tus sacramentos, arráncalos del espíritu de la corrupción y comunícales por tu Espíritu vivificante la fe, la esperanza y la caridad, para que viviendo siempre contigo, participen de la gloria de tu resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Jueves 2 de abril. Entrega de la oración dominical.
El Catequista les enseña y les explica el Padrenuestro, luego lo copia y lo entrega cuando están delante del sacerdote.
Después de la homilía. Acérquense los que van a recibir la Oración dominical.
Sacerdote: Querida comunidad oremos en silencio por estos hermanos nuestros.
Sacerdote: con las manos extendidas sobre los elegidos, dice: Dios todopoderoso y eterno, que haces fecunda a tu Iglesia dándole constantemente nuevos hijos, acrecienta la fe y la sabiduría de nuestros elegidos, para que, al renacer en la fuente bautismal, sean contados entre los hijos de adopción. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Todos recitan el padrenuestro.


Padre Marcelo. @padrerivas

2020 feb 26


Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2020




                        «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20)
                    
Queridos hermanos y hermanas:
El Señor nos vuelve a conceder este año un tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria. Debemos volver continuamente a este Misterio, con la mente y con el corazón. De hecho, este Misterio no deja de crecer en nosotros en la medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo espiritual y lo abrazamos, respondiendo de modo libre y generoso.

1. El Misterio pascual, fundamento de la conversión
La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús: el kerygma. En este se resume el Misterio de un amor «tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo» (Exhort. ap. Christus vivit, 117). Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia (cf. Jn 10,10). En cambio, si preferimos escuchar la voz persuasiva del «padre de la mentira» (cf. Jn 8,45) corremos el riesgo de hundirnos en el abismo del sinsentido, experimentando el infierno ya aquí en la tierra, como lamentablemente nos testimonian muchos hechos dramáticos de la experiencia humana personal y colectiva.
Por eso, en esta Cuaresma 2020 quisiera dirigir a todos y cada uno de los cristianos lo que ya escribí a los jóvenes en la Exhortación apostólica Christus vivit: «Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez» (n. 123). La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren.

2. Urgencia de conversión
Es saludable contemplar más a fondo el Misterio pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en un «cara a cara» con el Señor crucificado y resucitado «que me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene. De hecho, el cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo. La oración puede asumir formas distintas, pero lo que verdaderamente cuenta a los ojos de Dios es que penetre dentro de nosotros, hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón, para convertirlo cada vez más al Señor y a su voluntad.
Así pues, en este tiempo favorable, dejémonos guiar como Israel en el desierto (cf. Os 2,16), a fin de poder escuchar finalmente la voz de nuestro Esposo, para que resuene en nosotros con mayor profundidad y disponibilidad. Cuanto más nos dejemos fascinar por su Palabra, más lograremos experimentar su misericordia gratuita hacia nosotros. No dejemos pasar en vano este tiempo de gracia, con la ilusión presuntuosa de que somos nosotros los que decidimos el tiempo y el modo de nuestra conversión a Él.

3. La apasionada voluntad de Dios de dialogar con sus hijos
El hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto. Esta nueva oportunidad debería suscitar en nosotros un sentido de reconocimiento y sacudir nuestra modorra. A pesar de la presencia —a veces dramática— del mal en nuestra vida, al igual que en la vida de la Iglesia y del mundo, este espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros. En Jesús crucificado, a quien «Dios hizo pecado en favor nuestro» (2 Co 5,21), ha llegado esta voluntad hasta el punto de hacer recaer sobre su Hijo todos nuestros pecados, hasta “poner a Dios contra Dios”, como dijo el papa Benedicto XVI (cf. Enc. Deus caritas est, 12). En efecto, Dios ama también a sus enemigos (cf. Mt 5,43-48).
El diálogo que Dios quiere entablar con todo hombre, mediante el Misterio pascual de su Hijo, no es como el que se atribuye a los atenienses, los cuales «no se ocupaban en otra cosa que en decir o en oír la última novedad» (Hch 17,21). Este tipo de charlatanería, dictado por una curiosidad vacía y superficial, caracteriza la mundanidad de todos los tiempos, y en nuestros días puede insinuarse también en un uso engañoso de los medios de comunicación.

4. Una riqueza para compartir, no para acumular sólo para sí mismo
Poner el Misterio pascual en el centro de la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría.
Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que deben compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo. Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo. Podemos y debemos ir incluso más allá, considerando las dimensiones estructurales de la economía. Por este motivo, en la Cuaresma de 2020, del 26 al 28 de marzo, he convocado en Asís a los jóvenes economistas, empresarios y change-makers, con el objetivo de contribuir a diseñar una economía más justa e inclusiva que la actual. Como ha repetido muchas veces el magisterio de la Iglesia, la política es una forma eminente de caridad (cf. Pío XI, Discurso a la FUCI, 18 diciembre 1927). También lo será el ocuparse de la economía con este mismo espíritu evangélico, que es el espíritu de las Bienaventuranzas.

Invoco la intercesión de la Bienaventurada Virgen María sobre la próxima Cuaresma, para que escuchemos el llamado a dejarnos reconciliar con Dios, fijemos la mirada del corazón en el Misterio pascual y nos convirtamos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. De este modo podremos ser lo que Cristo dice de sus discípulos: sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-14).



Padre Marcelo. @padrerivas

2020 feb 26