El Papa en Santa Marta.

Papa en Santa Marta: el obispo es un servidor y no un príncipe

Humilde, templado y no príncipe. Así es como el Papa Francisco describe como debe ser el perfil de un obispo, al comentar la Carta de San Pablo Apóstol a Tito en su homilía en la Casa Santa Marta de hoy. Benedetta Capelli – Ciudad del Vaticano

Es la Carta del Apóstol San Pablo a Tito la que ha dirigido la reflexión del Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina en Casa Santa Marta y en la que el Papa ha diseñado con mínimo detalle un boceto de la figura del obispo; una definición de los criterios para poner orden en la Iglesia.

La Iglesia no nació completamente ordenada

Fervor y desorden son las dos palabras que el Papa usa para contar cómo nació la Iglesia, recordando incluso las "cosas admirables" realizadas. "Siempre hay confusión - afirma – la fuerza del Espíritu, desorden y no debemos asustarnos" porque "es un buen signo".

“Nunca la Iglesia ha nacido completamente ordenada, todo en orden, sin problemas, sin confusión, nunca. Siempre ha nacido así. Y esa confusión, ese desorden, debe ser arreglado. Es verdad, porque las cosas deben ponerse en orden; pensemos, por ejemplo, al primer Concilio de Jerusalén: había una lucha entre los judaizantes y los no judaizantes ... Pensemos bien: hacen el Concilio y arreglan las cosas”.

Obispo, administrador de Dios y no de bienes

Por eso - subraya el Papa - Pablo deja a Tito en Creta para poner orden, recordándole que "lo primero es la fe". Al mismo tiempo, da los criterios y las instrucciones sobre la figura del obispo "como administrador de Dios".

“La definición que da del obispo es ‘administrador de Dios’, no de bienes, de poder, de las cordadas, no: de Dios. Siempre tiene que corregirse a sí mismo y preguntarse: ‘¿Yo soy un administrador de Dios o soy un hombre de negocios?’. El obispo es administrador de Dios. Debe ser irreprensible: esta palabra es la misma que Dios le ha pedido a Abraham: ‘Camina en mi presencia y sé irreprensible’. Es una palabra fundadora, de un líder”.

El perfil para la elección del obispo

Francisco también recuerda como no debe ser un obispo. En la definición, explica que el obispo no debe ser arrogante, ni soberbio, ni enojado ni adicto al vino - uno de los vicios más comunes en la época de Pablo - ni tampoco un hombre de negocios apegado al dinero.

Sería “una calamidad para la Iglesia – dice - un obispo como ese", incluso si solo tuviera uno de estos defectos. Por el contrario, el Papa señala que debe ser capaz de "dar hospitalidad", debe ser "amante del bien", "sensible, justo, santo, amo de sí mismo, fiel a la Palabra digna de fe que le ha sido enseñada": estas son las peculiaridades del servidor de Dios.

"Así es el obispo. Este es el perfil del obispo. Y cuando se investiga para la elección de los obispos, ¿sería bueno hacer estas preguntas al principio? Para saber si se puede ir adelante con otras investigaciones. Pero sobre todo, vemos que el obispo debe ser humilde, manso, siervo, no príncipe. Esta es la Palabra de Dios. "Ah, sí, padre, esto es cierto, esto después del Concilio Vaticano II debe hacerse ..." - "¡No, después de Pablo!". No es una novedad postconciliar esta. Esto es desde el principio, cuando la Iglesia se dio cuenta de que tenía que poner orden con tales obispos".

"En la Iglesia - concluye el Papa - no se puede poner orden sin esta actitud de los obispos". Lo que cuenta ante Dios no es ser simpáticos, predicar bien, sino la humildad y el servicio. Recordando la memoria de San Giosafat, obispo y mártir, Francisco pide rezar por los obispos para que "sean así, somos así, como Pablo nos pide ser".



El Papa en Santa Marta. Misa diaria 09 de noviembre

Papa en Santa Marta: no a la lista de precios de los Sacramentos

En su homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta el Pontífice comentó el episodio evangélico de la “purificación del templo” e invitó a reflexionar acerca del celo y del respeto que hoy reservamos a “nuestras iglesias”

Barbara Castelli – Ciudad del Vaticano

Que las iglesias sean “casa de Dios” y no “mercados” o salones sociales dominados por la “mundanidad”. Es la reflexión que el Papa Francisco ofreció durante la Misa matutina. Partiendo del Evangelio de San Juan, propuesto por la liturgia del día (Jn 2,13-22), el Santo Padre explicó las motivaciones que causan el ímpetu de Jesús, que expulsa a los mercaderes del templo. El Hijo de Dios se siente impulsado por el amor, “por el celo” por la casa del Señor, “convertida en un mercado”.

Los ídolos esclavizan

Al entrar en el templo, donde se vendían “bueyes, ovejas y palomas”, ante la presencia de los “cambistas”, Jesús reconoce que ese lugar estaba poblado por idólatras, hombres dispuestos a servir “el dinero” en lugar de “a Dios”. “Detrás del dinero está el ídolo – destacó el Papa Bergoglio – ídolos que son siempre de oro. Y los ídolos esclavizan”.

“Esto llama nuestra atención y nos hace pensar cómo nosotros tratamos nuestros templos, nuestras iglesias; si verdaderamente son casa de Dios, casa de oración, de encuentro con el Señor; si los sacerdotes favorecen eso. O si se parecen a los mercados. Lo sé… algunas veces yo he visto – no aquí en Roma, sino en otra parte – he visto una lista de precios. ‘¿Pero cómo se pagan los Sacramentos?’. ‘No, sino que es una oferta’. Pero si queremos dar una oferta – que deben darla – que la pongan en la caja de las ofertas, a escondidas, que nadie vea cuánto das. También hoy está este peligro: ‘Debemos mantener a la Iglesia. Sí, sí, sí, verdaderamente’. Que la mantengan los fieles, pero en la caja de las ofertas, no con una lista de precios.

Que las iglesias no se conviertan en mercados

El Pontífice también advirtió acerca de la tentación de la mundanidad.

“Pensemos en algunas celebraciones de algún Sacramento quizá, o conmemoraciones, donde tú vas y ves: tú no sabes si la casa de Dios es un lugar de culto o un salón social. Algunas celebraciones que se deslizan hacia la mundanidad. Es verdad que las celebraciones deben ser bellas – bellas – pero no mundanas, porque la mundanidad depende del dios dinero. También es una idolatría. Esto nos hace pensar, y también en nosotros, acerca de cómo es el celo por nuestras iglesias, el respeto que nosotros tenemos allí cuando entramos”.

El templo del corazón

El Santo Padre reflexionó asimismo sobre la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, aclarando que también el corazón de cada uno de nosotros representa “un templo: el templo de Dios”. Si bien con la conciencia de ser todos pecadores, cada uno debería interrogar su propio corazón para verificar si es “mundano e idólatra”.

“Yo no pregunto cuál es tu pecado, mi pecado. Pregunto si dentro de ti hay un ídolo, si está el señor dinero. Porque cuando está el pecado está el Señor Dios misericordioso que perdona si tú te diriges a Él. Pero si está el otro señor – el dios dinero – tú eres un idólatra, es decir un corrupto: ya no un pecador, sino un corrupto. El núcleo de la corrupción es precisamente una idolatría: es haber vendido el alma al dios dinero, al dios poder. Es un idólatra”.



El Papa en Santa Marta. Misa diaria 26 de octubre

Papa en Santa Marta: paz es camino de humildad, dulzura y magnanimidad

En la misa de la mañana en Santa Marta, la invitación del Papa fue a “hacer” y a “consolidar” la unidad del mundo de hoy, en el cual también las instituciones internacionales “se sienten incapaces” de encontrar un acuerdo para la paz Giada Aquilino – Ciudad del Vaticano

En la misa de la mañana en Santa Marta, la invitación del Papa fue a “hacer” y a “consolidar” la unidad del mundo de hoy, en el cual también las instituciones internacionales “se sienten incapaces” de encontrar un acuerdo para la paz Giada Aquilino – Ciudad del Vaticano

Pasa por la humildad, la dulzura y la magnanimidad el camino para encontrar la paz en el mundo, en nuestras sociedades pero también en nuestras familias. Lo subrayó el Papa en la misa matutina en Santa Marta. Reflexionando sobre la primera lectura del día, de la Carta de San Pablo a los Efesios, Francisco recordó cómo Pablo, desde la soledad de la prisión, dirigió a los cristianos un verdadero “himno a la unidad”.

Hay dificultad a encontrar acuerdos de paz

Es una soledad que acompañará al apóstol hasta la muerte “en Tre Fontane”, notó el Papa, “porque los cristianos – observó- estaban demasiado ocupados en sus luchas internas”. "El mismo Jesús antes de morir, en la Última Cena, -recordó- pidió al Padre la gracia de la unidad para todos nosotros”. Y sin embargo, constató Francisco, estamos “acostumbrados a respirar el aire de los conflictos”. Cada día, en la televisión y en los diarios se habla de conflictos, “uno detrás de otro”, de guerra, “sin paz y sin unidad”. Y aunque “se hacen pactos” para detener un cualquier conflicto, éstos luego son desatendidos. De modo tal que “la carrera de las armas, la preparación a las guerras, la destrucción, van adelante”.

Incluso las instituciones mundiales -hoy lo vemos- creadas con la mejor voluntad para ayudar a la unidad de la humanidad, la paz, se sienten incapaces de encontrar un acuerdo: que hay un veto aquí, un interés allá... Y se les hace difícil encontrar acuerdos de paz. Y mientras tanto los niños no tienen comida, no van a la escuela, no tienen educación, no hay hospitales porque la guerra lo destruye todo. Hay, por parte nuestra, una tendencia a la destrucción, a la guerra y a la desunión. Es la tendencia que siembra en nuestro corazón el enemigo, el destructor de la humanidad: el diablo. Pablo, en este pasaje, nos enseña el camino hacia la unidad. Él dice: “la unidad está cubierta, está blindada -se puede decir- con el vínculo de la paz”. La paz lleva a la unidad.

Abrir el corazón

He aquí entonces el apelo a un comportamiento digno de la llamada recibida, “con toda humildad, dulzura y magnanimidad”:

Para hacer la paz, la unidad entre nosotros: humildad, dulzura. Nosotros que estamos acostumbrados a insultarnos, a gritarnos... dulzura y magnanimidad. ¡Deja estar! Abre el corazón. ¿Se puede hacer la paz en el mundo con estas tres pequeñas cosas? Sí, es el camino. ¿Se puede llegar a la unidad? Sí, por ese camino: 'humildad, dulzura y magnanimidad'. Pablo es práctico, y da un consejo muy práctico: 'soportarse los unos a los otros en el amor'. Soportarse los unos a los otros. No es fácil, siempre sale el juicio, la condena, que lleva a la separación, a la distancia....

Comprensión desde el principio

Esto sucede, notó también el Papa, cuando se crea una distancia entre los miembros de una misma familia. El diablo "es feliz" con eso: es “el inicio de la guerra”. El consejo es, pues, “soportar”, porque "todos damos motivo de fastidio, de impaciencia, porque todos -recordó el Papa- somos pecadores, todos tenemos nuestros defectos”. San Pablo recomienda “preservar la unidad del Espíritu a través del vínculo de la paz”, “seguramente bajo la inspiración de las palabras de Jesús en la Última Cena: ‘Un solo cuerpo y un solo Espíritu’”. Luego “va hacia adelante y nos hace ver el horizonte de la paz, con Dios; como Jesús nos mostró el horizonte de la paz en la oración: ‘Padre, que sean uno, como tú y yo’. La unidad”.

El Santo Padre recordó luego que en el Evangelio de Lucas proclamado hoy, Jesús aconseja encontrar un "acuerdo" con nuestro adversario “a lo largo del camino”. Es un “buen consejo”, comentó, porque “no es difícil encontrar un acuerdo al principio del conflicto”.

El consejo de Jesús: ponte de acuerdo al principio, haz la paz en el principio: esto es humildad, esto es dulzura, esto es magnanimidad. La paz se puede construir en todo el mundo con estas pequeñas cosas, porque estas actitudes son la actitud de Jesús: humilde, manso, lo perdona todo. El mundo de hoy necesita paz, nosotros necesitamos paz, nuestras familias necesitan paz, nuestra sociedad necesita paz. Comencemos por casa a practicar estas cosas sencillas: magnanimidad, dulzura, humildad. Vamos adelante por este camino: hacer siempre la unidad, consolidar la unidad. Que el Señor nos ayude en este camino.


El Papa desde Santa marta. Misa diaria 20 de octubre

Papa: El Espíritu Santo es la levadura de los cristianos para la redención

En la Misa matutina en la Casa de Santa Marta, el Santo Padre se refirió a los cristianos hipócritas, que no aceptan la levadura del Espíritu Santo, capaz de hacer crecer “hacia afuera”

Giada Aquilino – Ciudad del Vaticano Ir siempre adelante con la “levadura del Espíritu Santo”, que conduce a “esa herencia” que nos dejó a todos el Señor. Ésta es la exhortación del Papa en su homilía de esta mañana en que reflexionó a partir del Evangelio de Lucas, deteniéndose sobre los dos tipos de personas que se encuentran en el pasaje evangélico y que – dijo Francisco – “crecen de modo diverso” y “opuesto” ente sí.

Cristo no tolera la hipocresía

Jesús habla de la levadura “que hace crecer” pero – dijo el Santo Padre – también existe una levadura “mala” que “arruina”, que hace crecer “hacia adentro”. Es la “de los fariseos, la de los Doctores de la Ley de aquel tiempo, la de los saduceos”, es decir, “la hipocresía”. Se trata de gente – explicó el Papa – encerrada en sí misma, que piensa en lucirse, en hacer “de cuenta”, en dar una limosna y después hacer “sonar la trompeta” para hacerlo saber a los demás. La preocupación de estas personas – prosiguió Francisco – “es custodiar lo que tienen dentro”, su propio “egoísmo”, su propia “seguridad”: “Cuando hay algo que los pone en dificultad” como el hombre agredido y dejado “medio muerto” por los brigantes, o si se encuentran con “un leproso” – añadió el Pontífice – “ellos miran hacia el otro lado”, según sus propias “leyes internas”. “Esta levadura – dice Jesús – es peligrosa. Estén atentos. Es la hipocresía”. Jesús no tolera la hipocresía: este presentarse bien, también con bellas formas de educación, pero con malos hábitos dentro. Y el mismo Jesús dice: “De afuera ustedes son bellos, como los sepulcros, pero dentro hay putrefacción o destrucción, están los escombros”. Esta levadura que hace crecer hacia adentro, es una levadura que hace crecer sin futuro, porque en el egoísmo, en el hecho de dirigirse a sí mismo, no hay futuro, no hay futuro. En cambio, otro tipo de persona es la que vemos con otra levadura, que es contraria, que hace crecer hacia afuera. Es más, que hace crecer como herederos, para tener una herencia.

La promesa de una felicidad muy grande

Francisco recordó después que en la Carta a los Efesios, San Pablo explica que “en Cristo también hemos sido hechos herederos, predestinados”. La referencia es a personas proyectadas “hacia afuera”. “A veces se equivocan, pero se corrigen; a veces caen, pero se levantan. Incluso a veces pecan, pero se arrepienten. Y siempre hacia afuera, hacia aquella herencia, porque ha sido prometida. Y esta gente es gente gozosa, porque se le ha prometido una felicidad muy grande: Que serán gloria, alabanza de Dios. Y “la levadura – dice Pablo – de esta gente es el Espíritu Santo”, que nos impulsa a ser alabanza de su gloria, de la gloria de Dios”.

Con la alegría en el corazón

El “sello del Espíritu Santo”, que había sido “prometido” es – dijo el Papa Bergoglio – citando una vez más al apóstol – “anticipo de nuestra herencia”, en espera de la “completa redención”. Precisamente Jesús – subrayó Francisco – nos quiere “siempre en camino con la levadura del Espíritu Santo que jamás hace crecer hacia adentro, como los Doctores de la Ley, como los hipócritas”. En efecto, el Espíritu Santo “empuja hacia afuera”, “hacia el horizonte”. Así Jesús quiere “que sean los cristianos”: si bien “con dificultades, con sufrimientos, con problemas, con caídas”, siempre adelante con la esperanza “de encontrar la herencia, porque tienen la levadura que es adelanto, que es el Espíritu Santo”. He aquí los dos tipos de personas nombradas: “Una que, guiada por su propio egoísmo, crece hacia adentro. Tiene una levadura – el egoísmo – que la hace crecer hacia adentro y sólo se preocupa de presentarse bien, de parecer equilibrado, bien: que no se vean los malos hábitos que tienen. Son los hipócritas, y Jesús dice: ‘Estén atentos’. Las otras personas son los cristianos: deberíamos ser cristianos, si bien también están los cristianos hipócritas, que no aceptan la levadura del Espíritu Santo. Por esto Jesús nos pone en guardia: “Estén atentos a la levadura de los fariseos”. La levadura de los cristianos es el Espíritu Santo, que nos empuja hacia afuera, nos hace crecer, con todas las dificultades del camino, también con todos los pecados, pero siempre con la esperanza. El Espíritu Santo es precisamente el anticipo de esa esperanza, de esa alabanza, de esa alegría. Esta gente tiene en el corazón al Espíritu Santo como levadura, es gozosa, incluso en los problemas y en las dificultades. Los hipócritas han olvidado lo que significa ser gozoso”.