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Aprendiendo a envejecer con dignidad
en servicio a los demás

 
La tercera edad o la edad de los viejitos (as) nos debe llenar de orgullo y de una tremenda satisfacción.
 
2. Poesías
 

A UN VIEJO POETA
Caminas por el campo de Castilla
y casi no lo ves. Un intrincado
versículo de Juan es tu cuidado
y apenas reparaste en la amarilla
puesta del sol. La vaga luz delira
y en el confín del Este se dilata
esa luna de escarnio y de escarlata
que es acaso el espejo de la Ira.
Alzas los ojos y la miras. Una
memoria de algo que fue tuyo empieza
y se apaga. La pálida cabeza
bajas y sigues caminando triste,
sin recordar el verso que escribiste:
Y su epitafio la sangrienta luna.
Jorge Luis Borges, 1960

CON MIS VIEJOS RETRATOS...
Señor, quiero ser yo, y sólo con lo mío,
por humilde que sea, aun pobre y pequeño;
nada de adornos vanos ni lujoso atavío
ni aquello que deslumbra en ambicioso sueño.

No quiero en devaneo, tampoco en desvarío,
lo que no corresponda, aunque sea halagüeño;
es triste lo ficticio, y mucho de vacío
disponer como propio de lo que no se es dueño.

Quedar con nuestras cosas, lo que en verdad motiva
y es razón de vivir en el cabal sentido
—unos viejos retratos, tal lámpara votiva
y la talla minúscula del antiguo San Roque—,
y conmigo ser yo es lo que quiero y pido,
dentro de lo que fuera y lo que al fin me toque.
Marilina Rébora

HUMO
(De Th. Gautier.)

Bajo los árboles viejos
cuya sombra el suelo baña
miro perdida a lo lejos
una pequeña cabaña.
Todo en quietud allí vese,
la ventana no está abierta
y el musgo grisoso crece
sobre el umbral de la puerta.

Cual tibio aliento aromado
que el frío condensa en nube
humo tenue y azulado
en espiral de ella sube.

Del alma que allí reposa
noticias a Dios le lleva
el humo que de la choza
en espirales se eleva.
Abril 20 [de] 1883 José Asunción Silva

TRISTEZA
Si hay algo que me enferma, son los otoños viejos,
los de amarillas hojas que golpean los vitrales,
los que nunca me dejan escribir madrigales,
los que mi alcoba inundan con pálidos reflejos.

En ellos, me parece que todo tengo lejos,
y que voy a morirme sin ver los naranjales.
El sol de otoño, siempre, cruzando los cristales;
en círculos redondos rebota en los espejos.

El otoño es de oro, de rojo cobre y plata.
Sus colores flamean por toda la alameda,
que llora estremecida si el aire la maltrata.
El otoño es la Vida que con manos de seda,
todo lo que nos diera, febril, nos arrebata,
sin fuerza en este mundo que resistirle pueda.
Humberto C. Garza

EL LAGARTO ESTÁ LLORANDO
A MADEMOISELLE TERESITA GUILLÉN
TOCANDO SU PIANO DE SEIS NOTAS

El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.

Han perdido sin querer
su anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!
Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.

El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.

¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!

¡Ay, cómo lloran y lloran,
¡ay! ¡ay! cómo están llorando!
Federico García Lorca, 1921-1924
ESTOS DÍAS
Tal vez te gustaría saber
que llevo tus gestos como otra piel
casi feliz a pesar de las heridas
y tu ausencia pesa mas que los rencores
y las penas de todos los amores
que fui quemando cada día.
El bar de la esquina sé cerro,
el diarero también se jubilo
dejando amaneceres huérfanos.
La vieja estrenó casa e ilusión,
guarda tu retrato en un nuevo rincón
y te llora a veces en silencio.

Y mientras tanto
los hijos van creciendo
poniéndonos mas viejos,
Más sabios de esperar
las huellas que el azar
dibuja en los espejos
A veces sueño viéndote volver
silbando ese tango de Gardel
con tu otoño de cenizas en el pelo
y pienso que desde que te perdí
cada vez me cuesta mas abrir
el corazón a los recuerdos.

Ahora debo irme, te debo ese clavel
que cultivo en nombre del ayer
fue duro el invierno en el jardín
y en la ciudad ni te cuento
hasta cualquier momento
nunca me olvido de ti.
Y mientras tanto
los hijos van creciendo
poniéndonos más viejos
Más sabios de esperar
las huellas que el azar
dibuja en los espejos.
Daniel Omar Martínez

PASATIEMPO
Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros
ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.
Mario Benedetti

MI ABUELO
Mi abuelo era un anciano
que peinaba de nieve el pelo cano.
Un sabio y santo arcano
dormía en sus pupilas y en su mano
temblaba suavemente
un pálpito afectivo intermitente.

Era vasco de nombre y de apellido,
era vasco en su noble orgullo herido
y cuando me miraba
lucía una sonrisa en su mirada.

Un día pregunté ingenuamente.
¿De qué estoy hecho yo?
Fue de repente.
Me sonrió mirando de soslayo
las rosas que esparcía el mes de Mayo
y dijo bondadosa y dulcemente:

Estás hecho de espejo solamente.
De espejo de borrascas y tormentas
cuando en la tempestad tú te amedrentas.
De espejo de alegría y de consuelo
cuando luciendo el sol, alegra el suelo
y el ruiseñor cantando emprende el vuelo.

De espejo de dolor y desconsuelo
cuando una enfermedad causa tu duelo.
De espejo de tristeza y sacrificio
cuando ingenuo recaigas en el vicio.
De espejo de esperanza y de bonanza
cuando el amor por ti bata su lanza.

¡Estás hecho de espejo solamente,
donde se mira Dios constantemente!

Mi abuelo me besó tan tiernamente
que una lágrima cayó sobre mi frente.
Carlos Etxeba

CANSANCIO ETERNO
Quisiera dormir mucho.
Tengo un cansancio eterno
que no me deja.
Unas ganas enormes
de soledades.
Un inútil volverme
a las cosas viejas...
Veo todo el pasado
como en un sueño...
el hogar viejo, mi madre,
los abuelos.
Mis hermanos jugando
junto a ellos;
y mi padre cuidando sus polluelos.
Esa gran casa vieja,
con sus parrales;
la vieja que con sus cuentos
entretenía...
Mi abuelo, con los recuerdos
de sus navíos...
¡De esos viajes, que hablando,
él revivía!.
Pueblo de mi provincia
lejano eco, que vuelves a mí
de nuevo, con tus encantos...
¡Quién pudiera volverse
aquellos días!
que hoy mi cansancio eterno
reclama tanto.
El hogar viejo... Mi madre
y los abuelos.
La ingenuidad inocente,
de aquellos días
cuando la viejecita
de ojos... ¡Tan tristes!
con sus cuentos aún
nos entretenía...
Cristina De Fercey

 
   

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