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Aprendiendo a envejecer con dignidad
en servicio a los demás

 
La tercera edad o la edad de los viejitos (as) nos debe llenar de orgullo y de una tremenda satisfacción.
 
1. Introducción:
 

“Ser anciano implica haber vivido una prolongada existencia,
encontrarse al final de un largo viaje, quizá demasiado cansado...
Pero tiene su encanto” (Francisco Lucas Mateo Seco)

Como una verdad, tan grande como el cielo, toda ancianidad es, en el fondo, un decir adiós poco a poco. Llegar a una larga edad es haber vivido una prolongada existencia. Es el momento de muchos recuerdos y de haber dejado atrás mucho: fuerzas, lozanía, juventud, arranque, incluso decisiones de arraigo y embestidas tremendas… Es el momento de mirar con ojos de fe y de verdad el camino angosto hacia la muerte, pero, sin olvidar que se es viejo y se tiene vida.

Ciertamente que es un momento de mucha lucha y adaptación, pero no es cruzarse de brazos y esperar que llegue el final. Todo lo contrario, por eso invito a todos a “Aprender a envejecer con dignidad en servicio a los demás” donde aún se sirve, se sueña y se añora. Aquí pretendemos animar, acompañar y hacer sentir a esas personas d el tercera edad útiles para cada día y de forma especial, que se aprecien dándose valor en unidad de voluntades y de fe.

No es un secreto que la ancianidad, “para muchos” es un estorbo o una forma de fuerte trabajo que saca de las casillas a cualquiera. Aunque no puedo ocultar que la vejez es una situación muy difícil que hay que saber enfrentar y acompañar. Pero lo que no podemos aceptar es que se desprecie al anciano o se utilice la muerte como manera de quitarse esa molestia o las quejas de un anciano adolorido y con muchas quejas.

Dentro del dinamismo cristiano así como la juventud goza de energía y colorido, también la vejez debe ser vista y atendida. Todo ser humano tiene alma inmortal, capacidad para amar y pensar.

 
   

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