Principal
3. En el Dolor ¿Donde Está Dios?
“...la Iglesia no se detiene en el umbral del cementerio, sino que va más allá, guiando y sosteniendo la esperanza del Pueblo de Dios con la luz de las oraciones de sufragio, que pueden establecer una mediación entre nosotros y las almas de los fieles difuntos.”

Juan Pablo II

El dolor:
Frente al drama del dolor hay muchas posturas cómo dolores:
-ya sea físico: una enfermedad...
- ya se anímico: el desaliento...
-ya sea psíquico: el desequilibrio...
-ya sea espiritual: la aridez...
- ya sea social: la angustia...
-ya sea familiar: la incomprensión...

Y cuando se habla de dolor hacemos referencia a la muerte.

¿Cómo moriré?
Que pregunta tan brutal y, para muchos, es desesperante. Para el cristiano debe ser una decisión de amor para ser recibido en los brazos del Padre Dios. Por eso, lo importante no es morir, sino vivir y hacerlo bien.
¿Un accidente?
¿En manos de un delincuente?
¿De una enfermedad Terminal y penosa?
¿De viejo?...

Claro, todos moriremos. Nadie nace para semilla y si esperamos ser semillas, no se nos debe olvidar que cada semilla para germinar tiene que enterrarse, podrirse y muriendo para nacer de nuevo.

La muerte se convierte en el pago por vivir. Es la relación hombre, debilidad, pecado. Todos moriremos y nadie se escapará del juicio de Dios. Ante Dios rendiremos cuentas. Son cuentas, al decir de la Madre Teresa de Calcuta, “juzgados en el amor a los demás” Allí no habrá intermediarios, tarjetas de presentación o simples recomendaciones de personajes importantes. Estaremos frente a frente delante de Dios. El tiempo, pues, se convierte en misericordia o justicia.

En el dolor ¿dónde está Dios?
“El Dios en quien creo no nos manda el problema, sino que nos manda la fuerza para sobrellevar el problema”.
Cuando muere un ser querido, suele ocurrir que la gente dude de la bondad de Dios, o que se pregunte con rabia qué clase de Dios puede permitir que pase tal tragedia.
Si las convicciones espirituales fueron reconfortantes en el pasado, la pérdida temporaria de la fe—cuando más se la necesita—puede ser terrible. Pero la mayoría de la gente siente que, con el tiempo, la fe no sólo regresa sino que es más profunda e intensa que nunca.

Pero los que esperan en Dios sé sentirán que se les renuevan sus fuerzas, y que les crecen alas como de águilas .Isaías 40:31
Mito: El duelo se acaba en pocos meses. Para el dolor no hay horario. Mientras los síntomas más intensos normalmente se alivian entre seis meses y un año, es común que lleve hasta más de dos años alcanzar un nuevo equilibrio. Y cuando el fallecimiento fue repentino, puede llevar aún más tiempo.
Mito: Las lágrimas son signo de debilidad. “llorar es la forma natural de liberar la tensión interna…y permite que la persona que sufre pida apoyo”.
Mito: Mencionar a la persona que falleció sólo aumentará el dolor. Contar anécdotas, mirar fotografías de un álbum, compartir recuerdos, ayuda a que la persona de duelo vea que el ser querido fallecido no ha sido olvidado.
Mito: La muerte y la pena son contagiosos. A veces los padres que han perdido un hijo son evitados por otras personas, pues representan el peor miedo de todo padre y madre…”si les pasó a ellos, nos puede pasar a nosotros”

Diez pasos hacia la recuperación.
1. Tómese el tiempo que necesite para sentir pena, y para recuperarse.
2. Permita que sus seres queridos sepan cómo se siente.
3. Hable con alguien que ha pasado por una experiencia semejante.
4. Escribir notas diariamente puede ser una buena válvula de escape.
5. Sea bondadoso consigo mismo. Aliméntese y haga ejercicio.
6. No se permita a sí mismo colocarse en un pedestal, por la admiración que otros tengan de su valentía.
7. Lea, infórmese sobre la pena y el duelo.
8. El momento más difícil puede presentarse a los seis meses del fallecimiento.
9. Trate de ayudar a los demás.
10. Rece. Sepa que Dios está con usted en su dolor y en su soledad.
El cardenal de Chicago, que murió de cáncer dejó escrito: “Lo que quisiera dejarles es una simple oración, de que todos encuentren ¬__ese don especial que Dios nos da a todos: la paz. Cuando estamos en paz, nos sentimos libres para ser más plenamente quienes somos, aún en los peores momentos. Nos vaciamos y así Dios puede trabajar dentro de nosotros más profundamente. Nos convertimos en instrumentos en las manos de Dios”.

|Volver | Siguiente |