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Conociendo a San Pablo y sus escritos


Miguel de Cervantes escribe: “don Quijote de la Mancha viendo un retrato en lienzo de san Pablo exclama fue el mayor enemigo que tuvo la Iglesia de Dios nuestro Señor en su tiempo, el mayor defensor suyo que tendrá jamás, caballero andante por vida y santo a pié quedó por la muerte, trabajador incansable de la viña del Señor, doctor de las gentes a quien sirvieron de escuela los cielos, y de catedrático y maestro el mismo Jesucristo”

Nace en el año 7 de la Era cristiana, en Tarso, entonces una hermosa, culta y próspera colonia griega. Sus padres eran ricos comerciantes judíos de la secta fariseo, de habla y ascendencia aramea, quienes le imponen el nombre hebreo de Saúl, en griego Saulo. Le educan en su religión judía fariseo y en la cultura helenista. Obtiene el oficio de tejedor de telas y consigue el “jus civitatis” (derecho de ciudadanía romana) A los quince años, sus padres le envían a Jerusalén para que estudie la religión judía en la escuela del sabio rabí Gamaliel. Se convierte en un fanático activista judío persiguiendo a los discípulos y seguidores de Jesús, llamados hermanos o nazarenos. Presencia y participa en la muerte a pedradas del primer mártir cristiano, el diácono Esteban.

Pablo enfurecido e irritado, pide cartas de recomendación al sumo sacerdote judío para las sinagogas de Damasco con el fin de llevar atados Jerusalén a todos los cristianos de esta ciudad. De camino hacia ella, “rodeado de una luz celeste, cae al suelo, y oye una voz que le dice, Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Le pregunta, “¿quién eres señor?” Le contesta, “yo soy a quien tú persigues, levántate, entra en la ciudad y te dirán lo que tienes que hacer” (Hechos 9, 4-6). Atónito se levanta del suelo con ojos abiertos pero sin poder ver. Le llevan de la mano a Damasco, donde estuvo tres días sin ver, ni comer ni beber.

Ananías, le visita en la casa donde se hospeda, y le dice: “hermano Saulo, el Señor que se te apareció en el camino que traías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo” ¿Hechos 9.17). Recobra inmediatamente la vista, se convierte al Cristianismo, y es bautizado, hecho que tuvo lugar el año 36 de la Era Cristiana.

Desde entonces, ciertamente, Pablo será “el mayor defensor de Jesús que tendrá jamás”. Empieza a enseñar y predicar en las sinagogas de Damasco, que Jesús Nazareno es el Hijo de Dios, el Mesías o Cristo, a quien los judíos esperan. Ello provoca sus iras incontenibles intentando matarlo. Regresa a Jerusalén, donde Bernabé lo presenta a los apóstoles. En esta ciudad, predica con valor y audacia el Cristianismo entre los judíos helenistas, quienes, también, intentan quitarle la vida.

Vuelve a Tarso, a casa de sus padres, quienes no le reciben bien por su conversión cristiana. Regresa en compañía de Bernabé a Antioquia, ciudad donde, por primera vez, los discípulos de Jesús, son llamados “cristianos”. Hasta entonces eran conocidos como “hermanos o nazarenos”. En esta ciudad, durante dos años se prepara a fondo para su misión apostólica entre los gentiles.

Inicia sus tres viajes apostólicos de misionero trepidante, el año 45, partiendo de Jerusalén; ganándose la vida trabajando de telonero para obtener los recursos materiales para afrontar sus gastos, y sacando tiempo suficiente para escribir su famosas Cartas a los Gálatas, Corintios (1º y 2ª), Romanos y Tesalonicenses (1º y 2º).

En su primer viaje misionero que dura del año 45 al 49, recorre Chipre, donde cambia su nombre griego de Saulo por el latino de Paulo, en castellano Pablo.

Asia Menor, Pamfilia, Pisidia Licoania, Derbe, Antioquia de Pisidia, Iconio, Listres y Antioquia regresando a Jerusalén.

En su segundo viaje misionero que dura del año 50 al 53, visita las comunidades cristianas creadas por él en Asia Menor y Galacia, recorre Filipo de Macedonia, Tesalónica, Atenas y Corinto, Éfeso y Antioquia regresando a Jerusalén. En su tercer viaje misionero que dura desde el año 53 al 58, vuelve a Éfeso, Grecia, Corinto, llega a las orillas del Adriático, retrocede a las islas de Mitilene, Chíos, Samos y Rodas y Siria regresando a Jerusalén.

En Jerusalén da cuenta de sus viajes al apóstol Santiago, hermano del Señor, y visita el colegio de ancianos quienes le manifiestan tenga precaución con los judíos, particularmente, con los procedentes de Asia menor que le odiaban. Pablo se dedica a predicarles el mensaje cristiano, pero ellos le rechazan violentamente. Le hacen prisionero, pero haciendo uso de su ciudadanía romana es llevado a Roma. Pablo, entregado a la fuerza pretoriana y puesto bajo custodia militar, es autorizado a vivir en una casa alquilada, en la cual podía recibir visitas. Preso escribe las Cartas, llamadas de la Cautividad , a los Efesios, Colosenses, Filipenses y Filemón.

En torno a Pablo, se agrupan una serie de fieles cristianos, entre los cuales se encuentran Lucas, autor del tercer Evangelio y del libro de los Hechos de los Apóstoles, Marcos, autor del segundo Evangelio, Timoteo, Aristarco, Épatras, Tíquico y otros más.

Absuelto y liberado, en el año 63, viaja a Grecia, Creta y Corinto.

Detenido en Tróade, de nuevo, regresa a Roma. Escribe sus tres Cartas pastorales a Timoteo y Tito y la Carta a los Hebreos.

En el día 29 del año 67, según una antigua tradición afirma, Pablo fue ejecutado a espada según un privilegio que se concedía a los ciudadanos romanos, en el camino de Ostia, ordenado por el loco emperador Nerón en su persecución contra los cristianos, a quienes culpó maliciosamente del incendio de Roma.


Pablo, personalmente, era de pequeña estatura y de salud débil. Sufría una enfermedad dolorosa, humillante y crónica, como confirma en Gálatas. 4,13-15; sin embargo, era todo un hombre de acción. Poseía un temperamento de jefe, una voluntad de hierro, una constancia inquebrantable, un gran sentido de iniciativa, una capacidad extraordinaria para el trabajo y un carácter apasionado, impetuoso y conquistador, que movía al amor o al odio; junto con un alma de fina sensibilidad y condescendencia y un corazón lleno de ternura, que despertaba fuerte simpatía y atraía profundamente a los demás. Era un gran líder.


Sus escritos

Sus catorce Cartas tienen un mismo objetivo, predicar la divinidad de Jesucristo crucificado y resucitado, “escándalo para los judíos, necedad para los griegos, pero salvación para todos los hombres”. Las inicia con un saludo, le sigue un introducción de alabanza o de acción de gracias, a continuación expone la doctrina evangélica y una exhortación para su práctica, y termina con saludos y recomendaciones.

En la Carta a los Romanos, la más larga y densa doctrinal, expone su famosa doctrina cristiana “el hombre se justifica y se salva por la fe en Jesucristo, y no por la Ley mosaica” San Pablo escribió esta Carta desde Corinto, a principios del año 58, con el ánimo de preparar su viaje a Roma.

En la Carta a los Gálatas

Los habitantes de Galacia, provincia del Asia Menor, fueron ganados al Evangelio por S. Pablo en su segundo y tercer viaje apostólico. Poco después llegaron judíos o judío-cristianos que se les enseñaban "otro Evangelio", es decir, un Jesucristo deformado y estéril, exigiendo que se circuncidasen y cumpliesen la Ley mosaica, y pretendiendo que el hombre es capaz de salvarse por sus obras, sin la gracia de Cristo. Además sembraban desconfianza contra el Apóstol, diciendo que él no había sido autorizado por los primeros Apóstoles y que su doctrina no estaba en armonía con la fe de aquéllos. Para combatir la confusión causada por esos doctores judaizantes, S. Pablo; escribió esta carta probablemente desde Éfeso, según suele creerse, entre los años 49 y 55 (cf. 2, 1 y nota). Su doctrina principal es: El cristiano se salva por la fe en Jesucristo, y no por la Ley mosaica.

En la Carta primera a los Corintios, corrige los defectos y pecados de esta comunidad cristiana, entre ellos, a los que niegan la resurrección de los muertos; y les exhorta a vivir “en caridad, que es benigna, no envidiosa ni jactanciosa ni descortés, no busca lo suyo ni se irrita ni piensa mal, no se alegra de la injusticia, se complace de la verdad, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera y todo lo tolera”. (Corintios 13, 4-6) El Apóstol escribió esta epístola durante su tercer viaje apostólico, en Éfeso, a principios del año 57. Ningún otro documento apostólico pinta tan clásicamente las dificultades de la Iglesia en medio de un mundo pagano.

En la segunda Carta a los Corintios , comunidad por la que Pablo sintió gran afecto, le explica su relación y comportamiento con ellos. Esta segunda epístola fue escrita poco después de la primera, a fines del año 57, en Macedonia, durante el viaje del Apóstol de Éfeso a Corinto. Tito, colaborador de S. Pablo, le trajo buenas noticias de Corinto, donde la primera carta había producido excelentes resultados. La mayoría acataba las amonestaciones de su padre espiritual. No obstante, existían todavía intrigas que procedían de judíos y judío-cristianos. Para deshacerlas les escribió el Apóstol por segunda vez antes de llegarse personalmente a ellos.

En la Carta a los Efesios

Toda esta epístola es un insondable abismo de misterios divinos que hemos de conocer porque nos revelan el plan de Dios sobre nuestro destino, e influyen de un modo decisivo en nuestra vida espiritual situándonos en la verdadera posición, infinitamente feliz, que nos corresponde gracias a la Redención de Cristo.

Éfeso, capital de Asia Menor, donde más tarde tuvo su sede el Apóstol S. Juan, es la ciudad en la que S. Pablo, en su tercer viaje apostólico, predicó el Evangelio durante casi tres años. La carta, escrita en Roma en el primer cautiverio (61-63), se dirige tal vez no sólo a los efesios sino también a las demás Iglesias. Entonces la Carta expone el misterio de Iglesia y les exhorta a su unidad.

En la Carta a los Filipenses

La cristiandad de Filipos, ciudad principal de Macedonia, y primicias de la predicación de S. Pablo en Europa, había enviado una pequeña subvención para aliviar la vida del Apóstol durante su prisión en Roma. Conmovido por el gran cariño de sus hijos en Cristo, el Apóstol, desde lo que él llama sus cadenas por el Evangelio, les manda una carta de agradecimiento, que es, a la vez, un modelo y un testimonio de la ternura con que abrazaba a cada una de las Iglesias por él fundadas. La Epístola fue escrita en Roma hacia el año 63. Les habla del misterio de Cristo y les exhorta a imitarle.

En la Carta a los Colosenses

El Apóstol escribe esta carta desde Roma donde estaba preso, hacia el año 62, con el fin de explayarles, como a los Efesios, aspectos siempre nuevos del Misterio de Cristo, y de paso desenmascarar a los herejes que se habían introducido en la floreciente comunidad cristiana, "con apariencia de piedad" (II Tim. 3, 5), inquietándola con doctrina falsas tomadas del judaísmo y paganismo (necesidad de la Ley , de la observancia de los novilunios y de la circuncisión, culto exagerado de ángeles, gnosticismo, falso ascetismo). A este respecto véase, con sus notas, la Epístola a los Gálatas, especialmente el cap. 2. Entonces insiste en el misterio de Cristo, del que se considera su heraldo para proclamarlo, y les advierte de los falsos profetas.

En la Carta primera a los Tesalonicenses

Tesalónica (hoy Salónica), capital de Macedonia, recibió la luz del Evangelio en el segundo viaje apostólico de S. Pablo. No pudiendo detenerse allí a causa de la sedición de los judíos, el Apóstol se dirige a ellos mediante esta carta, escrita en Corinto hacia el año 52 -es decir, que es la primera de todas las epístolas- para confirmarlos en los fundamentos de la fe y la vocación de la santidad, y consolarlos acerca de los muertos con los admirables anuncios que les revela sobre la resurrección y la segunda venida de Cristo.

En la Carta segunda a los Tesalonicenses

También escrita en Corinto, poco después de la anterior, como lo acredita la permanencia de Silvano y Timoteo (cf. I Tesalonicenses 1, 1), para tranquilizar a los tesalonicenses que, por lo que se ve (2, 2 y nota), eran engañados por algunos sobre el alcance de aquella carta, cuyo contenido, lejos de rectificarlo, confirma el Apóstol en 2, 15 Porque no faltaban quienes descuidaban sus deberes cotidianos, creyendo que el día de Cristo había pasado ya, y que por consiguiente, el trabajo no tenía valor (cf. I Tes. 4, 16), o que las persecuciones que sufrían (v. 4; I Tes. 2, 14) pudiesen ser ya las del "día grande y terrible del Señor" sin que ellos hubiesen sido librados por el advenimiento de Cristo y la reunión con El (2, 1). S. Pablo los confirma en su esperanza (v. 5-12) y les da las aclaraciones necesarias refiriéndose en forma sucinta a lo que largamente les había conversado en su visita. En resumen en las dos cartas les manifiesta las fatigas que padeció en su predicación evangélica, les exhorta a la caridad y al trabajo, y les recuerda que la resurrección de Jesucristo es la garantía de nuestra resurrección.

En la Carta primera a Timoteo

Timoteo, hijo de padre pagano y madre judía, era el discípulo más querido de Pablo, socio en su segundo viaje apostólico y compañero durante el primer cautiverio en Roma. Después de ser puesto en libertad, Pablo le llevó al Asia Menor, donde le confió la dirección de la Iglesia de Éfeso. Esta primera carta, escrita probablemente hacia el año 65, quiere alentar al Obispo Timoteo en su lucha contra las falsas doctrinas y darle instrucciones referentes al culto y a las cualidades de los ministros de la Iglesia, por lo cual constituye una lección permanente de espíritu pastoral, dada por el mismo Espíritu Santo. Entonces, le instruye en las condiciones que han de tener los presbíteros y diáconos, sobre los falsos profetas, como ha de tratar a las personas de la Iglesia y gobernarse a si mismo.

En la segunda Carta a Timoteo

El entrañable amor de S. Pablo a su "hijo carísimo" es el móvil ocasional de esta segunda carta, escrita en Roma en el año 66 ó 67, que contiene, podemos decir, el testamento espiritual de Pablo como Apóstol y Mártir. Estaba de nuevo en cadenas, esta vez en la cárcel mamertina, y sentía la proximidad del martirio, por lo cual pide a Timoteo que se llegue a Roma tan pronto como le fuese posible, y con tal motivo exhorta a sus discípulos a la constancia en la fe, les anuncia la apostasía y los previene contra las deformaciones de la doctrina y la defección de muchos pretendidos apóstoles. Desilusionado al ver que "todos buscan sus propios intereses, Pablo se complace en destacar que al menos en Timoteo la fe no es fingida. A nadie tenía tan unido en espíritu como a él.

En su Carta a Tito

La presente carta, contemporánea de la primera a Timoteo, fue dirigida, hacia el año 65, a Tito compañero apostólico de Pablo en varios viajes y más tarde obispo de la Isla de Creta. Tito, nacido de padres paganos, era "hijo querido según la fe", lo que quiere decir que el Apóstol mismo lo había ganado para Cristo. La situación religiosa en la isla era muy triste: los cretenses se entregaban a muchos vicios, eran mentirosos, perezosos, inmorales; sin hablar de los herejes que allí se habían infiltrado. Por lo cual Pablo escribe aquí otra de sus Epístolas llamadas pastorales, para consolar a su hijo en la fe, dándole a la vez instrucciones para el ejercicio del ministerio episcopal. Vemos una vez más cómo el Apóstol relaciona íntimamente, desde el principio, la piedad con el exacto conocimiento de la verdad, porque una cosa depende de la otra.

En su Carta Filemón

Una mera carta privada, casi una esquela; pero sin embargo una joya de la Sagrada Escritura. Escrita por S. Pablo en Roma, por el año 63. Su objeto es interceder por el esclavo Onésimo que había huido de la casa de su amo Filemón de Colosas. La huida contribuyó a salvar el alma del fugitivo que se hizo esclavo de Jesucristo y entonces volvió voluntariamente a su dueño, sin preocuparse de la servidumbre material pues ya era libre en el alma, según lo que Pablo enseña en I Cor. 7, 20-24. La carta es un documento clásico para demostrar la posición de la Iglesia primitiva respecto de los esclavos (Tito 2, 9 s. y nota). "Filemón", el destinatario de la epístola, parece haber sido uno de los principales cristianos de la ciudad, dado que en su casa tenían los fieles sus reuniones; por otra parte, es llamado colaborador del apóstol, es decir, uno de aquellos que le prestaron ayuda en la difusión del Evangelio. Seguidamente son nombrados: Apia y Arquipo. Entonces, aquí le pide, por caridad, trate al siervo Enésimo no como tal, sino como hermano.

Carta a los Hebreos

Busca, por encimad e todo, agradecer a Dios que nos haya mandado a su Hijo Jesucristo, único Sacerdote eficaz de la Nueva Alianza. Es una homilía o tratado de teología donde se hace una apología o defensa acerca del sacerdocio de Cristo, superior al sacerdocio levítico, para dilucidar dudas y animar a los cristianos en momentos duros de persecución para que se mantengan fieles a la grandeza de su fe, así como Dios es fiel, y no se dejen llevar por el cansancio de la lucha por la fe cristiana, cediendo al abandono del camino emprendido, a la defección total, a la apostasía. ¡Vale la pena ser cristiano! Se creyó que era de san Pablo. Pero las dudas sobre su origen paulino proceden de la diferencia de estilo y de la concepción teológica. Además el tema central del sermón, el sacerdocio de Cristo, no se encuentra nunca explícitamente en las cartas de Pablo. Más bien, se estima que lo escribió un oyente de Pablo. Se escribió más o menos entre los años 70 y 90.

Ciertamente, san Pablo fue el enviado de Jesucristo y el apóstol de los gentiles, prototipo del misionero cristiano. D. Quijote de la Mancha tenía razón al hablar de este modo de san Pablo.

 

 Dinámica: “Cubriendo necesidades”

Sobre una mesa se expondrán los siguientes elementos: linterna, mapa, galletitas, teléfono, candado.

Se les indica a los integrantes del grupo que elijan alguno de los elementos expuestos desde el siguiente interrogante: Todas estas cosas son importantes y necesarias para la vida. ¿Cuál elijo? ¿Con cuál me identifico? ¿Por qué?

Puesta en común: cada uno de los integrantes cuenta lo que eligió y porque.

Una vez terminada la puesta en común el moderador llevará la dinámica para descubrir que en la vida todos necesitamos algo que nos ilumine en toda la vida, algo que nos indique el camino al cielo, algo que alimente el corazón, algo que nos de confianza y seguridad, y algo que nos comunique con Dios. Todas estas necesidades representadas en la linterna, el mapa, el alimento, un candando o un teléfono encuentran una respuestas y pueden ser saciadas en la Palabra de Dios.

Lectio Divina: La Conversión de San Pablo

Pasos: 

1. Tomar conciencia: La Palabra de Dios es alimento para nuestra vida cristiana en la medida que aprendemos a escucharla. Uno se alimenta de la Palabra cuando la escucha y cuando la practica. El pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía son alimentos indispensables en nuestro seguimiento del Señor como discípulos, alimentos para el hoy de nuestras vidas que nos conducen hasta la vida eterna. Para que sea así debemos “comer la Palabra” y el ejercicio de lectura orante llamada Lectio divina nos ayudará a ello. 

2. Disposiciones para escuchar la Palabra. Despojarnos de todo que impida la comunicación con Dios.   

3. Invocación al Espíritu Santo . Porque es Él quien abre nuestra inteligencia para comprender lo que Dios quiere comunicarnos, y es él quien nos fortalece para hacer realidad el querer de Dios en nuestra vida cotidiana. Invoquemos al Espíritu Santo para que él se derrame sobre nosotros y nos haga criaturas nuevas a imagen de Jesús, capaces de amar, creer y esperar.   

4. El alimento de la Palabra mediante la Lectio divina. La Lectio divina es un método de lectura orante de la Palabra de Dios. Porque es “lectura” buscamos comprender el texto para descubrir el mensaje de Jesús, y porque es “orante” entramos en diálogo con Jesús dejando que su mensaje nos anime y guíe. Un “método” es simplemente un camino gracias al cual llegamos a nuestra meta o destino.  

    • Leer para ver que dice el texto. (tal como se leyó)
    • Meditar para saber que me dice el Señor en su palabra.
    • Orar para ver que le decimos al Señor mediante su palabra
    • Contemplar para llegar a una conversión y a las acciones que nos invita el Señor

Texto: Capítulo 9, 1- 22 de los hechos de los apóstoles . La Conversión de San Pablo:

"Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de recomendación para las sinagogas de los judíos de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores de Cristo, los pudiera llevar presos y encadenados a Jerusalén. Y sucedió que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?. El respondió: ¿Quién eres tú Señor? Y oyó que le decían: Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer. Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin comer y sin beber. Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: ¡Ananías! El respondió: Aquí estoy Señor y el Señor le dijo: Levántate. Vete a la calle Recta y pregunta en la casa de Judas por uno de Tarso que se llama Saulo; mira: él está en oración y está viendo que un hombre llamado Ananías entra y le coloca las manos sobre la cabeza y le devuelve la vista. Respondió Ananías y dijo: Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los males que ha causado a tus seguidores en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes de los Sumos Sacerdotes para llevar presos a todos los que creen en tu nombre. El Señor le respondió: Vete, pues a éste lo he elegido como un instrumento para que lleve mi nombre ante los que no conocen la verdadera religión y ante los gobernantes y ante los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre. Fue Ananías. Entró en la casa. Le colocó sus manos sobre la cabeza y le dijo: Hermano Saulo: me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías. Y me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Al instante se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y enseguida se puso a predicar en favor de Jesús, en las sinagogas o casas de oración, y decía que Jesús es el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban admirados y decían: ¿No es éste el que en Jerusalén perseguía tan violentamente a los que invocaban el nombre de Jesús? Y ¿No lo habían enviado los Sumos Sacerdotes con cartas de recomendación para que se llevaran presos y encadenados a los que siguen esa religión? Pero Saulo seguía predicando y demostraba a muchos que Jesús es el Mesías, el salvador del mundo”

Apóstol San Pablo: que tu conversión sea como un ideal para todos y cada uno de nosotros. Que también en el camino de nuestra vida nos llame Cristo y nosotros le hagamos caso y dejemos nuestra antigua vida de pecado y empecemos una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.

Si lo que busco es agradar a la gente, no seré siervo de Cristo.

 

Para meditar

¿Qué lugar tiene la Palabra de Dios en mi vida?

¿La leo con frecuencia? ¿Es parte de mi oración? ¿Es la hoja de ruta en mi vida?

¿Qué lugar tiene la Palabra de Dios en el Grupo Misionero?

¿Rezamos con ella frecuentemente?

¿Tiene un lugar privilegiado en el tiempo de misión?

¿Buscamos construir la comunidad en los lugares de misión sobre la Palabra ? ¿Rezamos con ella en las casas?

¿Tiene un lugar especial en los encuentros con niños, jóvenes, adultos? ¿Anunciamos la Palabra o a nosotros mismos?

La comunidad de destino: ¿Se reúne semanalmente a celebrar la Palabra?