Quisiera Señor, en esta Navidad armar un árbol dentro
de mi corazón y colgar en el, en vez de regalos, los nombres
de todos mis amigos.
Los amigos lejanos y cercanos.
Los antiguos y los recientes, los que veo cada día y los que
raramente encuentro.
Los siempre recordados y los que a veces quedan olvidados.
Los constantes y los inestables, los de las horas difíciles
y los de las horas felices.
Los que sin querer herí o sin querer me hirieron. Aquellos
a quienes conozco profundamente y aquellos de quienes me son conocidas
sus apariencias.