PONTIFICIUM
CONSILIUM DE COMMUNICATIONIBUS SOCIALIBUS |
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MENSAJE
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II PARA LA 38ª JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES |
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Tema:
Los medios en la familia: un riesgo y una riqueza |
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23
de Mayo de 2004 |
Queridos
hermanos y hermanas: |
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1.
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El
extraordinario crecimiento de los medios de comunicación social
y su mayor disponibilidad han brindado oportunidades excepcionales para
enriquecer la vida no sólo de los individuos, sino también
de las familias. Al mismo tiempo, las familias afrontan hoy nuevos desafíos,
que brotan de los diversos mensajes, a menudo contradictorios, que transmiten
los medios de comunicación social. El tema elegido para la Jornada
mundial de las comunicaciones sociales de 2004, es decir, «Los medios
en la familia: un riesgo y una riqueza», es muy oportuno, puesto
que invita a una sobria reflexión sobre el uso que hacen las familias
de los medios de comunicación, y también sobre el modo en
que los medios de comunicación tratan a la familia y las cuestiones
que afectan a la familia. |
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El
tema de este año sirve, además, para recordar a todos, tanto
a los agentes de la comunicación como a las personas a las que
se dirigen, que toda comunicación tiene una dimensión moral.
Como dijo el Señor mismo, de la abundancia del corazón habla
la boca (cf. Mt 12, 34-35). La estatura moral de las personas crece o
disminuye según las palabras que pronuncian y los mensajes que
eligen oír. En consecuencia, los agentes de la comunicación,
los padres y los educadores, tienen especial necesidad de sabiduría
y discernimiento en el uso de los medios de comunicación social,
pues sus decisiones influyen en gran medida en los niños y en los
jóvenes de los que son responsables y que, en definitiva, son el
futuro de la sociedad. |
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2. |
Gracias
a la expansión sin precedentes del mercado de las comunicaciones
sociales en las últimas décadas, muchas familias en todo
el mundo, incluso las que disponen de medios más bien modestos,
ahora tienen acceso desde su casa a los inmensos y variados recursos de
los medios de comunicación social. En consecuencia, gozan de oportunidades
prácticamente ilimitadas de información, educación,
enriquecimiento cultural e incluso crecimiento espiritual, oportunidades
muy superiores a las que tenían en el pasado reciente la mayoría
de las familias. |
Con
todo, estos mismos medios de comunicación tienen la capacidad de
producir gran daño a las familias, presentándoles una visión
inadecuada o incluso deformada de la vida, de la familia, de la religión
y de la moralidad. El concilio Vaticano II captó muy bien esta
capacidad de fortalecer o minar valores tradicionales como la religión,
la cultura y la familia; por eso, enseñó que «para
el recto uso de estos medios es absolutamente necesario que todos los
que los utilizan conozcan las normas del orden moral en este campo y las
lleven fielmente a la práctica» (Inter mirifica, 4). La comunicación,
en todas sus formas, debe inspirarse siempre en el criterio ético
del respeto a la verdad y a la dignidad de la persona humana. |
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3. |
Estas
consideraciones se aplican especialmente al modo como los medios de comunicación
tratan a la familia. Por una parte, el matrimonio y la vida familiar se
presentan a menudo de un modo sensible, realista pero también benévolo,
que exalta virtudes como el amor, la fidelidad, el perdón y la
entrega generosa a los demás. Esto vale también para los
programas de los medios de comunicación social que reconocen los
fracasos y las decepciones que sufren inevitablemente los matrimonios
y las familia —tensiones, conflictos, contrariedades, decisiones
equivocadas y hechos dolorosos—, pero al mismo tiempo se esfuerzan
por discernir lo correcto de lo incorrecto, distinguir el amor auténtico
de sus falsificaciones, y mostrar la importancia insustituible de la familia
como unidad fundamental de la sociedad. |
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Por
otra parte, con demasiada frecuencia los medios de comunicación
presentan a la familia y la vida familiar de modo inadecuado. La infidelidad,
la actividad sexual fuera del matrimonio y la ausencia de una visión
moral y espiritual del pacto matrimonial se presentan de modo acrítico,
y a veces, al mismo tiempo, apoyan el divorcio, la anticoncepción,
el aborto y la homosexualidad. Esas presentaciones, al promover causas
contrarias al matrimonio y a la familia, perjudican al bien común
de la sociedad. |
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4.
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Una
reflexión atenta sobre la dimensión ética de las
comunicaciones debe desembocar en iniciativas prácticas orientadas
a eliminar los peligros para el bienestar de la familia planteados por
los medios de comunicación social, y asegurar que esos poderosos
medios de comunicación sigan siendo auténticas fuentes de
enriquecimiento. A este respecto, tienen una responsabilidad especial
los agentes de la comunicación, las autoridades públicas
y los padres. El Papa Pablo VI subrayó que los agentes de la comunicación «deben conocer y respetar las exigencias de la familia. Esto supone en ellos a veces una gran valentía y siempre un hondo sentido de responsabilidad» (Mensaje para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de 1969: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de mayo de 1969, p. 2). No es tan fácil resistir a las presiones comerciales o a las exigencias de adecuarse a las ideologías seculares, pero eso es precisamente lo que los agentes de la comunicación responsables deben hacer. Es mucho lo que está en juego, pues cualquier ataque al valor fundamental de la familia es un ataque al bien auténtico de la humanidad. |
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Las
autoridades públicas tienen el grave deber de apoyar el matrimonio
y la familia en beneficio de la sociedad misma. En cambio, muchos ahora
aceptan y actúan basándose en argumentos libertarios infundados
de algunos grupos que defienden prácticas que contribuyen al grave
fenómeno de la crisis de la familia y al debilitamiento del concepto
auténtico de familia. Sin recurrir a la censura, es necesario que
las autoridades públicas pongan en práctica políticas
y procedimientos de reglamentación para asegurar que los medios
de comunicación social no actúen contra el bien de la familia.
Los representantes de las familias deben participar en la elaboración
de esas políticas. |
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Los
que elaboran las políticas en los medios de comunicación
y en el sector público deben favorecer también una distribución
equitativa de los recursos de los medios de comunicación tanto
a nivel nacional como internacional, respetando la integridad de las culturas
tradicionales. Los medios de comunicación no deben dar la impresión
de que tienen un programa hostil a los sanos valores familiares de las
culturas tradicionales, o de que buscan sustituir esos valores, como parte
de un proceso de globalización, con los valores secularizados de
la sociedad consumista. |
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5. |
Los
padres, como primeros y principales educadores de sus hijos, son también
los primeros en explicarles cómo usar los medios de comunicación.
Están llamados a formar a sus hijos «en el uso moderado,
crítico, vigilante y prudente de tales medios» en el hogar
(Familiaris consortio, 76). Cuando los padres lo hacen bien y con continuidad,
la vida familiar se enriquece mucho. Incluso a los niños pequeños
se les pueden dar importantes explicaciones sobre los medios de comunicación
social: que son producidos por personas interesadas en transmitir mensajes;
que esos mensajes a menudo inducen a hacer algo —a comprar un producto,
a tener una conducta discutible— que no beneficia al niño
o no corresponde a la verdad moral; que los niños no deben aceptar
o imitar de modo acrítico lo que encuentran en los medios de comunicación
social. |
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Los
padres también deben reglamentar el uso de los medios de comunicación
en el hogar. Esto implica planificar y programar el uso de dichos medios,
limitando estrictamente el tiempo que los niños les dedican, haciendo
del entretenimiento una experiencia familiar, prohibiendo algunos medios
de comunicación y excluyéndolos periódicamente todos
para dejar espacio a otras actividades familiares. Sobre todo, los padres
deben dar buen ejemplo a los niños, haciendo un uso ponderado y
selectivo de dichos medios. A menudo les podría resultar útil
unirse a otras familias para estudiar y discutir los problemas y las oportunidades
que plantea el uso de los medios de comunicación. Las familias
deberían manifestar claramente a los productores, a los que hacen
publicidad y a las autoridades públicas lo que les agrada y lo
que les desagrada. |
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6. |
Los medios de comunicación social poseen un inmenso potencial positivo
para promover sanos valores humanos y familiares, contribuyendo así
a la renovación de la sociedad. Conscientes de su gran fuerza para
modelar las ideas e influir en la conducta de las personas, los agentes
de la comunicación social deben reconocer que no sólo tienen
la responsabilidad de brindar a las familias todo el estímulo,
la ayuda y el apoyo que les sea posible con vistas a ese fin, sino también
de practicar la sabiduría, el buen juicio y la honradez al presentar
las cuestiones que atañen a la sexualidad, al matrimonio y a la
vida familiar. |
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Los
medios de comunicación cada día son acogidos como huéspedes
habituales en muchos hogares y familias. En esta Jornada mundial de las
comunicaciones sociales, exhorto tanto a los agentes de la comunicación
como a las familias a reconocer este privilegio único, así
como la responsabilidad que implica. Ojalá que todos los que están
comprometidos en el ámbito de las comunicaciones sociales sean
conscientes de que son los auténticos «dispensadores y administradores
de un inmenso poder espiritual que pertenece al patrimonio de la humanidad
y está destinado al enriquecimiento de toda la comunidad humana»
(Discurso a las personas comprometidas en el campo de las comunicaciones
sociales, Los Ángeles, 15 de septiembre de 1987, n. 8: L'Osservatore
Romano, edición en lengua española, 18 de octubre de 1987,
p. 14). Y ojalá que las familias logren encontrar siempre en los
medios de comunicación una fuente de apoyo, estímulo e inspiración
al tratar de vivir como comunidades de vida y amor, educar a los jóvenes
en los sanos valores morales y promover una cultura de solidaridad, libertad
y paz. |
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Desde
el Vaticano, 24 de enero de 2004, Fiesta de San Francisco de Sales.
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JUAN
PABLO II |