El
Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad,
es Dios. Verdadero Dios como lo son el Padre y el Hijo. Es el Amor del
Padre y el Hijo.
Cristo prometió que este Espíritu de Verdad iba a venir
y moraría dentro de nosotros. "Yo rogaré al Padre y
les dará otro Intercesor que permanecerá siempre con ustedes.
Este es el Espíritu de Verdad que el mundo no puede recibir porque
no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes saben que él permanece con
ustedes, y estará en ustedes" (Jn 14, 16-17)
El Espíritu Santo vino el día de Pentecostés y nunca
se ausentará. Cincuenta días después de la Pascua,
el Domingo de Pentecostés, los Apóstoles fueron transformados
de hombres débiles y tímidos en valientes proclamadores
de la fe; los necesitaba Cristo para difundir su Evangelio por el mundo.
El Espíritu Santo está presente de modo especial en la Iglesia,
comunidad de quienes creen en Cristo como el Señor. Ayuda a su
iglesia a que continúe la obra de Cristo en el mundo. Su presencia
da gracia a los fieles para unirse más a Dios y entre sí
en amor sincero, cumpliendo sus deberes con Dios y los demás. La
gracia y vida divina que prodiga hacen a la Iglesia ser mucho más
grata a Dios; la hace crecer con el poder del Evangelio; la renueva con
sus dones y la lleva a unión perfecta con Jesús.
El Espíritu Santo guía al Papa, a los obispos y a los presbíteros
de la Iglesia en su tarea de enseñar la doctrina cristiana, dirigir
almas y dar al pueblo la gracia de Dios por medio de los Sacramentos.
Orienta toda la obra de Cristo en la Iglesia: solicitud por los enfermos,
enseñar a los niños, preparación de la juventud,
consolar a los afligidos, socorrer a los necesitados.
Es nuestro deber honrar al Espíritu Santo amándole por ser
nuestro Dios y dejarnos dócilmente guiar por Él en nuestras
vidas. San Pablo nos lo recuerda diciendo: "¿No saben ustedes
que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?"(1
Cor 3, 16).
Conscientes de que el Espíritu Santo esta siempre con nosotros,
mientras vivamos en estado de gracia santificante, debemos pedirle con
frecuencia la luz y fortaleza necesarias para llevar una vida santa y
salvar nuestra alma.
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